cap 37

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―¿Presentar a quién?

Genial, la infantería pesada acababa de entrar por la puerta.

―Hola, mamá.

―¿Dónde está papá?

―Está aparcando, yo no podía esperar a subir. ¿Cómo te encuentras?

―Viva y entera.

Sentí mis huesos a punto de romperse bajo el apretón desmesurado de mi madre. Era escocesa y se notaba sobre todo en el momento que sacaba su genio y daba órdenes. Y cuando se trataba de su familia era un dragón sobreprotector.

―En el instante que me llamó tu padre casi me da un infarto.

―¿Dónde está mi pequeña?

―Hola, papá.

Hiashi Hyuga entró en la habitación sin prestar atención a nadie más que a mí, su pequeña mariposa. Odiaba ese apelativo, pero no le iba a negar a mi padre que me llamara como quisiera, me consentía demasiado para hacerlo. Su abrazo fue más delicado, y di gracias, porque un abrazo de ese hombre era muy parecido al de una boa constrictor.

―¿Cómo estás?

―Dolorida y magullada.

―¿Y este chico tan guapo?

Estupendo, aparte del radar para descubrir las mentiras de sus hijos, Hana Hyuga tenía la tendencia de encontrar “parejas” para ellos en todo buen candidato a la vista.

―Él fue el que me rescató, mamá. Salvó mi vida.

Aparte de que era verdad, tenía que poner la mejor carta de presentación encima de la mesa para mis padres, sobre todo para mi padre.

―Antes me empezabas a gustar, ahora es que me caes bien.

―¿Qué me estoy perdiendo?

¿Ves?, ahí estaba el radar de mi madre. Intenta esconderle algo y, ¡ZAS!, te pilló.

―Naruto, Naruto es mi novio.

Mi madre cogió la silla y la acercó a mi cama, sentándose cómodamente.

―Uy, aquí hay una historia interesante. Empieza a contar.

―Sí, cuenta, cuenta, hermanita.

Bien, derechita al estrado de los acusados.

―Resumiendo, Kiba y yo rompimos, Naruto y yo empezamos a salir y ahora somos novios. A Kiba no le ha sentado muy bien y ha intentado tirarme por un puente pensando que yo era Naruto.

Naruto me miraba con una ceja levantada, ¿resumen?, parecía decir. Tampoco era plan de contarles toda la historia y, de todas maneras, había cosas que me daba vergüenza contar, como que mi ex se acostó con mi mejor amiga y compañera de piso mientras era mi novio, y eso les convirtió a ambos en ex, a él en ex novio y a Hotaru en ex amiga.

―¿Y por qué pensó Kiba que era a Naruto al que sacaba de la carretera?

Genial, la mente brillante de mi hermano poniéndose a trabajar. Era listo, sí, pero no tenía ningún tacto.

―Porque conducía su coche.

―Vaya, usas su coche. ¿Y no ibas a presentarlo a la familia? ¿A qué esperabas? ¿A hacerlo cuando se fueran a vivir juntos?

¿Estaba roja?, seguro, como una cereza confitada. Esperé, solo dos segundos, a que el cerebro de mi mamá juntara las piezas.

―¡Oh, Dios!, está viviendo contigo.

―Más bien yo con él, pero sí.

―¿Y cuándo pensabas decírnoslo?

―Bueno, no se presentó la ocasión. ¿En el cumpleaños de Neji?

―Faltan meses para eso, y esta noticia no puede esperar. Mi hija se va a casar, eso es suficiente para reunir a toda la familia.

―Mamá no.…

―Hiashi, tendrás que llamar a tus hermanas y a tus padres, Neji, llamarás a tu primo. Yo me encargo de la tía Mikoto, Fugaku y los primos. ¿Cuándo te darán el alta de este hospital? Tengo que prepararlo todo para cuando llegues a casa.

―Eh, mamá, te estás precipitando.

―Oh, sí, es verdad, mejor lo hacemos para el fin de semana próximo. ¿Qué día tienes libre de servicio, Naruto?

―Salgo el sábado de la rotación, así que cualquiera me viene bien.

¿Se estaba aguantando la risa?, le estaban preparando una encerrona familiar y ¿se estaba conteniendo la risa? Puede que fuese italiano, pero no tenía ni idea de dónde se estaba metiendo. Mi familia era mitad cubana, mitad escocesa y si unos tenían ron en las venas, los otros tenían whisky, y la palabra fiesta era todo lo que necesitaban para organizar una reunión familiar muy numerosa y muy escandalosa. La última vez que se juntaron las dos partes fue cuando el primo Stuart se casó y, ¡oh, Dios!, en la fiesta de petición de mano se sobrepasaron todos los límites. Sí, menos mal que coincidió con el 4 de julio, si no…

―Pues decidido. ¡Ah!, bienvenido a la familia.

Mamá le apretó con ese achuchón suyo y casi pude sentir los chasquidos de la columna de Naruto al realinearse. Solo faltaba la palmada en la espalda de mi padre, y ahí que llegó, sonora, fuerte y saca bolas de pelo de gato. Y el divertido de mi hermano se acercó lo justo para saludarle también, al menos, un poquito más suave.

Bueno, mi vida estaba decidida, qué le iba a hacer.

―¿Dónde está mi pequeña?

Estupendo, la que faltaba. La abuela Caridad y el abuelo entrando por la puerta. ¿Cuánto faltaría para que los echaran a todos de la habitación? Esto parecía el camarote de los hermanos Marx. Y lo peor no era eso, era todo lo que venía ahora.

―Drogas, necesito drogas. Muchas drogas.

Fue una mezcla de susurro y súplica mientras me deslizaba hacia abajo, me tapaba con la sábana y cerraba los ojos. ¡Señor!

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