cap 33

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No podía dejar de pensar en Hotaru y sus palabras. Tanto tiempo juntas y no me había dado cuenta de lo que pensaba de mí. Celos, me tenía celos. Pero no podía entender el porqué. Ella era una chica linda, con cuerpo de modelo, delgada, rubia, ojos claros, rostro hermoso y tenía un gusto increíble para la ropa. Tenía un empleo estupendo, con el que conseguía mucho más dinero de lo que yo conseguía con mi pluriempleo antes de empezar mi trabajo en el hospital. Y los chicos, ¡oh, Dios!, los chicos. Tenía docenas de ellos corriendo detrás de sus faldas. El que quisiera lo que yo tenía no tenía sentido, lo suyo era infinitamente mejor, bueno, eso pensaba. Hasta que noté unos fuertes brazos envolverme desde detrás. El cálido aliento de Naruto erizó los pelos de mi nuca cuando sentí su roce junto a mi oído. Sí, él sí que era mucho mejor que todo lo que Hotaru tenía.

Dejé de dar vueltas al frío café que esperaba en la encimera de la cocina y deslicé mi mano hacia atrás, buscando el sedoso y espeso pelo de mi chico. Mi chico. Sonaba bien.

―Un beso por tus pensamientos.

―¿No era un centavo?

―Me gusta más lo del beso, así consigo algo bueno a cambio.

―Ah.

Me giré hasta que pude encajar mi cabeza en el hueco entre su barbilla y su pecho. Me gustaba ese lugar: cálido, protector, mío. Noté sus labios posándose encima de mi coronilla, y sentí que el mundo era un lugar mejor solo por eso.

―¿Qué te parece si cambio mi turno del sábado y nos vamos a la playa de comida?

―Me gusta como suena.

―Incluso me ofrezco a hacer yo los bocadillos.

―Sé que lo dices para que pique y exija hacerlos yo.

―¿Funciona?

―Esta vez no.

―Bueno, al menos lo intenté.

¿Por qué sonreía? Porque Naruto era un experto en conseguir que lo hiciera.

―Tendré que hacer yo también algunos cambios en el hospital.

―Bien, dime cómo quedan tus horarios, porque hoy dejaré la moto en el taller y quiero que dispongas del coche todo el tiempo que necesites.

―Puedo coger el bus.

―No, nunca más.

―Me malcrías.

―Porque puedo y porque me da la gana.

―No, porque quieres que te haga flan de café.

―Eso también.

El viernes al mediodía, Susan caminaba a mi lado cuando salíamos del hospital. Naruto y ella habían confabulado para que él me acercase al trabajo aquella mañana, antes de ir él al suyo, y luego ella me acercaría a casa después de nuestro turno.

Alcé la mirada y vi a mi chico sonriendo a la chica de la recepción mientras parecía sostener una agradable conversación con ella. ¿Estaba coqueteando? De Naruto no podía imaginarlo, pero el sonrojo y brillo en la mirada de ella me decían que así era.

―Naruto, ¿qué haces aquí?

Se giró hacia mí, al principio extrañado, y después me regaló una gran sonrisa. No vino hacia mí como hacía normalmente, me esperó allí, quieto, un paso lejos del mostrador. ¿Qué le pasaba? Y no era solo su ropa, que parecía mucho más elegante de lo que él solía llevar, no sé, parecía diferente, pero era él, no tenía duda.

―Creo que no, Hinata ―dijo Susan

―Hola, preciosa.

Noté su abrazo también diferente, como más decidido, más rudo, aunque igual de cuidadoso que siempre.

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