cap 3

908 81 16
                                    

Divertido era un montón. Ja, ja. Maldita la gracia que me hacía estar levantada y cargando cajas un sábado a las 9 de la mañana. Con lo bien que sentaba tener un día libre para holgazanear. No había tenido uno desde… uf, me tenía que remontar hasta el colegio.

Menos mal que aquel sábado resultó ser uno de los más calurosos del mes. Así que a eso del mediodía había tres mujeres sentadas en el porche de la casa, bebiendo soda fría y mirando a tres hombres sudorosos sin camisa cargando un mueble de cajones de madera tallada. ¿De verdad?, ese mueble macizo no le pegaba nada a un hombre como Naruto. No sé, quizás esperaba algo más parecido a una estantería del IKEA.

Bueno, desde aquel lugar las vistas estaban pero que muy bien. Comparar bíceps, tríceps, cuádriceps y todos los “ceps” que podía haber en aquellos brazos. Y luego los abdominales, oblicuos y más bultitos duros que un hombre corriente esconde debajo de la barriga cervecera. Esa soda tenía que ser todo alcohol, yo no podía estar trabajando en mi día libre, tener sueño, la espalda dolorida y además estar sonriendo y feliz.

―¿Ya habéis terminado en la cocina?

La voz de Minato sonó sobre nuestras cabezas mientras veíamos a aquellos tres especímenes masculinos acercarse al cubo de hielo de refrescos. Estaba casi lista para levantarme y acercarle a Kiba una cola light, cuando Hotaru se me adelantó. Pero no, ella no le llevó la cola light que él siempre tomaba, sino que le dio otra cosa, no sé si de naranja.

―Gracias, tesoro.

¿Gracias, tesoro?, ¿en serio? A mí ya me habría dicho eso de «meacercas mejor la cola light, ya sabes que las otras no me gustan», y tonta de mí, yo iba y se la cambiaba. ¿Y a esta rubia de piernas largas, le dice «gracias tesoro»? Ah, cuando toda esta farsa acabase, él y yo teníamos algunas cosas que aclarar.

―¿Quieres otra?

La voz de Naruto sonó cerca de mi cabeza. Me giré para verle de cuclillas frente a mí, con una lata igual a la que estaba a mi lado y que aún no había terminado. ¿De verdad?, el chico era un encanto, atento, detallista y se lavaba las manos después de ir al baño, una joya. Qué lástima.

―Gracias.

Tomé la lata y se lo agradecí con la más auténtica de mis sonrisas. El chico se sentó a mi lado para beber su refresco y pude percibir lo bien que olía, aún después de cargar con todos aquellos muebles. No es que no oliera a sudor, todo hay que decirlo, sino que ese sudor, junto con su jabón y el olor de su piel… tenían una mezcla interesante.

―¿Hoy no vas al centro social?

La voz de Kiba me hizo volver a la realidad. Me giré hacia él, no sin antes percibir el ceño fruncido de Naruto. ¿No eran lindos los dos? Naruto era amable conmigo y enseguida Kiba sacaba su lado posesivo e intentaba quitármelo de encima. Y el pobre Naruto se enfadaba porque le interrumpían cuando estaba “socializando” conmigo. Ah, hombres. Qué aburrida sería la vida sin ellos y sus instintos territoriales.

―No, hoy tengo el día completamente libre. Aunque visto que se me han torcido los planes, quizás me pase luego por allí para echar una mano a Shizune.

Sabía que ese nombre era como mencionar a la Bruja del Este. La de veces que Shizune me había llamado un sábado para que le ayudase en la guardería del centro social. No cobraba nada por ir, era un trabajo voluntario que me gustaba hacer por la comunidad. En el centro social se había instalado una guardería “provisional” para los trabajadores con pocos recursos. Shizune y otra mujer se apañaban muy bien entre semana, pero los sábados el número de niños se duplicaba y siempre hacía falta un par de manos más. Algunas veces iban otras madres,pero no siempre ocurría. Así que, ¿qué hacía la pobre Shizune?, pues cogía.el teléfono y me llamaba, porque era su única opción.

―Después de comer puedo acercarte.

Lo dicho, el chico era atento y servicial, una joya. Ah, si me pillara soltera.

―No es necesario que te molestes, Naruto. Seguro que te quedan cosas por hacer aquí.

―No, está casi todo hecho. Además, es lo menos que puedo hacer por haber venido a ayudarme. Te debo un favor.

―Entonces estaría bien, odio ir en autobús los sábados.

Y mucho más hasta allí, pero eso no lo iba a decir. Dos horas de trayecto de ida y dos horas de vuelta. Sí, lo sé, tenía que comprarme un coche, ya me lo decía constantemente mi padre. Pero me había acostumbrado al autobús y Kiba iba a recogerme de vez en cuando, así que me ahorraba el viaje de vuelta.

―Entonces, arreglado.

No pude evitar mirarle el trasero cuando se puso de nuevo en pie. Le sonreí como una tonta cuando me tendió la mano para ayudarme a levantar. Y a Kiba no le gustó ni un poquito. Bien, donde las dan las toman.

La comida en casa de Naruto estuvo bien. No pensé que un recién mudado tuviese tan bien surtida la nevera, pero quién soy yo para criticar. Soy la que se encarga de tenerla siempre bien surtida de las cosas que nos gustan, a los tres; me refiero, a Hotaru, a mí y a Kiba, que pasa más tiempo cenando en nuestra casa que en la suya. Soy una amita de casa, qué le voy a hacer, me gusta cocinar para mi pequeña familia.

―Bueno, nos vemos a la noche.

―Pues hasta la noche.

―Iremos a recogerte.

¡Vaya!, si no fuera porque le estaba mirando, habría notado algo de frío en la voz de Kiba.

―Yo puedo acercarle a casa cuando termine ―se ofreció Naruto.

―No, lo haremos nosotros. No nos cuesta nada.

Noté los ojos de Kiba clavados en los míos, como si intentara transmitirme un mensaje telepático. Sus dedos estaban clavándose en la cadera de Hotaru mientras la abrazaba. Pues nada, ni mensaje telepático ni código Morse, no había manera de entender qué mosca le había picado. Bueno, eso era mentira, le había picado Naruto y su buena educación. ¿Cuántas veces se había ofrecido Kiba a recogerme en el centro social? Pues dos. La primera vez porque no tenía ni idea de lo lejos que quedaba. Y ese día, cuando quería evitar a toda costa que Naruto lo hiciera. ¿Que no le costaba nada?, ¡Ja! Siempre decía que tenía que abrir la consulta temprano y que se le hacía muy tarde. ¡Ja! otra vez. Si estaba de guardia dos domingos de cada mes. Qué casualidad que siempre fuera a tocarle cuando Shizune me llamaba el sábado anterior. Umm, ¿y cómo había tardado tanto tiempo en darme cuenta? Bueno, al final ese falso noviazgo me estaba mostrando algunos puntos que teníamos que pulir de nuestra relación. Bien, esa noche mandaría a Hotaru a su cuarto, porque las personas mayores teníamos que hablar de cosas importantes.

prestame Donde viven las historias. Descúbrelo ahora