49. Sombras vivientes

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Nota de autor: ¿Adivinen quién reprobó transformaciones con la profesora McGonagall y por eso todavía no puede atribuirse el fic? Así es, yo. La historia le pertenece a Moonsign mientras que el mundo es de J.K Rowling. En temas menos ligeros este capítulo trata situaciones bastante fuertes como el maltrato infantil, violencia verbal, física y abuso intrafamiliar; sepan que ni Moonsign ni yo estamos de acuerdo con estos tratos y aborrecemos este tipo de conductas.

"Noche me abres tantas sensaciones
Nos traerás extrañas tentaciones
Aunque no lo entiendes

Ya ves no te defiendes"

El fantasma de la ópera.

SIRIUS:

Siempre sorprendería a Sirius que, con tan solo una mirada y seis palabras, su madre pudiese demoler cualquier confianza en sí mismo que formara durante el año escolar. En el primer día de las vacaciones de verano, cuando Walburga Black se encontró con sus dos hijos en la plataforma 9 ¾, sus palabras exactas fueron: — ¡Muévete, traidor a la sangre idiota! —La mirada era aquella que se le dedicaba a los contenidos de una canasta de Kneazel cuando consumían una particular cantidad de ratones con dudosa procedencia.

No importó cuanto Sirius trató de mantener la postura recta, sintió el peso del disgusto caerle encima, obligándolo a doblar sus hombros. Lo que hacía todo peor era que podía sentir la mirada de Remus encima de él. Sirius intentaba mantener las apariencias desesperadamente enfrente de todos los Merodeadores. No dejaría de oír lo terrible que fue la luna para Remus por estarse preocupando de más sobre la vida familiar de Sirius.

Siguió a su madre y Regulus despaciosamente a dónde estaba la red flu, intentando evitar los ojos chismosos que observaban a Walburga caminando enfrente de sus seguidores para detenerse en la más cercana chimenea, murmurando inteligiblemente para cualquiera la dirección de su residencia.

Regulus se metió prontamente y Sirius lo imitó con prontitud; estaba deseando escapar las miradas: Algunas de pena, otras de preocupación y la mayoría de asco. Se vio a si mismo obligándose a murmurar la dirección silenciosamente mientras lo engullían las llamas, confirmando sus suposiciones sobre el haber sido revocado del hechizo fidelio que protegía la casa. No importaba lo que sucediera, jamás sería capaz de informarles a sus amigos dónde vivía. Una cosa buena, pensó, dado que podría haberle pedido a James en un momento de debilidad que viniera a rescatarle. James sabía que la casa de los Black estaba ubicada en Grimmauld Place, en Londres porque Sirius se lo había dicho antes de que le quitaran ese derecho, pero no conocía el número. Sin él, la casa sería inaccesible, y Sirius no estaba seguro de que James pudiese revelar esa pequeña información a nadie más.

Las verdes llamas lo arrastraron por toda la red, parando abruptamente en la chimenea de la sala. Inmediatamente tuvo que ver el gigantesco árbol familiar que estaba en la pared opuesta. Sirius hizo una mueca de disgusto al ver el lugar en dónde habían quemado el nombre de Andrómeda. Saliendo de la chimenea, Sirius arrastró el baúl tras él y lo dejó en la alfombra, mirando a todas partes con tristeza. Su madre y Regulus dejaron la sala incluso antes de que él llegara.

Odiaba la casa con tal pasión que daba miedo. Odiaba su estructura retorcida y gótica; todo hecho en la madera más costosa. Odiaba las cortinas de satín y los complicados tapetes que decoraban las paredes, haciendo que la casa se viera mil veces más oscura.

Su espina dorsal se retorcía con los pesados, pero familiares, montones de magia oscura que permanecían en el aire de Grimmauld Place. Ansiaba girarse y salir por la chimenea, llegando a la brillante y amorosa casa de los Potter.

Convocando sombras de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora