cap 18

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Estaba lavándome los dientes sin poder dejar de pensar en Naruto. Había traído una deliciosa cena, recogido mi ropa y llevado mis pertenencias a la habitación. Puso sábanas limpias y se empeñó en hacerlo solo, así que únicamente pude meter los platos en el lavavajillas. Y ahora mis cosas habían encontrado un nuevo lugar en aquel baño. Se me hacía raro compartirlo de nuevo con un hombre. Mi hermano Neji no usaba espuma de afeitar cuando me fui de casa. Pero Naruto sí. Era raro encontrar un aseo de chico tan ordenado y limpio.

Encontré su puerta cerrada cuando salí del servicio y casi que lo agradecí. Si en ropa de deporte estaba sexy, no quería verlo en pijama. Bueno sí, pero no debía.

Me metí en la cama y cerré los ojos. Mi vida había dado un giro brusco y no tenía ni idea de lo que ocurriría ahora. Incertidumbre, genial, había llegado a la tercera fase del duelo, la negociación.

Por la mañana, el olor de panqueques me despertó. Caminé hasta la cocina, donde Naruto estaba trasteando con el desayuno. Tenía unos vaqueros sin abrochar del todo y una vieja camiseta desteñida. El pelo estaba aún desordenado. 🤤*

―Buenos días.

―¡Ah!, buenos días, dormilona.

―Huele muy bien.

―Entonces espero que tengas hambre.

―Estoy famélica.

―Bien. Pues carga las pilas, porque tenemos que hablar.

―¿Ya me vas a asignar mis tareas?

Naruto soltó una profunda risotada. Tenía una risa contagiosa,natural y... sexy. ¿En serio? Mi novio acababa de ponerme los cuernos y yo pensando en lo sexy que era todo lo que tenía que ver con este hombre.

―Mañana tengo turno en la estación, así que no podré recogerte al salir del trabajo.

―No te preocupes, miraré la línea de autobuses.

―Ni de broma, quiero que te lleves el coche.

―¡¿Qué?! No, ni hablar. Solo faltaba eso, que te quedaras sin coche.

―Tú tienes peores horarios de bus y yo no me quedo sin transporte, por eso no te preocupes.

―No me preocuparé si te llevas el coche.

―No te lo estoy pidiendo, vas a hacerlo.

―No, Naruto, hace mucho que no conduzco.

―Por eso necesito que desayunes bien. Vamos a hacer algunos recorridos hasta que estés más suelta.

―Estás siendo demasiado bueno conmigo.

―Nah, me compensarás cocinando alguna cena. Tuve que escuchar a mi padre durante dos días. Lo impresionaste con la cena que le hiciste.

―Que me robó, más bien diría yo.

―Entonces, ¿hay trato?

―Vale, pero yo te llevo y te recojo en la estación. Así que ya puedes ir enseñándome el camino.

―Puedo hacerlo, pero no me llevarás ni me recogerás.

―Eres un cabezón.

―No, Hinata. Había estado esperando la ocasión para viajar con mi pequeña y esta es la mejor.

―¿Qué?

―Ven, sígueme.

Caminé detrás de él hasta la puerta que comunicaba con el garaje. Allí, debajo de una lona, aparecieron dos ruedas.

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