59. Bienvenidos a mi infierno

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Nota de autor: ¿Adivinen qué? Mis clases privadas con la profesora McGongall todavía van muy atrasadas, así que está historia todavía le pertenece a Moonsign mientras que el mundo es de J.K Rowling.

"Convierte tus heridas en sabiduría"

Oprah Winfrey.

— ¡Es que no lo entiendo! —James se quejó, tirándose a la cama y rascándose la cornamenta— Explícalo de nuevo, Canuto. Solo tenemos dos días para la Luna Llena y estoy completamente determinado a cambiar para entonces.

Sirius gruñó y se sobó el espacio entre los ojos. Habían estado intentando esto por cuatro horas. Añadiendo las seis del día anterior, podría decir que de no ser por Remus, habría tirado la toalla: — Les he dicho miles de veces. Se trata de determinación. No es sobre cómo pronuncian un encantamiento o mueven la varita. Esto es magia sin varita. Es... primitiva. E interna. Deben querer cambiar más que nada en el mundo. Tienen que permitirle a su magia el llenarlos de tal forma que sientan que explotarán por el calor. Ustedes... ustedes tienen que perder el miedo a morir.

Peter, quien también estaba sentado en su cama, cruzó las piernas y recargó la barbilla en sus manos: — Es que suena demasiado doloroso —Habló— Trato de cambiar, pero detesto tener que pasar dolor.

— Solo duele la primera vez —Sirius sonrió y le guiñó un ojo al Merodeador gordito— Como el sexo. Debes pasar por una dolorosa primera vez pero las demás son fantásticas —Recuperó la seriedad— Piensen lo mal que lo pasa Lunático. A él le duele todo el tiempo. Sus huesos se rompen, la piel se separa y sus órganos cambian de lugar. Y no puede elegirlo. Lo hacemos por él, chicos. Esto podría salvarle la vida.

— Y eso intento —Exclamó James— Hasta ahora tengo la cornamenta y el pelaje antes de que termine golpeándome contra una pared. Y ya nos has dicho eso miles de veces. ¿Qué hiciste que nosotros no estemos haciendo?

— Ya les dije que... —Sirius se detuvo. Estaba repitiendo lo mismo. Tenía que haber otra forma para llegar a los otros dos. Pronto. Estaba tan cansado de encerrarse en el dormitorio, que incluso consideraría ir a la biblioteca como una recompensa, especialmente si podía tener tiempo a solas con Remus. Se mordió el labio mientras pensaba una solución— Sentí que ya no tenía nada que perder —Murmuró— Pensé que todos me odiaban y ya no podían perder más cosas. Dejé que mi magia tomara el control como quisiera. Yo esperaba... yo esperaba quemar toda la oscuridad.

— ¿Oscuridad? —La voz de James era lo más gentil que Los Merodeadores habían escuchado. El chico se daba cuenta de que trataban un tema delicado y privado.

— Ya sabes —Sirius se tocó el pecho— Lo que me hace ser un Black. Lo que me hizo traicionar a Remus. Quería que se fuera. Quería quemarlo —No pudo mirarlos a los ojos.

— Eso fue realmente peligroso, amigo —Peter le riñó— Dejar que tú magia tomara el control. La gente muere haciendo eso.

Sirius bajó aún más la cabeza: — Lo sé. Pienso que si la poción animaga no hubiera encontrado la forma de canalizar mi magia, yo hubiera muerto. Ya no me importaba. Pero así es como ustedes necesitan desearlo.

El silencio que llenó la habitación le hizo pensar a Sirius el si había hablado demasiado. Remus lo entendía. Remus sabía lo que sentía estar tan desesperado que la única solución era morir. Ellos dos ya sabían porque dirección se podía tomar el río.

— No sé si podremos hacerlo —James confesó finalmente. Sirius supo que al chico le tomó mucho admitirlo, y su corazón se hundió— Por esto no hay tantos animagos. Tiene que dejar de importarte lo que te suceda. ¿Cuántas personas pueden hacerlo? En verdad hacerlo, me refiero.

Convocando sombras de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora