Capítulo 49

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Giré la mirada, para evitar ver el cometido.

-¡No! -al escuchar exclamar a Harry, volví a mirar al frente, para ver como se había ubicado entre Pettigrew y las varitas-. ¡No pueden matarlo! -dijo casi sin aliento-. No pueden.

No entendí porqué Harry querría salvar a Pettigrew, después de todo, era un traidor, y él era el asesino del que todos solían temer, sin saber la historia completa. Pero luego pensé, que si lo hacía, él debía tener sus razones, y aunque me parecieran completamente absurdas, lo apoyaría. Eso hacen los mejores amigos.

-Harry, esta alimaña es la causa de que no tengas padres -dijo Black, incrédulo-. Este ser repugnante te habría visto morir a ti también sin mover un dedo. Ya lo oíste: su propio pellejo le importaba más que toda tu familia.

-Lo sé -jadeó Harry-. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los dementores. Puede ir a Azkaban. Pero no lo maten.

-¡Harry! -Pettigrew comenzó a llorarle al borde de la túnica, y rodeó las rodillas de Harry con los brazos. También yo apuntaba a Pettigrew con mi varita ahora, y sintiendo una brisa azotar mi cabello-. Tú... gracias. Es más de lo que merezco. Gracias.

-Suéltame -le ordenó Harry, apartando las manos de Pettigrew con asco-. No lo hago por ti. Lo hago porque creo que mi padre no habría deseado que sus mejores amigos se convirtieran en asesinos por culpa tuya.

Ninguno de nosotros se movió, ni dijo nada. Harry parecía decidido y, personalmente, no creo que nada muy próximo lo haga cambiar de opinión. Black y Lupin se miraron, y luego de un segundo, bajaron las varitas, ambos a la vez. Harry me miró a mí, y me hizo una seña con la mano, así que bajé mi varita también.

-Tú eres el único que tiene derecho a decidir, Harry -le dijo Black-. Pero piensa, piensa en lo que hizo.

-Que vaya a Azkaban -repitió Harry-. Si hay alguien que merece estar en ese lugar, es él.

-Si puedo opinar -dije en voz baja-. Estoy de acuerdo con Harry. Me parece lo más sensato -me acerqué a Harry y le puse una mano en el hombro apretándolo con cariño.

-De acuerdo -asintió Lupin-. Háganse a un lado, chicos -yo me moví, pero Harry se quedó quieto en su lugar-. Voy a atarlo -añadió el profesor-. Nada más, te lo juro.

Recién entonces, Harry se movió. Esta vez, fue de la varita de Lupin de la cual salieron cuerdas encantadas, que amordazaron a Pettigrew.

-Pero si te transformas, Peter -gruñó Black, apuntando a Peter con la varita-, te mataremos. ¿Estás de acuerdo, Harry?

Éste, bajando la vista hacia Pettigrew, asintió lentamente.

-De acuerdo -dijo de repente, Lupin, como si acabara de cerrar un trato-. Ron, no sé arreglar huesos como Madame Pomfrey, pero creo que lo mejor será que te entablille la pierna hasta que te podamos dejar en la enfermería.

Se acercó a Ron con paso rápido, se inclinó, y le golpeó la pierna con la varita, pronunciando el mismo encantamiento que ocupé yo el año anterior en mí misma.

-¡Ferula!

Unas vendas rodearon la pierna de Ron y se la ataron a una tablilla. Lupin lo ayudó a ponerse de pie. Ron se apoyó con sumo cuidado en la pierna, y no hizo ningún gesto de dolor.

-Estoy mejor, gracias -dijo.

-¿Y qué hacemos con el profesor Snape? -preguntó Hermione, en voz baja, mirando a Snape con preocupación.

-Considerando por todo lo que nos hizo pasar, yo lo dejaría aquí -dije con disgusto. Una carcajada de parte de Black, se escuchó por toda la habitación.

Charlotte y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora