Su presencia allí me dejó tan impactada, que no me percaté del otro hombre que entraba en el salón por el otro lado. Su voz profunda y masculina me hizo volverme hacia él.
―Lo siento, he acabado con el jabón de manos.
―Oh, no te preocupes, Naruto. Hinata lo repondrá enseguida.
Cuando alzó la vista hacia mí, unos increíbles ojazos azules me sonrieron. Solo pude asentir. La sorpresa que Hotaru se había encargado de darme me había dejado sin palabras.
―Será mejor que te arregles para salir. Mis papás nos han invitado a cenar a todos.
Genial. No solo tenía que saber que Hotaru iba a hacer pasar a “mi novio” Kiba, por “su novio”, sino que además tenía que hacer de testigo. ¿Y qué iba a hacer?, ¿decir “no gracias, estoy muy cansada”, y dejar que la rabia me comiese viva?, ¿o ir, sonreír tanto como mis músculos faciales aguanten, y aprovechar la ocasión y cometer un homicidio en el baño de señoras de un restaurante que nunca volveré a pisar? Lo segundo pintaba mejor, porque no tendría que limpiar la sangre después.
―Ok, una ducha rápida y estoy lista.
Caminé deprisa a mi habitación y cerré la puerta. Y no sé cómo sonó desde fuera, pero grité tan fuerte mi impotencia que no creo que la pobre almohada que tenía en la boca se recupere del shock. Menos tensa, que no más contenta, recogí algo de ropa y me dirigí al baño. Antes de cerrar la puerta levanté la voz, pero no me acerqué al salón. Seguro que mi cara aún estaba congestionada por el grito y no quería darles aún más motivos para pensar que estaba loca.
―Hotaru, ¿podrías dejarme tu secador? El mío hace ruidos raros.
No esperé a que respondiera. Cerré la puerta, acomodé la ropa y acerqué la toalla a la ducha. Después abrí el grifo y esperé a que el agua cogiera temperatura. Seguir las pautas habituales era fácil de hacer. Eso, o salía ahí afuera, agarraba a Hotaru de los pelos y tiraba de ella hasta mi cuarto, donde tendríamos una “larga” y “desestresante” charla. Al menos lo sería para mí, cuando los pelos de su cabeza estuviesen en mi mano, y no pegados a su cuero cabelludo. Estaba apoyada en el lavabo, cuando dos golpecitos a la puerta precedieron a Hotaru.
―Aquí tienes.
Le cogí por la muñeca y tiré de ella hacia dentro, cerrando la vía de escape a su espalda.
―¿Pero qué parte de NO es la que no entendiste?
―Lo siento, lo siento. Pero Kiba llegó para llevarte a cenar y mis padres avisaron que estaban llegando… solo tuve tiempo de explicarle un poco por encima…
―E hiciste lo de siempre, rodaste la bola de nieve un poco más. ¿No comprendes que en cualquier momento te puede explotar en la cara? Bueno, explotarnos en la cara, porque al final te la has apañado para meterme en todo el lío.
―Perdóname, Hinata. Te prometo que te… te compensaré. Además, no puede ser tan malo, solo será esta noche y después ya se me ocurrirá algo para arreglarlo, lo prometo.
¿Qué iba a hacer?, ¿matarla? Los actores estaban todos en escena y la obra ya había empezado. Así que, como decía Freddie Mercury, «Show must go on» (el espectáculo debe continuar).
Doce minutos y medio, eso es lo que tardé en ducharme, secarme el pelo y ponerme un vestido, unas sandalias y recogerme la melena en un moño. Bastante calor tenía yo encima como para sudar más.
* * *
Transporte, estupendo, ahora a ver cómo nos repartimos en dos coches. Ya me había sentado en el de Kiba, en el asiento trasero, que no había vuelto a probar desde un calentón de besuqueos que tuvimos hacía casi tres meses, cuando vi la oportunidad de poner las cosas en claro.