No podía apartar la mirada de aquella pequeña vida luchando por salir adelante. Una niña, de entre todos los chicos, había salido una niña. No era extraño que no se hubiese descubierto en las ecografías.
Ella y el otro quintillizo habían estado aprisionados por el resto de sus hermanos. Tres de los cinco estaban tan sanos y fuertes que no necesitaron entrar en una incubadora, pero la niña y el otro varón arrastraban más que una carencia de peso. Me sobrecogía ver las intravenosas adheridas a su diminuto cuerpo, pero sabía que eran necesarias. Mantenerlos vivos era en sí una victoria. Noté una mano en mi hombro.
―Será mejor que vayas a descansar.
―Lo haré.
El nuevo turno de enfermería acababa de llegar y yo necesitaba dormir un poco. Sentía el cansancio tirando de mi cuerpo. Dejé escapar el aire y me encaminé hacia la salida.
No es que tuviese mucha energía, por eso tan solo cambié mis zapatillas y tomé mi bolso. Solía ponerme una chaqueta encima, pero hoy no me sentía con ganas ni de eso. Como si fuera una máquina, recorrí los pasillos y salí del hospital.
―¿Hinata? ―Alcé la cabeza hacia la voz que me llamaba, reconociendo un uniforme azul.
―¿Naruto?, ¿qué haces aquí? ―Él se acercó a mí.
―Anoche estuvimos en un incendio. Sacamos a dos niños que trajeron aquí por inhalación de humo. Terminó mi turno y venía a preguntar por su estado.
―Ah, entonces estarán en respiratorio. Ven conmigo, te llevaré.
―¿Estás segura? Te ves cansada.
―Sí, claro. Con toda seguridad estarán allí, era mi antigua planta.
―Te lo agradezco.
―Oh, ya sabes, a los bomberos de uniforme les damos tratamiento VIP.
―Es bueno saberlo. ―Su sonrisa fue un bálsamo para mi cansancio. Cuando llegamos al control de enfermería, me agradó encontrarme con Ivanna.
―Hola, Hinata. ¿Tanto nos echas de menos que ya vienes a hacernos una visita?
―A ti, siempre.
―¿Y este oficial que te acompaña?
Ver los ojos de Ivanna hacer chiribitas me hizo gracia, pero no reí. No podía hacerle ese feo delante de Naruto.
―Naruto Namikaze, bombero.
―Ah, entonces creo saber por qué estás aquí. Sígueme, machote.
Naruto me miró mientras comenzó a caminar detrás de Ivanna. Yo le hice un gesto con la mano para que se fuera tranquilo.
―No te preocupes, estaré asaltando la máquina de café.
* * *
Noté una ligera sacudida en mi hombro, y entonces abrí los ojos. ¿Me había quedado dormida?, ¿en serio? Necesitaba meterme en una cama, ya.
―Estás agotada.
―Es lo que tiene no dormir por la noche, que luego quieres hacerlo por el día.
―Sí, sé lo que quieres decir. Para mí la noche también fue dura.―Miré el reloj y mi cuerpo saltó como un resorte.
―Mierda, no llegaré a tiempo.
―¿A tiempo?
―Mi autobús, debo correr o lo perderé. Si no lo cojo, me quedaré dormida en la parada si tengo que esperar una hora.
―Eh, tranquila, yo te acerco a casa.
―Oh, ¿en serio?
―Pues claro. Vaya una mierda de amigo sería si no.
―Uf, gracias.
―No hay de qué. Es lo menos que puedo hacer.
―Pero tú también necesitas dormir.
―Ya, pero tengo tres días para recuperarme.
―Qué suerte, yo tendré… tres horas.
―¡¿Qué?! No puede ser.
―Sí que puede, mi turno empieza a las tres de la tarde y son casi las nueve y media de la mañana. Haciendo cálculos, tardaremos media hora en llegar a casa, dormiré tres horas y saldré para coger el autobús de la 13:10.
―Ah, no, de eso ni hablar. Yo te llevo ahora, duermes tus horas y a.las 14:30 te recojo y te traigo otra vez. ¿Y cómo es eso de que te dejan tan poco tiempo de descanso entre turnos?
―Oh, no lo hacen, mi turno terminó ayer a las diez de la noche.
―¿Y qué hacías aquí a estas horas de la mañana? ¿No te habrán obligado a doblar turno?
―No, una paciente me necesitaba y me quedé con ella mientras su marido estaba fuera.
―¡¿Qué?!
No podía dejar que pensara nada malo del pobre Tom Prescott, así que, de camino a casa, sentada en el cómodo asiento de su todoterreno, le conté toda la historia.
―Vamos, será mejor que te metas en la cama lo antes posible.
―¿Y tú?
―¿Yo?
―Tú dormirás aún menos que yo, si tienes que ir a tu casa y volver por mí. No puedo permitirlo.
Naruto meditó unos segundos y luego me miró con esa sonrisa de “tengo la solución”.
―¿Tienes sofá?
―Pues claro que tengo sofa.
―Entonces préstamelo. Echaré una cabezadita al tiempo que tú lo haces. Dormiremos lo mismo. ¿Qué te parece?
―Me parece que sigues perdiendo de todos modos.
―Te debo una, ¿recuerdas?
―Pero ya me llevaste al centro social.
―Ah, bueno, eso no cuenta.
―Sí que cuenta.
―Vale, pues entonces me debes una tú a mí.
―Sí, eso está mejor.
Cuando levanté la cabeza de nuevo, el coche estaba parado delante de casa. Debía haberme quedado traspuesta por el cansancio, porque me perdí la parte en que hacíamos ese trozo del camino. Naruto bajó del auto, lo rodeó y me ayudó a salir.
Abrí la puerta principal y entramos los dos. Seguía sintiendo algo frío allí dentro. Aunque al notar el movimiento de Naruto a mi lado, ya no lo parecía tanto como ayer.
Naruto se acomodó en el sofá, probó su consistencia, cogió uno de los cojines de corazón y me miró con las cejas alzadas.
―Es de Hotaru ―contesté. No quería que se me relacionase con esa cursilería.
―Ah, eso aclara mucho. Eh, a tu novio no le molestará que duerma aquí, ¿verdad? Porque si prefieres llamarle y que sea él el que te lleve al trabajo… He supuesto demasiado rápido que él estaría ocupado.
―Él está muy liado estos días. Y tanto él como tú podéis estar tranquilos, que no voy a intentar violarte o algo así. ―Un bostezo salió de mi boca y ya no pude esperar más―. Buenas noches, o días. Me voy a dormir.
Vi a Naruto acomodarse en el sofá, o intentarlo, antes de meterme en mi habitación. Ummm, dormir, necesitaba dormir. Tardé lo justo en quitarme la ropa, poner el despertador y caerme sobre la cama.