cap 34

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Me levanté con una sonrisa en los labios, ¿cómo no hacerlo? Hoy iba a ser un gran día. El sol brillaba y la temperatura era perfecta. El hombre del tiempo había pronosticado un día de playa espectacular, y lo iba a ser, por muchas razones.

¿Hay algo mejor que dormir junto al cuerpo de un bombero cada noche, sobre todo si el bombero es Naruto? Pues sí, lo hay, es ir a la playa con ese bombero y verle lucir ese cuerpo en un pequeño bañador turbo. Sí, ya sé, yo puedo ver más, e incluso tocar con descaro ese cuerpo todas las veces que quiera, pero en casa. Llamadme mala, pero, ¿quién tiene una joya así y no la luce para dar envidia?, pues eso. Hoy estaría en la playa, sentada en una toalla, dejando que esas manos fuertes extiendan el bronceador por mi espalda, dando envidia al resto de las mujeres con ojos. Y luego, yo daría crema a ese cuerpo, sabiendo que las féminas, y algún hombre, a mi alrededor, estarían soñando estar en mi lugar. Sí, puede que el instinto de posesión se hubiese apoderado de mí con mucha velocidad, pero, ¿cómo no hacerlo con un hombre así?

Casi daba saltitos cuando metí mi trasero en el recién reparado SUV de Naruto. Ir al taller con un hombre como Menma era como hacer trampas en las carreras de caballos. Él sabía cómo hablar con los mecánicos y, sobre todo, con el dueño del local. Consiguió que lo repararan con celeridad y con todas las garantías de que volvería a funcionar a la perfección.

Así que allí estaba yo, conduciendo por Miami, con una caja de magdalenas caseras en el asiento del acompañante y el “manos libres” del teléfono preparado para atacar. Naruto no sabía que el coche estaba ya arreglado, y mucho menos que iba a ir a recogerle. Así que, con una pícara sonrisa, marqué el número y esperé a que la línea se abriera. Cuando sucedió, era la maravillosa y risueña voz de Naruto la que respondió.

―Buenos días, tesoro.

―Hola. ¿Qué tal la noche?

―Tranquila para ser noche de viernes.

―Bien, así no tendré un novio dormido en mi toalla hoy.

―¿Dormido? Ya te demostraré lo cansado que estoy antes de ir a la playa.

―Eso suena a que llegaremos tarde.

―Un par de horas, seguro.

―¿Esa es una compensación por el sexo mañanero que no hemos tenido?

―Ese anótalo para mañana.

―Anotado.

―¿Estás todavía en la cama?

―¿Por qué quieres saberlo?

―Porque así puedo imaginar cómo vas a recibirme cuando llegue en un rato.

―Te ponen mis pijamas, ¿eh?

―Oh, sí, mucho. Pero si te quedas desnuda debajo de las sábanas no voy a protestar.

―Eres un obseso sexual.

―Sí, tendré que consultar a un médico por eso. Le diré: doctor, algo me pasa, ando todo el día a media asta, y la cosa empeora cuando tengo a cierta chica cerca. Entonces no puedo evitar entrar a matar. ¿Estaré en celo?

―Tonto.

―Es tu culpa, y lo sabes.

―No sigas, que a este paso acabaremos teniendo sexo telefónico.

―Bueno, algo nuevo que probar. No habíamos tenido de eso antes.

―¿Cuándo acaba tu turno?

―Buen cambio de tema. En veinticinco minutos pasaré mis responsabilidades al turno C y me iré sin mirar atrás.

―¿Menma pasará a recogerte?

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