XLI

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Me desperté al sentir frío en las piernas, recordé lo que había pasado la noche anterior y aún con los ojos cerrados, sonreí. Me di cuenta de que Natalia no estaba en esa cama, así que abrí los ojos. Sentí como entraba alguien en la habitación y sabiendo que era Natalia me hice la dormida. Se acercó y me tocó un muslo, debió de comprobar la temperatura fría de este, porque cogió la manta y me arropó bien. No pude ocultar una sonrisa y oí una risa suya.

-Mentirosa -me acusó dejando algo sobre la mesa.

-Jo Nat, como eres tan adorable? -se sentó en la cama y me levanté un poco para abrazarla.

-Si, yo adorable y tú me mientes -rió separándose. -Tienes hambre? -preguntó llendo hacia la mesa.

-Un poco -admití desperezándome y buscando mi ropa.

-Está aquí... -señaló una silla donde estaba mi ropa doblada, sonreí y dejé un beso en su espalda antes de vestirme. -Pero te he dejado algo...más cómodo aquí

La cercanía que teníamos era algo que habría sido totalmente inimaginable unos meses atrás, como nos mirábamos y como me cuidaba. Me hacía sentir bien conmigo misma, y mi padre siempre decía que te tenías que quedar con quién te hiciera sentir tu misma. Si lo decía mi padre, tenía que ser cierto. Me acordé de la pequeña bronca que tuvimos en el pub, por mi culpa. Y como la grité, se asustó mucho y no sabía cómo manejar la situación. Ya la había pedido perdón, pero había sido una auténtica posesiva de mierda, y eso me jodía. Porque yo siempre había defendido lo contrario.

-Albi, que quieres para desayunar? Tomas zumo? -no me había dado cuenta de que Natalia había salido de la habitación y estaba sola y todavía sin vestirme.

-Si, lo que sea -elevé el tono poniéndome la camiseta que me había debajo, su sudadera gris y unos vaqueros.

Caminé hasta la cocina con la sonrisa más grande que tenía, como una niña que obtiene un dulce de su abuela. Esa sensación de emoción y amor, era la que sentía. Y no de nadie más, de una abuela o abuelo. La encontré preparando dos vasos en la encimera y me abracé a ella con cariño. Es que no puedo estar sin tocarla ni 10 minutos? Se asustó un poco por la sorpresa y dió un pequeño saltito que me pareció de lo más adorable.

-Ay Alba -se puso la mano en el pecho y se dió la vuelta, la tenía acorralada contra la encimera.

-Te he asustado? -me hizo gracia su reacción.

-Un poco -sonrió dulcemente, cualquier día me mataba por una sobredosis de azúcar. Que pena que desde siempre, los dulces son mi punto débil.

-Eres feliz? -se me vino a la cabeza y lo dije. Quizás debería de haberlo pensando mejor, a juzgar por su cara de susto.

-No se -se encogió de hombros sin despegar la vista de mi. La miré interrogante sin entenderlo, como podía no saber si era feliz o no? Era una pregunta fácil. -Se que...estoy mucho mejor que hace unos meses

Acaso nunca había sido feliz y por eso no podías saberlo? Porque esa sensación me estaba doliendo tanto.

-Si, estás mucho mejor -eso era verdad, la mejoría se notaba de aquí a Marte. No parecía la misma chica que conocí en un callejón, tenía color en la mirada. Y una sonrisa que iluminaba hasta el hueco más oscuro de mi alma.

-Si, gracias...a ti -acaba de decir eso? Lo acaba de decir. Estaba a punto de desmayarme.

La abracé escondiendo hundiendo todo lo que la anatomía de su cuerpo me permitia la cabeza en su pecho intentando recordar esa sensación calurosa para siempre. Sabía que eso no podía ser para siempre, porque me habían hecho creer que no encontraría el amor de mi vida a tan temprana edad. Pero la esperanza me mataba, me hacía sentir vulnerable.

The weird / ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora