Capítulo 66: Piezas.

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LXVI

PIEZAS

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PIEZAS

El camino al departamento es algo silencioso, exceptuando las veces que Lucía le da indicaciones al hombre que conduce el resto es silencio, pesado y doloroso silencio.

Manuel piensa en la tumba de aquel hombre que visitó hace más de una semana, piensa en lo terrible que se sintió cuando vio que había hijos que ese hombre si eligió, en lo peor que fue darse cuenta que no era así...que ese hombre no era el Sergio por el que llevaba meses sufriendo, y en que su tío le habia mentido otra vez.
Cuán poco sintió que le importaba ese día, y ahora está aquí, fingiendo alegría por su bienestar.

No está contento.
Está preocupado.

Preocupado porque Manuel diga que él no dejaba de torturarlo psicológicamente por amar a una chica, preocupado porque diga que Alex ha sido quien ha conseguido que sus dedos terminan de ese modo...preocupado, porque sabe que esto está mal y lo que podría ocasionar.

Frena el auto frente a un edificio y Lucía baja con prisa con la esperanza de que allí termine el repentino cariño paternal del Argentino, pero esta muy equivocada.
Ahora que su mujer lo ha echado de la casa y sus hijos lo consideran una persona desagradable, ahora si necesita de Manuel. Ahora si lo quiere en su vida porque ya ha perdido todo lo demás.

—¿Te vas a quedar?—aunque ella no quiera su hijo nota el desprecio en su voz, no dice nada, lo entiende.
—¿Te molesta? A vos Manuel ¿Te molesta?

Él ni siquiera es capaz de mirarlo a los ojos, no tiene ese tipo de fuerza...menos hoy.
Se acerca más a su madre para que solo ella lo oiga, no quiere tener contacto con su tío pero tampoco quiere desafiarlo.

—Estoy cansado mamá.
—Bueno, vamos a dormir un rato ¿okey?

Se cuelga la mochila con sus cosas al hombro y suben hasta donde vivirán a partir de ahora. Ingresan en completo silencio y Manuel se descubre otra vez conteniendo su llanto,.

¿Qué hace aquí? ¿Por qué hizo que todos pasaran por esta situación?
Se siente mal por ello, culpable, inútil y cansado.
Otra vez.

—Comamos algo primero cariño ¿Si?—a duras penas ha terminado su desayuno, y no quiere presionarlo en nada, pero tampoco entiende cómo, hace lo que le sale.

-

Manuel:
Me quedo sentado en el sofá todo el tiempo que mamá demora en preparar algo de comida, el tío habla del trabajo, creo...yo no le presto demasiada atención.
Pienso en mamá, en como se ha mudado a Argentina porque...porque he fracasado incluso en esto, en como ella tenía esperanzas en mí y yo le he fallado.
En como a pesar de todo...siento que todo va a seguir así de por vida y tendré que acostumbrarme a este vació, quizá esa es la forma en la que debería sentirse y yo simplemente no soy bueno para aguantarlo, no creo que lo valga.

No me gusta esta situación, no me gusta como me siento y no va a cambiar nada.
Porque todo ya está hecho.

Obviamente no se trata de que desprecie su cariño, para nada, si hay una persona en el mundo de la cual puedo estar seguro de que me quiere...esa es mamá.
Sé que hace esto porque me quiere, porque somos nosotros dos, siempre hemos sido nosotros dos y por un momento imaginarla sola me hace daño.
Soy una mala persona por querer dejarla sola.

He visto como los Gutiérrez y los Urquiza han terminado después de que han perdido a un miembro de su familia, y se tenían entre ellos para sostenerse...aún así se han caído, y mamá... ¿Por qué no he pensado en ella? ¿Por qué no puedo dejar de recriminar cosas?

No lo sé.

Pensar en los Urquiza trae el recuerdo de la charla con Ana hace más de una semana, sé que nadie más sabe sobre lo que hice, y también sé que ella no ha hablado con La como me prometió...no me gusta la idea, sigo siendo yo él que está ocultando algo que no me corresponde y la culpa me pesa de nuevo.

—Bueno, listo—mamá me habla a mi y veo a mi tío acomodando la mesa detrás.

No me gusta la escena, quiero decirle que se vaya y no tengo el valor. Eso lo hace peor.
Me acerco y me siento frente a mi tío, que ahora por fin, guarda silencio.

La imagen me recuerda a algunos de mis tontos deseos de niño, todo era más fácil entonces o al menos lo parecía.
No niego que crecer sin saber nada de un padre no fuese algo que dejó marcas, pero, era más fácil todo en ese entonces porque parecía no importarle tanto como me importa hoy.

Esto era lo que yo quería, quería una familia como la de los demás, quería que no pareciera que una pieza faltaba en mi vida y ahora que parece ser así, que al menos se ve como un rompecabezas completo no me gusta.
Mi tío no está aquí porque me quiera, o porque yo sea su familia...está aquí porque algo lo obliga, y no es precisamente su gran cariño por mi.

Ana otra vez es parte de este análisis, de cómo ella es la pieza faltante en el rompecabezas de Bia...de cómo yo podría ayudarla a completarlo y me quedo callado.
Eso esta mal, yo estoy mal y tengo que hacer algo.

*

Mamá me mira después de cerrar la puerta y se acerca despacio.

—¿Cómo estás?
—Estoy bien, solamente estoy cansado.
—Bueno...vamos a descansar.

Caminamos hasta la habitación, que es una sola, eso me recuerda a cuandovivíamos en casa de mi abuela.

—¿El tío estuvo todos los días?
—Algunos, si.
—Ah...
—Yo no voy a presionarte para nada hijo, si no quieres verlo solo tienes que decírmelo.
—No quiero verlo, no quiero ver a ninguno de ellos, a ninguno...

Al admitirlo la voz me tiembla y decido callarme.

—Esta bien, no tiene nada de malo, si no quieres verlo no tienes que hacerlo...te prometo que no vas a tener que hacerlo.
—Gracias mamá, siento...

—Ya no me pidas perdón, no tengo nada que perdonarte ¿Si? Todo va a estar mejor...

No me lo creo, por ahora no puedo.

—Hay alguien a quien si...necesito ver.
—¿A Bia?
—No, Ana...
—¿Tu profesora de piano?

La palabra me hiere, han sido demasiadas realidades por ahora.

—Si, Ana.
—¿Paso algo?
—Es una conversación pendiente.

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