Capítulo 57: Señales.

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CINCUENTA Y SIETE 

CINCUENTA Y SIETE 

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SEÑALES 

presente

Después de pasarse un buen rato consolando a su hijo, hasta que este se quedo dormido, Lucia sale de la habitación encontrándose al doctor allí.

Una parte de ella quiere preguntar y que alguien le dé alguna respuesta que la deje un poco más tranquila, pero no la hay, además, tampoco tiene tiempo: ha dejado sus cosas en casa de los Urquiza porque todavía no ha podido reservar alguna buena habitación, no sabe cuánto tiempo se quedará su hijo aquí pero no puede dejarse vencer por esto, ella es quien debe darle fortaleza a él. Todo sería más fácil si no estuviese aquí y estuviese en España con su familia, para empezar, nada de esto habría pasado.

—Señora Quemola ¿Qué tal todo?—él doctor es quien se acerca a ella.
—Buenas tardes, todo bien, creo. Se ha despertado un momento pequeño, nada más.
—A partir de ahora todo va a ser muy difícil, no voy a mentirle, se viene un camino largo. 
—Si, lo he pensado.
—Cualquier cosa que necesite no dude en acercarse a mi, siempre que pueda voy a ayudarla.
—Muchas gracias doctor...
—Raúl, puede decirme Raúl—extiende una mano para presentarse ante la pelirroja.
—Lucia.

Estrechan sus manos y una enfermera aparece para llevarse al uniformado de la escena.
Lucía tiene el claro muchas cosas, sabe que no puede irse ahora y llevarse a su hijo como desearía, sin embargo, no sabe que si debería hacer, nunca se imaginó una situación así.
Nunca se imaginó que sería ella la que expondría a su hijo a llegar a una situación así, nunca va a perdonarse haber vuelto a confiar en Antonio, fue un error muy grande.

Sale a la sala de espera y encuentra a ese hombre todavía sentado allí, intenta ignorarlo pero él apenas la ve se acerca.

—Lucia...
—¿Qué quieres Antonio?
—Quiero saber como está Manuel.
—Seguro estás preocupadisimo ¿No?
—Es mi hijo también.
—Ahora si te acuerdas de ello ¿No? Ahora es tu hijo, un hijo al que nunca pudiste decirle la verdad.
—Vos sabes que lo intente.
—¡Por favor! A mi no me puedes engañar más porque te conozco, sé que no estarías aquí si se lo hubieses contado, porque la única razón de tu gran preocupación es la culpa que te genera...y tienes razón, esto, ha sido tu culpa.
—No podes decirme eso.
—Te lo estoy diciendo, y espero que te quede claro, no vas a volver a acercarte a él.
—No digas esas cosas.
—Es la verdad, no te lo voy a permitir.
—Lucia...
—Cállate, a mi no me vas a volver a manipular, tuviste tu oportunidad Antonio, tuviste todo el tiempo que pediste y no le dijiste nada, eso lo dice todo así que no vas a volver a ver a Manuel, nunca más.

Es la primera vez que siente que toma una decisión coherente, y no piensa dar marcha atrás.

*

Bia: 
Hay páginas repletas de números pero sin cosas escritas, solo hay garabatos, como si solamente usará este cuaderno para pasar el rato, lo único realmente legible que encuentro es una cuenta atrás que supongo es la del día que viajaría a España con su madre, solo faltaban dos días ¿Tan malo fue todo para que no pudiese soportarlo más? Seguro, y yo lo vi en la mañana, sonriéndome como siempre...no lo entiendo.

—Filha...
—Mae yo...
—No está bien que estés revisando sus cosas amor.
—Es que...necesito entender.
—Ay filha ¿Qué te puedo decir? 
—¿Qué va a pasar ahora? 
—Va a ser un camino complicado, muy complicado, él no solamente tiene que afrontar las consecuencias de esta decisión, también tiene que adaptarse a una nueva realidad.

Por momentos olvido el tema de la cirugía, son demasiadas cosas.

—¿Crees que estaba enojado con nosotros?
—¿Por qué preguntas eso?
—¿Por qué no dejó una nota? Pensé que esas cosas se planeaban.
—Todos lo viven de manera distinta, unos si lo hacen y dejan todo en orden y otros simplemente no, no podemos saber qué estaba pensando antes de tomar tal decisión.
—¿Vos también lo viste bien en el desayuno?
—Si, no podría habérmelo imaginado.

Admito que su respuesta me hace sentir un poco mejor.
Guardo nuevamente las cosas donde estaban y escucho el teléfono sonar en mi cuarto, cierro la mochila y voy a buscarlo.

—Víc ¿Paso algo?
—No no, no te asustes, solamente quería saber como estabas.

El corazón me late a mil.

—Ahh, bueno, estoy ¿Vos?
—Igual que vos, todo esto es una locura Bia, no caigo todavía.
—Yo tampoco, siento que mañana me voy a despertar y esto no va a haber pasado.
—Te entiendo ¿Estás en tu casa?
—Si, mamá insistió en que viniésemos a descansar pero no creo que pegue un ojo en toda la noche.
—Si, pero hay que dormir porque esto se va a poner pesado.
—Y ¿Cómo está tu hermano?

Decir hermano me transporta automáticamente a la escena de Lucia gritándole a Antonio en la sala de espera y la imagen de Manuel aparece en mi mente, pienso en todas las mentiras que ese hombre invento sobre un padre muerto y me da asco, Manuel no se merecía algo así.

—Alex ya esta perfecto, igual que siempre.
—¿Cómo igual que siempre?
—No importa, la verdad es que no quiero hablar de él ¿Viste si Lucia seguía en el hospital cuando te fuiste?
—Si, ella nos dio las cosas de Manu para guardarlas en lo que resolvía algunas cosas.
—Ahh...
—Tranquilo Víctor, ella no te odia.
—Debería, yo tengo parte de la culpa.
—No tenes que pensar así, nadie podría haberlo evitado.
—Es obvio que yo sí Bia, ignore muchas cosas que no debería haber dejado pasar y ahora estoy pagando las consecuencias, otra vez quedarme callado trajo problemas horribles.
—Víctor...

No sé qué decirle sí en parte me siento igual que él: culpable.

—Perdóname, no debería contarte mis problemas, solamente llamaba para saber si estabas bien.
—¿Te puedo hacer una pregunta?
—Obvio decime...
—¿Cómo lo hizo?

Es solo una confirmación.

—Bia no...
—Por favor, quiero saber.
—Uso cuchillas.

Manuel busca en mi estuche y se queda mirando una caja pequeña.

—Eso es para afilar los lápices—me mira.
—¿Afilar?
—Claro, cuando no tienen punta.
—Le sacas punta, si.
—Bueno si—me rió.
—Entiendo, ahora si

Lo deja en su sitio y escribe bajo la foto que pegue hace un rato en el cuaderno.
"31.12 Primer año nuevo juntos: mejor canción de todos los tiempos para Bia "Gritarle al mundo"

Ese flashback pasa por mi cabeza y corro hasta mi mochila para revisar entre mis lápices.
No puede ser.
No puede ser.

Abro el estuche y dejó caer todo su contenido sobre mi cama.

—¿Estás ahí?

No puede ser.

—Bia...

No puede ser...esto es culpa MÍA.

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