Capítulo 4: Silencio.

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IV

SILENCIO

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SILENCIO

pasado

Manuel:
Me acerco a la cocina en silencio, no hé hablado con nadie más que con Victor, si es que a eso se le puede llamar así, él solo me ha pedido perdón y yo hé asentido...es todo.
Sé que la tía está en la casa porque la escucho hablar con Alex, no me alegra para nada su presencia...si ayer el tío me ha abofeteado no sé que hará ella ahora.
No quiero verme como una víctima porque sé que quedarme ha sido mi decisión, pero, no esperaba que les molestara tanto...mucho menos que creyesen que yo soy algo con que lidiar, creo que lo único malo que hé hecho ha sido simplemente aparecer, porque ni siquiera se trata de Bia, se trata de mi, de mi y de mi simple existencia.

No sé que clase de problemas han tenido con mi padre pero parece que aún no lo han perdonado, muy pocas veces me ha causado curiosidad ese tema pero ahora la duda ha crecido de una forma increíble...como si todo este tiempo hubiese estado fermentando y ha llegado a ser inmensa.

¿Quien era ese hombre? ¿Por qué mamá mintió tanto sobre él cuando era niño?
Solía inventar historias y no sé si lo hacía para que yo no sufriera, o para no sufrir ella, de cualquier forma no recuerdo que me haya dicho sobre su muerte hasta que la idea de viajar a Buenos Aires apareció, siempre hablaba de él como un hombre de negocios, como el tío, pero nunca me dijo que había muerto hasta ese entonces...aún me cuesta creer algunas cosas.
De cualquier forma sé que no soy nadie para juzgar la forma en la que mi madre lidio con su dolor.

Termino mi desayuno y me cuelgo la mochila al hombro para salir de la casa.
Alex y Paula no me han prestado atención en ningún momento pero cuando pongo las llaves en el cerrojo ella me llama.
Me vuelvo a mirarla e intento descifrar cual es su humor hoy, lo que es ridículo, porque conmigo su humor es siempre el mismo.

—¿A donde vas, Manuel?
—A la universidad.
—No—Alex se levanta de su lugar y se acerca a mi—No vas a ir más por la mañana.
—Pero, tengo que ir.
—Nada de peros, Alex tiene razón. Alguien tiene que ocuparse de esta casa.
—Pero tía...
—Acabo de decirte que nada de peros Manuel, vas a quedarte a hacer algo por está casa de una vez, y no vas a decir nada de esto...inventas algo y listo ¿Entendido?
—Si tía—no sé que otra cosa decir, no puedo seguir poniendo a la gente de esta casa en mi contra.
—Y una cosa más, ya no más de "tía", decime Paula o señora, eso me gusta más ¿Está claro?

—Y una cosa más, ya no más de "tía", decime Paula o señora, eso me gusta más ¿Está claro?

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—Si...señora.

Sonríe con suficiencia, siempre le gusto remarcar que ella es la dueña y señora, y yo, no soy nada.
Nunca me importo hasta ahora.

Entiendo que se va a ocupar de hacer mi vida miserable, pero, no entiendo porque, no encuentro una razón lógica más que simple maldad, pero no sé porque contra mi.
Vuelvo a la habitación sin refutar y dejo la mochila sobre la cama, quizá si no digo nada esto se le olvide pronto.

—¡Manuel!—mi primo, él no se cansa de este juego, no sé como hemos terminado así si hace meses parecíamos amigos...aunque quizá ese es el problema, solo parecíamos porque él me usaba a su conveniencia y yo le importaba un bledo.

Lo miro desde el pasillo, esperando que diga algo, lo que sea.
Primero se ríe un poco, me siento humillado, muy humillado.

—Quiero mi desayuno ¿O queres que desayuné a las 12 del mediodía?

No le respondo porque no quiero que también me obligue a llamarle señor o algo parecido, me limito a preparar lo que me ha pedido en silencio, como siempre, guardo silencio.

*

presente

Bia:
Un millón de opciones pasan por mi mente en una milésima de segundo, no me animo a hacer preguntas, me quedo en silencio.
Un silencio que parece no incomodar a nadie más que a mi, a mi me agobia.

Mamá presiona más fuerte mi mano, o yo la de ella, no lo distingo bien.
Cuando Helena murió yo era pequeña, pero no lo olvido, no olvido lo extraño que fue ver a mis padres llegar destrozados a buscarme en lo de mi vecina, no olvido mis preguntas y las lágrimas silenciosas de papá, ni siquiera puedo borrar esa angustia de mi corazón, que aunque ha crecido conmigo, ella aún lo supera.

—¿Q-qué pasa con Manuel? ¿Dónde está?

Víctor se ve destrozado, siento tanto miedo por eso, que no comprendo como hé formulado esa pregunta.

—E-en el hospital.
—¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Qué le ha pasado?—me pongo de pie intentando contener las lágrimas, su falta de habla es como una terrible confirmación a mis locas teorías.
—Filha, tranquila...
—¡No! Quiero saber que pasa, por favor, necesito que me digan que está pasando...

Papá se levanta y me pone una mano en el hombro ¿Por qué hace eso? ¿Quiere asustarme más?

—Él no está bien.

Las manos de su primo empiezan a temblar ante la revelación de su madre.

—¿Por qué?
—Bia...

Mamá parece haber entendido algo, algo que yo no entiendo y eso me enfurece.

—¿Por qué no dicen nada? ¿Qué pasa? ¿Dónde está Manuel?

Lo único que rompe el silencio es el llanto de Víctor, llora, llora fuerte, con dolor, con mucho dolor...Él...¿está muerto?

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