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Valentina:

Francesco ingresa a la habitación después de que me toman las medidas y se vuelve al hombre que me acompaña, quien lleva sus metros de modista alrededor del cuello.

—¿Terminaron?

—Si. —Le responde el, coge su maleta y se le acerca.

—Lo acompañaran a la salida.

Antes de que ambos se marches, me adelanto.

—Francesco..

—¿Si, Valentina?

—¿Siempre esta así de lúgubre la mansión?

Francesco observa los pasillos y la habitación. —El diseño esta echo así.

—¿Y qué hay del jardín?

—¿Cómo dices?

—Está muy descuidado.

—Si el jardín te incomoda puedo hacer que lo arreglen para ti.

¿Esa es la solución de Massimo?

—No, quisiera yo hacerlo.

Francesco me observa con los ojos muy abiertos.

—No estás aquí para ocupar el puesto de un trabajador, tenemos personas para eso.

—¿Y por qué estoy aquí?

Francesco guarda silencio unos segundos. —Don lo dirá cuando regrese.

Suspiro. —Bueno, mientras él no está aquí y no me haya dicho nada, quiero dedicarme a esto.

Los ojos de Francesco se abren.

—También quiero hacer algo con el lugar, no es nada saludable vivir en un sitio tan oscuro.

—No creo que..

—Dijiste que me traerías lo que quiero en caso no se encuentre aquí ¿No?

—¿Qué es lo que deseas?

—Algunas plantas y cortinas.

—¿Cortinas?

—Si, cortinas.










(*)










Cuando esos hombres volvieron con mis compras, lo primero que hice fue cambiar las cortinas de lugares como la sala y el dormitorio, incluso abrí las ventanas que parecían no haber sido abiertas nunca, el aire entro y el lugar se sentía más fresco, el resultado fue muy favorable, ahora hasta la luz entraba a la casa y ya no parece el castillo de Drácula en transilvanea.

Aunque debo decir que afecto mucho a los hombres que trabajan aquí.

Pobre de ellos, parecía que no habían visto la luz del día hace mucho.

A Algunos les gusto el cambio a otros no y Francesco estaba preocupado.

Ahora estoy sembrando en el jardín, mientras un par de ojos me observan sorprendidos, además de los hombres de seguridad que no me quitan la mirada de encima en ningún momento, también lo están las personas que trabajan aquí.

El jardín es demasiado bonito como para tenerlo tan oscuro y descuidado, sin ningún rastro de color en él.

Me pregunto si el tal Massimo es igual.








Massimo:

—Bienvenido.

Francesco me recibe mientras acomodo mi corbata, su mirada va hacia ella, para ser exactos en la sangre manchada.

Me quito la corbata.

—¿Volviste a divertirte?

Le doy una mirada mientras ingresamos a la mansión.

—¿Y ella?

—Massimo, antes de que entren..

Me congelo.

—Sí.—Francesco suspira.—Pasaron cosas.

Mis manos se forman puños.

—Massimo, antes de que...

—¡¿Quién demonios a destruido esta casa?!






Hola...

Alguien no estará contento con los cambios.

>>Yiemir.

Me llaman Mafia (#3 Hijos de la Mafia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora