Zhiigaa - Una viuda

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Toda la comitiva votó y, por unanimidad, se decidieron establecer tres partidas distintas. Namid no estaba en absoluto seguro de que fuera buena idea dividirnos, pero confió en Liwanu, uno de los mejores estrategas de la época y, en ausencia de Nahuel, aliado principal. El primer grupo estaría conformado por las cuatro mujeres y siete guerreros hurón de Dog Lake. No podíamos ceder más hombres, por lo que tendrían que llegar hasta el escondrijo de los cinco por sí mismos. Dibikad se encargó de explicarle a Guyapi, el joven que nos había llevado hasta el campamento de Motega, todos los secretos de la travesía con ayuda de un pequeño mapa que había ido trazando conforme avanzábamos. Le advirtió que, si les atacaban, debía quemar dicho mapa antes de defenderse, puesto que en él estaban los secretos mejor guardados de la resistencia, así como el mensaje encriptado que Namid le había escrito a Inola.

El segundo y el tercer grupo nos dividiríamos aquel mismo día. Unos tomarían la ribera de Dog Lake en dirección sur y se ocultarían en las sinuosas arboledas previas a Thunder Bay. Allí, dos elegidos serían los encargados de infiltrarse en la bahía para conseguir las canoas que los llevarían a Isla Royale, donde acamparían hasta que Sokanon les llevara un mensaje encriptado. Ellos nos mandarían otro a través del ave, siendo aquella transmisión de información la última que intercambiaríamos durante meses.

—Desde Isla Royale cruzaremos el Lake Superior, acampando en las costas seguras de Michigan, hasta alcanzar Saint Marys —informó Liwanu.

Oso Que Gruñe sería el representante del segundo grupo. Catorce guerreros en total, entre los que estaban: el líder del clan del castor, el líder mohawk y, nuestro bastión de confianza, Makwa.

—La tercera partida seguirá en tierra por el interior de la frontera marcada tras la guerra. Saint Marys también es nuestro objetivo —tomó el turno de palabra Namid.

Seríamos catorce guerreros. Nadie había sido elegido al azar. Liwanu y Namid habían pasado horas reunidos para constituir los grupos. Pude deducir algunos criterios: Dibikad era el mejor rastreador, altamente cualificado en terreno liso; los representantes de cada tribu habían sido divididos de forma equitativa —dos líderes hurón en el segundo grupo, junto el líder mohawk, y un líder hurón, un líder iroqués y un líder cree en el tercero, con la ventaja de que Namid encarnaba al clan del búfalo y a los ojibwa al mismo tiempo—; Motega era el eslabón más reciente con la situación de aquellos parajes, no serviría de nada montado en una canoa, y Waaseyaa era blanca, lo que significaba que era necesaria para los posibles señuelos o misiones que implicaran adentrarse en poblaciones.

—Tened los ojos abiertos y recordad cuál es vuestra misión. No entréis en disputas estúpidas, lo importante es el que el mayor número de nosotros podamos regresar al amparo de los cinco, cueste lo que cueste, y recabemos información relevante. Sé que todos somos igual de decisivos en esta empresa, pero os pido que confiéis en Liwanu. Es un veterano de guerra, mano derecha del gran Nahuel, y habla a través de Wanageeska.

Namid estaba ojeroso, no había pegado ojo en toda la noche, y Oso Que Gruñe le asintió con respeto cuando le dedicó aquella arenga. Los guerreros le miraron y, gracias a él, depositaron sus fuerzas en el hurón. El Bailarín continuaría siendo el jefe indiscutible de la comitiva entera, estuviera esta dividida o no. Me erizaba la piel pensar que el hombre al que había besado podía ejercer tal influencia. Y que nos sobreviviría en páginas y sangre.

—Haced el equipaje. Solo lo imprescindible. Volveremos a reunirnos al romper la nieve.


***


Había una razón por la que nunca deshacía el equipaje cuando acampábamos en cualquier sitio: era pasajero. Un huérfano del mundo se desprende del hogar para cargarlo en el macuto de su corazón. Es un caminante incansable.

Waaseyaa (III): Despierta en llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora