Inesperadamente tarde.

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Me desperté con los gritos de Carly y una torta de chocolate frente a mis ojos.

¡¡Feliz cumpleaños maldita perra!! – cantaba de una lado hacia otro.

Me tape con mi almohada para amortiguar sus gritos. Lo cual fue en vano.

Carly, son las 12 de la noche – mire el reloj que estaba al lado mío - ¿Por dónde entraste? – dije casi gimiendo. Hace menos de una hora que me había acostado, la semana había estado dolorosamente lenta y no había logrado pegar ni un solo ojo.

No había hablado con Justin desde el fin de semana que pasamos juntos, él había estado... distante. Trataba de acercarme a él en los pasillos del instituto, pero siempre tenía una excusa o estaba con sus amigos.

Yo la deje entrar – dijo mi papa desde el umbral de mi habitación.

Feliz cumpleaños hija, sabes que te amo – se acercó a abrazarme, me hacía sentir como una pequeña de cinco años.

Yo también te amo – murmure contra su pecho.

¿Y a mí no me amas? – hablo mi mejor amiga desde una lado de la habitación.

Sabes que sí, pero menos por despertarme – tendí mis brazos así ella, los cuales los acepto inmediatamente.

Las dejare solas para que conversen – y diciendo esto cerró la puerta.

Vi a Carly quien tenía una gran sonrisa en su rostro, parecía emocionada.

¿Por qué me miras así? – pregunte extrañada.

Por nada – rio.

No pediste tus deseos, sabes, eso de mala suerte – agarro la torta y me la puso nuevamente enfrente de mi cara.

Cerré los ojos y en todo lo que pude pensar fue en Justin.

Sople las velas y Carly tiro todo el chocolate en mí.

Por cierto mi regalo y el de tu padre están abajo – hablo tirando de las mantas para acostarse.

Era tradición que durmiéramos juntas para nuestros respectivos cumpleaños.

Moví la cabeza asintiendo, mientras iba al baño a intentar sacarme todo este desastre pegajoso que estaba en mi rostro.

En el instituto se podía sentir el aire fresco y la emoción de los estudiantes por todas partes, hoy salíamos de vacaciones, lo que significaba tres jodidos meses sin hacer lo mejor que hago; nada.

Muchos de ellos se acercaron a felicitarme, otros lo hicieron por las redes sociales.

Pero la única persona que me importaba que me saludara no había aparecido.

Busque a Justin pero no había rastro de él, era como si la tierra se lo hubiera tragado.

¿Has visto a Justin? – trate de sonar casual, mientras le preguntaba a Ryan.

Lo llame esta mañana pero me tiro hacia la contestadora – respondió encogiéndose de hombros.

Solté un respiro y apoye mi frente en mi casillero.

¿Había hecho algo mal? Era la pregunta que rondaba en mi cabeza.

No debes preocuparte, él es así – trato de sonreír pero termino haciendo una mueca.

La tarde trascurrió sin problemas, como cada año vinieron familiares, primos, tías y amigos. Era algo pequeños, no me gustan las fiestas, nunca he celebrado mi cumpleaños y ahora no sería la excepción.

Cerca de las 12 empezaron a irse todos, había recibido demasiados regalos, partiendo de libros a cosas ya de plata y oro, como pulseras y aros.

¿Te quedas? – mire a Carly mientras estábamos tendidas en mi cama.

Por más que quiera, no puedo – hizo un pucherito y al cabo de media hora me encontraba sola mirando por el balcón de mi habitación.

Estaba tan perdida en mis pensamientos que no note cuando dos manos cubrieron mis ojos.

Adivina – susurro una voz en mi oído haciéndome estremecer. Una voz que yo podría reconocer a millones de kilómetros.

Pensé que no aparecerías – dije tomando sus dos manos apartándolas de mi rostro, estaba cabreada.

Ya había pasado mi cumpleaños y el no había ni siquiera llamado.

Es tu cumpleaños Emma, por supuesto que vendría – parecía incrédulo.

Mi cumpleaños ya paso, fíjate la hora – podría tirarlo del balcón hacia abajo ahora mismo, si no fuera por lo hermoso que luce con esos jeans y botas.

Lo siento por no haber podido llegar antes – me dio una mirada cargada de arrepentimiento.

Odiaba ser tan débil, solo bastaba una simple mirada y yo caía rendida sobre sus pies.

Ya no importa – hable mientras entraba a mi habitación, empezaba a congelarme acá afuera.

El tomo mi mano haciendo que me diera vuelta para mirarlo, parecía cansado, tenía bolsas negras bajo sus ojos y pequeños rasguños en sus mejillas.

¿Quién te hizo esto? – pregunte preocupada.

¿Cuándo este chico se dejara de meter en problemas?

Yo... -tomo un respiro y prosiguió – te traje esto – me entrego un sobre, parecía que estuviera vacío.

¿Qué es? – estaba confundida.

Tu regalo – hablo como si fuera algo obvio.

No tenías por qué – dentro del sobre habían dos boletos de avión, sentí mi mandíbula caer al piso.

Justin... - no tenía palabras, para describir lo que mis ojos veían.

¿Te gusto? – murmuro suavemente con un toque de nerviosismo mientras se rascaba la cabeza.

Justin... esto es mucho...y-yo, no puedo aceptarlo – le trate de entregar el sobre pero él no lo tomo.

Sabía que quería ir a Paris, prácticamente tus paredes hablan por sí solas – ignoro mi comentario y miro todos los carteles que tenia de esa ciudad.

Se dio vuelta y me miro.

Justin, no puedo acep – no alcance a terminar la palabra, cuando me tomo por sorpresa, besándome fuertemente contra la pared.

Sus rosados labios estaban helados pero su boca estaba caliente.

Exigiendo más, pero sus manos se mantenían fuertemente en mi cintura.

Como siempre este beso fue mejor que el anterior.

Feliz cumpleaños cariño – y me abrazo fuertemente por la cintura.

Dejándome en lugar donde pertenecía y donde más anhelaba estar, sus brazos.


Dulce Oscuridad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora