Capítulo 62: Chiara.

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SESENTA Y DOS

SESENTA Y DOS

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CHIARA

Lucía pulsa los botones de la máquina y espera a que su vaso se llene de café, bastante nerviosa en realidad, no ha visto a Antonio todavía y sabe que él va a aparecer, lo conoce lo suficiente.

Cuando quería que estuviera no estuvo, y ahora que no lo quiere aquí él va a quedarse, esa es su forma de hacer las cosas.
Lo único que puede hacer es ignorarlo y concentrarse en lo importante: su hijo.

El pasillo está casi completamente vació, a excepción de las enfermeras y los médicos que trabajan aquí, sin embargo, toda esta situación no le agrada. No cree acostumbrarse nunca a esto, ni aceptar que paso, aunque esté pasando ahora.

—Lucia, buen día— Raúl aparece por uno de los pasillos y le sonríe.
—Buen día—asiente.
—Llegas temprano
—Sí, sé que no es el horario de visita todavía pero no quería que él estuviera...ya sabe, solo.
—Te entiendo.
—¿Un café?
—Bueno, gracias—ella cambia de vaso y espera con el suyo en una mano.
—Y...¿él es tu único hijo?
—Si, somos solo él y yo.

Raúl no dice nada, pero, él sabe que no es así, ha leído su ficha y ha visto el nombre de su ex compañero en el acta de nacimiento del chico, aunque eso no es tema suyo.

—Es un buen chico eh.
—Nunca me contó cómo lo conoció— en realidad ella necesita recopilar información, si quiere que los Gutierrez estén lejos de su hijo necesita pruebas que la ayuden, después de todo Antonio como buen mentiroso podría hacerla quedar mal, como siempre.
—Bueno, en año nuevo vino con Antonio porque dijo que se había caído y además tuvo una reacción por el estrés.
—¿Se cayó?
—Seré sincero con usted, yo tampoco me creí mucho el cuento así que revise su historial y vi que había pasado más o menos lo mismo un mes atrás, intente hablar con él pero me fue bastante difícil.
—¿Hablar, como?
—Si, vino al otro día por lo del estrés pero insistió en que no pasaba nada raro y creo que lo asuste porque no volvió más, ni siquiera a la cita de revisión que teníamos hace días.
—¿Y cómo era su golpe?
—Era en las costillas, era un poco superficial, lo que realmente me llamó la atención fue como Antonio no paraba de repetir que él estaba bien y que no necesitaba más ayuda cuando era más que obvio que si.
—No me sorprende de él—el segundo vaso con café termina de llenarse y ella se lo alcanza al médico—¿Qué más ayuda?—por más que piensa que debe ser más cautelosa sus ansias por respuestas es mayor.
—Bueno, esto puede o no ser interpretación mía—en realidad lo dice porque ya nota a la mujer muy nerviosa como para seguir sumándole más sospechas que no son de su incumbencia—Ese día también tenía síntomas de una reacción de estrés agudo, no puedo yo asegurar eso completamente pero era bastante notorio, además tenía las uñas marcadas en las palmas y cuando mencione los ataques de pánico los dos se pusieron incómodos, supongo que fue suficiente confirmación.

Otra vez ambos guardan silencio, no es una conversación fácil.

—Doctor Rojas—una enfermera lo llama desde lejos.
—Me tengo que ir, cualquier cosa que necesite estoy a su disposición.

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