Capítulo 26: Promesas rotas.

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VEINTISÉIS

PROMESAS ROTAS

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PROMESAS ROTAS

pasado

Manuel:
Abro los ojos y me encuentro con gente rodeándome con expresiones confusas. Cuando caigo en lo que ha sucedido me siento avergonzado.

Me incorporo y veo a uno de los encargados junto a mi, la gente no deja de mirarme y eso hace que la vergüenza crezca...¿Por qué no dejan de mirarme? ¿Qué les resulta tan interesante?

—Gutierrez ¿Se siente bien?
—S-si.
—¿Seguro? ¿Necesita que llame a alguien?
—No, estoy bien, de verdad, estoy bien.

Asiente, me ayuda a levantarme del suelo y la gente empieza a dispersarse por fin, me alegro de eso.
Sigo sin poder creer como me ha afectado la idea de volver a casa, no es para tanto, no es como si hicieran mi vida tan miserable ¿No?

Todo va a mejorar, lo sé.
Solo tengo que aguantar un poco más y esto va a mejorar.
Ellos se van a cansar alguna vez.

Solo tengo que aguantar un poco más.

*

Víctor:
Me acerco a la mesa y mientras mamá sirve la comida intercambia algunas miradas con mi padre, es raro.
No digo nada al respecto y me dedico a cortar la carne en pedazos para dejar de pensar en la ausencia de Manuel, es muy notoria, al menos para mi.
Está casa no es la misma sin él.

Mamá se aclara la garganta y levanto la mirada para prestarle atención, espero que no vaya decir nada sobre como la vida es mejor sin mi primo en casa porque no estoy de humor para soportar eso hoy.

—Con su madre estuvimos charlando—bueno, al menos no es un ataque a nadie por ahora—y como ella hablo con vos Alex tomamos una decisión.

¿Con Alex?

—Vamos a pedirle a Manuel que vuelva.
—¿Qué?

¿Alex les pidió que él regrese? ¿En serio? 

—Eso mismo Víctor, creemos que es mejor que él este con nosotros. Él nunca vivió solo y además, son fechas familiares, debería estar con su familia.

¿Mamá acaba de decirle familia a Manuel? Esto ya da miedo.

—¿No vas a decir nada?
—No sé que decir.
—Todo va a ser diferente a partir de ahora, se los aseguro.

Hay algo en todo esto que no me cuadra.
¿Por qué de la nada ellos lo estiman tanto?

Algo no anda bien.

presente

Lucía:
A penas nos bajamos del transporte la angustia me recorre el  cuerpo completamente.
Cada vez asumo más que está situación es una realidad, una terrible y dolorosa realidad.

Recuerdo la primera vez que estuve fuera está casa, recuerdo la primera vez que me despedí de mi hijo en este lugar y me reprocho por eso.

—¿Tú estás seguro de esto, Antonío?
—Ya te dije que si Lucia, Paula lo va a entender.
—Que mujer tan comprensiva tienes.
—Bueno...
—No estoy segura de que esto sea una buena idea, pero, estoy confiando en ti Antonio. Confió en que vas a cuidarlo.
—Por favor Lucia, él también es hijo mio.
—¿Eso le has dicho a tu mujer?
—Sabes que ella no está bien después de lo que le paso a Lucas...
—Claro que lo sé, lo que menos se merece son más mentiras de tu parte.
—Voy a decírselo cuando yo lo crea conveniente.


Me rió de eso, para él la verdad nunca es algo conveniente.

—Mira, con tu mujer haz lo que quieras pero a mi hijo se lo tienes que decir, sabes bien que para eso está aquí, sino, no tiene sentido haberlo traído, mucho menos dejarlo contigo.
—Se lo voy a decir Lucia, te lo prometo, confía en mi.
—Eso es lo más difícil.

Pensar en esa promesa me hace sentirme una estúpida otra vez, pienso en los años que deje pasar sus mentiras y me siento peor.
Debería haberme llevado a mi hijo ante la primera señal que vi, pero no lo hice, y ya es tarde para lamentos.

Víctor abre la puerta de la casa y no puedo dejar de imaginarme en su lugar, trato de no ver en todos lados el rastro de todo el dolor que le hicieron pasar, no puedo evitarlo.

Antes de recorrer el pasillo él se voltea a mirarme con un poco de lastima.

—¿Qué sucede?
—E-es que.... el baño...—se ve realmente atormentado.

No hace falta que diga más, sé a que se refiere e intento prepararme para lo que voy a ver.
Entonces avanza y al seguirlo me encuentro con la escena: la bañera todavía está llena de agua turbia y hay gotas de sangre seca en el suelo.

Siento nauseas.
¿Cómo pude hacerle algo así?
¿Cómo pude dejarlo con ese...monstruo?

No hay una explicación razonable, soy tan terrible como él.
Tengo tanta o más culpa que él.

No puedo contener las lagrimas y Víctor tampoco, puedo oírlo sollozar.
Lo sigo dentro de la habitación y me da paso para que pueda recoger lo que debo, entonces, me acerco al armario para sacar cosas: ropa, útiles, zapatos, la computadora y...su teclado.
Sé que no puedo detenerme a llorar por cada cosa que vea así que junto fuerzas y continuo con lo que he venido a hacer: alejar a mi hijo de esta familia.
Víctor no hace ni dice nada, se lo agradezco.

—Su cámara, no está...
—No.
—¿Por qué? ¿Donde la ha dejado?
—No sé bien que paso pero se rompo hace un par de meses.
—¿Se rompió?
—E-eso me dijo...ahora creo que es mentira.

Reprimo las teorías que mi mente formula para no derrumbarme más.
No es momento.

Acomodo las ultimas cosas en la valija, al sacar las ultimas prendas encuentro un sobre de fotos, cuando lo tomo las fotos terminan en el suelo y al levantarlas me encuentro con fotos mías junto a Antonio.

¿Por qué él tiene estás fotos?
¿Él sabia la verdad?
¿Por eso hizo esto?







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