Hay una teoría que dice que puedes saber cómo un hombre hace el amor por la manera en la que besa. Kiba besaba de dos maneras, la primera era un beso rápido y sonoro sobre los labios, ese que servía igual para hola y adiós, y que decía “tengo prisa”. Y el otro que era “estoy caliente como la rueda derecha de un auto de NASCAR, después de cruzar por la bandera a cuadros”. Era pasar de “dulce, aunque casi ni me entero”, a “me ha pasado la gran ola por encima de la cabeza y necesito sacarla para respirar”. Se movía de la primera a la quinta marcha, saltándose las tres de en medio.
Naruto… cómo catalogarlo. Me había besado dos veces, dos malditas veces, cada una a su manera, me había dado vuelta la piel del cuerpo, TODO mi cuerpo. Naruto besaba como si intentara decir lo que quería sin usar una sola palabra. La primera vez sentí su necesidad de mí, como si quisiera robarme el aire de los pulmones para llevárselo consigo, como si necesitara decirme que era importante para él, y lo hizo con desesperación, porque no tenía mucho tiempo. Pero no me sentí avasallada, o utilizada, no, era como si me dijera “no puedo entrar allí dentro sin saber que estarás aquí afuera esperándome cuando salga”..Pero estaba tan aturdida por todo que no tuve tiempo ni cuerpo para darme cuenta. Pero su segundo beso… ¡Oh, Dios mío!, era toda una oda hacia mí..Había anhelo, necesidad, adoración, desesperación y finalmente, hambre, mucha hambre, como si llevara días vagando por el desierto y yo fuera el primer oasis que veía y que no era un espejismo. Sus labios eran dulces, delicados, pero exigentes y valientes. Su boca se alimentaba de mí, mientras su lengua asediaba.y doblegaba a placer. Y sus manos… eran dos exploradoras excitadas pero delicadas, que querían llegar a todas partes, aunque se tomaban su tiempo en recorrer cada pedazo disponible. Como si estuviese haciendo un primer reconocimiento y memorizándolo todo. Naruto no solo me besaba, él me guiaba, me arrastraba a esa desesperada pasión que incendia rocas convirtiéndolas en lava candente. ¡Dios!, no quería ni imaginar cómo sería en la cama, porque…
Cuando me di cuenta de dónde estaba, los ojos de Naruto me observaban intensamente desde cerca, muy cerca. Su boca estaba entreabierta, tratando de coger todo el aire que sus pulmones exigían recuperar. Su cuerpo irradiaba calor, atravesando la tela que separaba nuestra piel de estar en contacto. Sus brazos me sostenían con firmeza mientras temblaba, ¿o era yo la que temblaba?, podría ser. Mis pulmones gritaban por respirar de nuevo, como si mi cuerpo hubiese corrido un sprint de 200 metros y ahora necesitase recuperarse. Pero me daba igual que mi corazón estuviese a punto de salir por mi garganta, era un buen momento para morir.
―No tienes ni idea del tiempo que he deseado hacer esto.
―Vuelve a hacerlo.
Era una orden, y Naruto así lo entendió. Se inclinó sobre mí, aferró mi culo con fuerza y me izó sobre la encimera. Y entonces noté su cuerpo tensarse por el dolor. Ninguno de los dos se había acordado de su hombro, hasta que este nos recordó que no era recomendable hacer esas cosas aún.
―Te hiciste daño.
No pude evitar acariciar su mejilla mientras lo miraba. Quería reconfortarle, eliminar aquel dolor. Pero él era un hombre con una misión y la iba a terminar. Volvió a besarme con urgencia, con calor, y no pude detenerlo, porque tampoco quería.
Cuando volvimos a respirar, su frente se quedó pegada a la mía, como si su cabeza necesitara ese apoyo para no caer.
―No quiero soltarte.
―Pero vas a hacerlo.
Naruto retrocedió un paso y me dio un poco de espacio. Su rostro inclinado mostraba un arrepentimiento infantil que era adorable en un hombre de su tamaño.
―Lo… lo siento, me dejé llevar.
―¡Hey! ―Tendí mi mano hacia él y, con cuidado de no hacerle daño, tiré de su hombro bueno hacia mí de nuevo.
―Mírame. ―lo hizo. ―Me ha gustado, mucho. Pero no quiero que te lastimes por mi culpa.
―De acuerdo.
―Y ahora voy a bajar de esta barra de desayuno, porque mi culo se está quedando frío, y lo voy a hacer sola.
Naruto reculó un poco más, pero su expresión infantil dio un tremendo giro. Su boca se elevó en uno de sus costados, y sus ojos se centraron en mí como los de un depredador a punto de saltar sobre su presa.
―Puedo usar el brazo bueno.
―Si lo haces me agarraré a ti como un mono y no querré bajar, y al final te haré daño otra vez.
―Puedo contigo de sobra con un solo brazo.
―Ja, no soy un peso ligero como esas tipas anoréxicas. Soy toda curvas, y te aseguro que están macizas, no hay nada falso aquí.
Golpeé mi cadera y Naruto se acercó para poner su mano buena sobre ella. Peligrosamente cerca de la zona de mi trasero.
―¿Sabes cuánto pesa el equipo básico que tengo que llevar?
―Ummm, no.
―Casi 35 kilos solo el traje, la bombona de oxígeno y la bolsa de intervención. Si arrastro un hacha o una víctima, ¿cuánto peso crees que tengo que llevar?
―Ummm, ¿mucho?
―Créeme. Puedo ayudarte a bajar de ahí y ni siquiera notarlo.
Miré hacia el suelo y calculé mi pequeño salto. No era nada, pero… ¿y perder la oportunidad de volver a pegarme contra ese duro cuerpo?
―Vale, pero solo como ayuda, no vas a cargar con todo mi peso con tu brazo.
―Tú agárrate y déjame el resto a mí.
Y lo hice. Él se acercó y yo envolví mis brazos alrededor de su cuello y dejé que su antebrazo se colocara bajo mi culo. Me alzó contra su pecho y yo me deslicé por él con muuuuucha lentitud. Cuando toqué el suelo, no me soltó. Sentí el aire golpear en mi cabeza cuando habló encima de mí.
―Esto no ha sido una buena idea. ―Me alejé de un salto de él. Al final le hice daño, lo sabía.
―Lo ves, cabezota. Te lastimé.
―Ummm, pero no de la manera que pensábamos.
―¿Qué quieres decir? ―Él se giró, y empezó a caminar hacia el baño.
―Ahora necesito una ducha fría, muy fría.
Cuando lo entendí, no pude evitar soltar una risita.