―”Evitarme no hará que escapes de nuestra charla pendiente”.
Genial. Ahora sabía que Naruto se había despertado y que se había dado cuenta de que no estaba en casa. Y, sobre todo, que aún seguía determinado a tener esa charla. Bueno, al menos tenía unas cuantas horas antes de verlo. Tenía que pensar, así que fui al único lugar donde podía hacerlo.
―No te esperaba esta tarde. ―Susan caminó a mi lado, sujetando un historial médico en su brazo.
―Sí, cambié mi turno.
―Tienes mala cara, ¿has dormido mal?
Y ahí empecé a soltar toda la historia del incendio, de Naruto, de mis dudas y luego llegó la historia de Kiba y Hotaru… y sin darme cuenta había vaciado mi alma sobre otra persona. Cuando terminé, Susan se quedó pensativa unos segundos, como analizando toda aquella información.
―¡Wow!, y yo creía que yo tenía un problema gordo. Lo tuyo me supera por… ¡uf!, no sé con qué compararlo.
―A veces ni yo misma sé cómo sigo cuerda.
―Eres más fuerte de lo que crees y estoy segura que no te dejas asustar con facilidad. Eres de las que pelea hasta el final del partido, no te rindes.
―¿Tú crees?
―No lo creo, lo sé.
―Cuando tú lo dices hasta puedo llegar a creérmelo.
―Me das más mérito del que tengo. Ah, y hablando de lo súper fantástica que soy, ¿quieres que te acerque luego a casa?, terminamos el turno a la misma hora y creo recordar algo de que habías venido en bus.
―¿Lo harás?
―Claro, sin ningún problema.
―Pero es domingo por la noche, no tienes un…
―¿Novio ibas a decir?
―Bueno, o algo así.
―Ya digas novio, chico, amante, amigo, acompañante, colega, compañero,plan y un largo etc. de posiciones en las que un hombre puede estar con respecto a una mujer, la respuesta es no. No tengo nada de eso esperándome y ese es mi problema.
―Pero tú eres…
―Sí, lo sé. Guapa, inteligente y todo lo que puedas decirle a alguien para no hacerle daño cuando le dejas.
―Lo siento.
―No es tu culpa. Y tampoco la mía, aunque a mi madre no le entre en la cabeza comprenderlo. Pero hace tiempo que asumí que mi trabajo es mi mayor prioridad, y a ningún hombre le gusta ser el segundo en el corazón de una mujer.
―Eres buena en tu trabajo. Eso no es malo.
―Pues claro que no. Pero no nos centremos en mí. ¿Me dejarás llevarte a casa?
―Claro.
―Bien.
―¿Por qué quieres hacerlo?
―Porque has hecho que mi vida no sea tan mala, porque necesito acabar el día con una buena acción, porque me gustaría que fuésemos amigas. No sé, escoge lo que más te apetezca.
―Tienes un sentido del humor muy raro.
―Lo sé. Es mi sino. Lista y con un sentido del humor muy negro. El repelente natural para los hombres.
―Eres imposible. Pero me caes bien.
―Sssshhhh, no lo digas muy alto. Alguien puede estar escuchando.
Dejé a Susan con una sonrisa en la cara y la tranquilidad de que no se me haría tarde cuando regresara a casa. Sí, el día parecía que se estaba arreglando. Susan me esperaba junto al ascensor cuando nuestro turno terminó.
―¿Lista para ir a casa?
Pensar en Naruto hizo que mi estómago se apretara. No, no estaba lista, pero lo afrontaría, aunque… vi las pastillas que estaba tomando, con un poco de suerte, lo tendría medio dormido o rendido del todo para cuando llegara. Bueno, eso pensaba hasta que las puertas del ascensor se abrieron y, parado contra la pared del fondo, encontré al sujeto de mis pensamientos.