Capítulo 5: Revelaciones.

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V

REVELACIONES

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REVELACIONES

pasado

Bia:
Estoy sentada frente al piano tocando las teclas al azar y entonces alguien me cubre los ojos.
Me río porque sé que es él, es tan dulce siempre.

—Hola Manuel.
—Hola—me descubre los ojos y se sienta junto a mi.
—Pensé que no ibas a venir.
—Se me hizo tarde, pero, tenía ganas de verte.
—Yo también tenia ganas de verte.

Otra vez siento que me ruborizo ante sus palabras, su dulzura es tan espontanea, nunca sé que va a decir, y eso me gusta mucho.

—¿Qué hacías?
—Nada, en realidad solo estoy jugando.
—¿No sabes tocar nada?
—A menos que tocar una sola nota sea algo, entonces, no sé nada.
—Podría enseñarte si quieres.
—Prefiero escucharte tocar.

Se ríe un poco.

—Bueno, entonces te dedico una pieza.

Acomoda sus manos y empieza a interpretar "Primer Amor".
Lo hace con una facilidad que me parece admirable, es como magia.

Todo con él es como magia.

Lo observo con atención, está concentrado en la melodía, pero, a pesar de eso puedo ver algo más en su mirada, algo que lo inquieta.
No sé, a veces me sorprende cuanto nos conocemos, es como si estuviéramos destinados, como si nuestra historia hubiese estado escrita hace siglos.
Como la leyenda del hilo rojo.

Siempre creí que esas cosas solo sucedían en libros, y hoy me está sucediendo a mi, no me lo creo.

—¿Te gusto?
—¿Qué?

Veo un poquito de desilusión en sus ojos.

—Oh, entiendo...—sonríe.
—Es que estaba pensando en nosotros.
—¿En nosotros?
—Si, en como es nuestra relación.
—¿Y qué pensaste?
—En que estamos destinados, siento, aunque parezca una locura, que nuestra historia estuvo escrita así siempre. Como un boceto, no es un dibujo aún, pero está ahí esperando ser completado.

Sonríe.
Sonríe de verdad.

—Es muy lindo, yo, siento lo mismo.
—¿En serio? O solamente lo decís para no hacerme sentir mal.
—No, de verdad siento lo mismo, como, la leyenda del hilo rojo.
      "Nunca podrás escapar de tu corazón,
       así que es mejor que escuches lo que tiene que decirte"

Cita a alguien, está siendo tan adorable otra vez.
Otra vez está siendo tan Manuel.

Ahora si me he puesto roja.

—Entonces, que bueno que escuche al mio.

Me toma de la mano y nos quedamos en silencio.
En uno de los buenos silencios.

Tengo suerte de haberlo encontrado.
Tengo suerte de que él, sea mi destino.

*
presente

Bia:
Me pongo histérica a estas alturas.

Nadie confirma ni niega nada.

¿Por qué?

Es como si el silencio es lo único que conocen, siempre ha sido así en esa familia.
Manuel me comento varias veces sobre sus cenas, incomodas, silenciosas, siempre dijo que parecía que se echaban culpas con la mirada.

No sé de que, ni él sabia de que, solo decía que se echaban culpas siempre.

No me imagino lo difícil que ha de haber sido vivir así tanto tiempo.
Yo no sé si lo habría soportado.

—Estamos yendo al hospital ahora mismo, mi marido y mi hijo nos esperan en el auto. Pasamos porque Víctor, creyó que era prudente venir.

Sé que él si era cercano a su primo, sin embargo, también sé que es muy centrado y oportuno, por eso, su llanto desconsolado me anuncia tragedia.
Lo conozco, lo suficiente como para saber que su dolor tiene que ser desgarrador.

También sé que, la aceptación de su familia a acercarse a mi casa agrava el pronostico.
Todo anuncia dolor, todo me asusta más.

—Pero ¿Por qué está ahí?
—Filha, ellos ya tienen que irse. Muchas gracias por venir hasta acá, se lo agradecemos mucho.
—No hay de que.

Paula voltea hacia la salida y Víctor me toma de la mano.

—¿Nos vemos allá?—mirarlo a los ojos es desgarrador.
—Nos vemos allá Víctor.

Sale con su madre, y me siento derrumbar.
Nadie ha querido responder mi pregunta, pero, me han dado señales.

Claras señales de que él, no está bien.
No quiero perderle.

No quiero.

Papá me abraza y correspondo, no puedo asimilar esto.
Su cercanía me reconforta un poco, lo admito.

—Por favor papá, dime que va a estar bien...por favor.
—Tranquila hija, tranquila.

Mamá regresa y se une a nuestra unión.
Y entonces si lloro, lloro como no llore cuando perdí a mi hermana, lloro como no llore cuando entendí lo que fue ese accidente, lloro como no llore todas las veces que me sentí derrotada por el fantasma de su adiós, lloro como nunca he llorando, por él.

Lloro por él.
Por Manuel.
Porque lo amo.

*

Victor:
Me siento derrumbar con cada respirar, siento que mi mundo está de cabeza.

No puedo sostenerme, no puedo.
Me siento responsable, ahogado en está incertidumbre.
Y creo que todos estamos igual.

Papá es el que peor se ve, sigue sorprendiéndome, quizá sea el peso de los eventos pasados el que nos hace tan mal a todos, quizá sea que todos sentimos el mismo miedo a la perdida.

Llegamos al hospital e ingresamos en silencio, mi hermano  y yo nos quedamos en la sala de espera mientras papá y mamá se pierden dentro con una de las enfermeras, odio quedarme tan lejos.
Odio no poder verlo, odio no saber nada, odio toda está situación.

Pienso tanto en que cosas podría haber hecho distintas, en cuantas veces no lo defendí lo suficiente frente a mi hermano, o mis padres, en cuantas veces no me interese lo suficiente en su tristeza.
Que él haya decidido quedarse en Argentina no quiere  decir que su lejanía con su país no le doliese, que estúpido he sido.
Siempre tan metido en mi miseria, siempre tan atado al pasado, me olvide de ver lo que tenía ahora, siempre tan concentrado en lo que me dolía la perdida de Helena y ahora está pasando de nuevo, estaba pasando frente a mis ojos, y no lo vi.

Si a Manuel le pasa algo nunca podré perdonármelo.
Nunca.

Miro a Alex morderse las uñas y le ofrezco mi mano, el acepta y puedo sentirlo temblar.
Si tanto me lamento no haber protegido a mi primo al menos con él puedo hacer las cosas distintas.

—Todo va a estar bien—miento.
—Todo esto es mi culpa.

Escucho el remordimiento en su voz, escucho su dolor.
Lo entiendo, me siento igual, sin embargo, sé que para él es peor, ellos ni siquiera hablaban, hace tanto tiempo...

—No digas eso Alex, todos deberíamos haber hecho más.
—No Víctor, no me refiero a eso, yo sé que esto es culpa mía, no lo siento, lo sé.
—Alex... ¿Qué queres decir?
—Nunca pensé que las cosas iban a ponerse tan mal. Nunca.

¿Qué?








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