cap 15

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Naruto

―Jefe, he notado que Smoke está un poco alicaído. ¿Podría llevarlo a que lo revisaran?

―Tiene 11 años, no pretenderás que vaya dando carreras por toda la estación.

―Me sentiría mejor si le echara un vistazo un veterinario.

―Está bien, pero tendrás que hacerlo fuera de tu turno.

―Contaba con ello.

Cogí el teléfono y marqué el número de Hotaru. Con un poco de suerte la pillaría desayunando.

―Hola.

―Hola, Hotaru. ¿Tu novio es veterinario, ¿verdad?

―Eh, Kiba, sí, claro.

―Verás, necesito que revisen a la mascota de la estación y me sentiría más cómodo si lo hiciera alguien conocido. ¿Podrías darme su dirección?

―Eh, sí, espera, la tengo en algún sitio...

Esperé hasta que la encontró, la anoté y no pude evitar apretar mi mandíbula cuando colgué. Su voz no parecía tan segura como otras veces. Cada vez estaba más convencido de que pasaba algo allí.

―Vamos, chico, te voy a llevar a dar un paseo.

Smoke se levantó del suelo y comenzó a caminar a mi lado. Cogí su correa y lo llevé hasta mi coche.

―¡Hey!, ¿dónde te llevas al cuatro patas?

―De misión.

Me encantaba dejarle aquella cara a sai. Se moría por preguntar más, pero no iba a darle tiempo de hacerlo.

Aparqué el SUV a poca distancia de la clínica veterinaria y llevé a Smoke a paso tranquilo. Tampoco era bueno estresar a un perro que casi nunca salía de la estación, y menos con su edad.

Me acerqué a recepción y pregunté por Kiba. No me gustaba hacer todo aquello de la seducción, pero la guerra era la guerra, y aquella era una misión de espionaje en toda regla.

―Oh, claro. El doctor le atenderá en un momento.

―Verás, ummm... Sondra. Kiba es el novio de mi hermana y Smoke está muy mayor. Me sentiría mejor si fuera él quien lo viera.

Y sonreí como si fuera un príncipe encantador. Aquella sonrisa conseguía aperitivos gratis en los bares de deportes y nunca me había fallado.

―Oh, entiendo. No te preocupes, ¿eh? ...

―Naruto, me llamo Naruto.

―Iré a ver si puede recibirte, Naruto.

Sonreí con esa cara de "me has salvado la vida" y ella se alejó balanceando su trasero. La chica no estaba mal, pero había visto moverse un trasero que llenaba mejor aquella ropa de clínica.

Minutos después, Sondra regresaba seguida de Kiba.

―Hola, Kiba.

―Naruto.

―¿Podrías echarle un vistazo a Smoke? Está algo apagado.

―Claro, sígueme.

Caminé detrás de él y le observé mientras levantaba al viejo Smoke sobre la camilla. Empezó a revisar sus orejas, su cuello, sus patas... y después de un rato, apoyó ambas manos sobre la camilla y me miró directamente.

―Smoke no tiene nada, solo es un perro mayor.

―Lo sé.

―Entonces, creo que sé a qué has venido.

―Ilumíname.

―A estas alturas Hinata ya te lo habrá contado todo, o casi.

―Me gustaría escuchar tu versión. ―Una cosa era tener una idea aproximada de lo ocurrido, y otra muy distinta que me dieran la confirmación de lo que realmente estaba pasando. Ver humo no siempre significaba que había fuego al otro lado.

―¿Mi versión?, ¿qué quieres que te diga? ¿Qué me equivoqué? Pues sí, lo hice. Después de toda una semana de actuación, de hacernos arrumacos y besarnos delante de tus padres, al final se convirtió en normal. En uno de aquellos besos pasó algo, no sé cómo nos quedamos solos y, antes de que pudiésemos pensar, estábamos revolcándonos como dos gatos en celo.

No podía decir nada, estaba conmocionado y no me atrevía a pensar, por si me perdía cualquier parte de aquella diarrea verbal.

―¿Que si fue mi culpa?, totalmente. ¿Que si me arrepiento?, cada segundo. Pero lo peor fue ver el rostro de Hinata, cuando descubrió lo que había pasado.

―No pensabas decírselo.

No era una pregunta, y Kiba lo sabía.

―Con el tiempo se lo habría confesado.

O seguramente no, hijo de puta, pensé. Porque en la cara de Kiba había algo más que arrepentimiento, había ira y odio. Él era de los que nunca quedaban mal, y aquella vez había sido un cabronazo y le habían pillado con todo el equipo.

―Voy a arreglarlo, seguro. Hinata es una buena chica y me perdonará, estoy convencido. A menos que tú te metas en medio, que sé que ya lo has hecho.

―Hinata es lo suficientemente mayor como para tomar sus propias decisiones.

―Ya, seguro, como si tú no te estuvieses aprovechando de su estado para meterte entre sus piernas.

―No todos somos unos cabrones como tú, Kiba.

―Puedes mentir, pero he visto cómo la miras, cómo la persigues. Sé que quieres robármela.

No sabía cómo había aguantado hasta ese momento sin partirle la cara a ese impresentable, pero notaba cómo el control que mantenía se estaba esfumando. Nos había engañado a todos: a mí, a mi padre, a Nonō y, sobre todo, a Hinata.

―Yo no persigo a las mujeres de otros. No es mi estilo.

―Entonces aléjate de ella.

―Es mi amiga y ahora me necesita. Porque el gilipollas de su novio se ha tirado a su mejor amiga delante de sus narices.

―Y tú eres una hiena que se aprovecha de los despojos de los demás.

¡Hasta ahí!, mi puño salió volando hacia la cara de aquel cretino egocéntrico. No soy una persona violenta, pero disfruté viéndole caer al suelo y la sangre saliendo de su boca. Los gruñidos de Smoke le amenazaban desde lo alto de la camilla. ¡Bien por mi equipo!

―Esto solo es un aviso. Si vuelves a hacerle daño, puedes empezar a correr, porque te despedazaré.

Y por primera vez en mi vida, cada palabra de amenaza que salió de mi boca tenía intención de cumplirla.

Smoke saltó de la camilla y salió caminando detrás de mí. Parecía que una buena confrontación era lo que necesitaba para volver a la vida.

No dije adiós cuando salí de la clínica, no tenía ganas de ser amable.

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