—¿Qué fuego? Por favor, dime. Necesito respuestas. ¿Qué fuego?
Estaba tan asustada que olvidé las formalidades.
—¿Qué fuego?
Él parpadeó con lentitud, sin dejar de observarme.
—Nahuel fue consagrado en la tercera luna del oeste. Nahuel se comunica con los espíritus cuando éstos permiten que Nahuel pueda seguirles los talones —la seriedad de su voz me estremeció—. He sentido el suyo, señorita Catherine, cuando nos hemos tocado. Me ha herido. Su espíritu no quiere hablar con los vivos, solo con los que están al borde de la muerte.
—¿Qué significa eso? —exigí, temblando. ¿Aquella era la causa por la que algo, o alguien, me había hecho daño al tener la visión?
—¿Qué ha visto?
—A un hombre..., a un hombre siendo ejecutado, quemado vivo...
Apretó la mandíbula, aunque conservando la calma.
—Su espíritu no ha querido que Nahuel viera porque Nahuel no está al borde la muerte. Lo que ha visto, señorita Catherine, es la muerte de alguien. No la de Nahuel. Ha visto la muerte de Honovi.
—¿Có-cómo?
—La ha visto porque Honovi está intentando comunicarse con usted. Nahuel no es digno de tal honor. Nahuel no fue elegido para leer en el fuego.
—¿Y por qué..., por qué yo...?
—Porque usted es la elegida. Hay una razón por la que afirma sentir a Honovi al otro lado de sí misma: Honovi está al otro lado de sí misma, es su mitad. ¡Todo ha adquirido sentido ahora, alabado sea el Gran Espíritu! —exclamó, levantándose con urgencia y dando vueltas por el espacio semivacío—. Honovi es el único buscador que queda con vida entre los nuestros. Cuando un buscador muere, su espíritu se posa en su sucesor. Solo los ancestros albergan el porqué. Señorita Catherine, usted es la sucesora de Honovi. Cuando él abandone este mundo, usted ocupará su lugar.
"Sé que nos encontraste por algo. Honovi te conocía antes de verte por primera vez. Sabía que serías la próxima jiibay-waabi", retumbaron las palabras de Ishkode. Lo supo desde siempre.
—Honovi está preparándola porque va a morir. Está instruyéndola. Sabe que está preparada. Por eso el fuego ha despertado por fin.
Durante las semanas en las que urdí mi plan de venganza contra los asesinos de Antoine, en ocasiones, bañada en sudor y pesadillas, sentía que estaba dentro del cuerpo de Honovi, en el poblado, y olía con su olfato y rozaba con su tacto. Veía con sus ojos. ¿Cómo había podido ignorar aquellas señales?
—Yo..., no puede ser..., preparada para...
—Usted es la próxima manidoowi, la que fue prometida en el humo. Una mujer, como Johona. ¡Por supuesto, una mujer! —se llevó las manos a la cabeza—. Una jiibay-waabi.
Advertí que sus formas se teñían de un profundo respeto, casi religioso.
—Por eso ha sobrevivido hasta hoy...
Sin satisfacer mi confusión, se arrodilló ante la hoguera, murmurando oraciones que jamás había escuchado, y se cubrió los brazos de ceniza fresca, negra como el tizón. Miró al cielo, como si estuviera comunicándose con él, con su amigo Honovi, y cantó, en trance.
—Gracias por traerla a nosotros. Gracias por traerla a nosotros... —entendí entre su balbuceo—. Gran Espíritu. Dispón de tus siervos. Indícanos la ruta. Gracias...
Me arrastró hacia él, sin cesar de cantar entre dientes, y me manchó el rostro con las palmas abiertas. Tenía los ojos llorosos.
—Ella Es El Espíritu Que Ve. Ella Ve. Ella Ve.
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Waaseyaa (III): Despierta en llamas
Historical Fiction"El tiempo de los vivos se dilata en el cielo y el cielo es eterno. A los ojos de los ancestros, nuestras acciones son como el mísero aleteo de una mosca. Una década siempre es ayer. El mañana una repetición enunciada ante la pira. Las llamas me...