77. Un Rastro de Plata

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Nota de autor: ¿Quieren saber un secreto? Esta sigue sin ser mi historia. Todos los créditos van para la poderosísima Moonsign.

"Es requisito para la relajación de la mente que hagamos uso de vez en cuando de actos lúdicos y chistes"

Tomás de Aquino

REMUS:

Los primeros días tras regresar a casa por las vacaciones de Navidad resultaron verdaderamente extrañas para la familia de Remus. En el transcurso del año, secreto por secreto habían sido descubiertos, como si fueran curitas siendo despegadas de una herida: La sexualidad de Remus y su relación con Sirius, sus sospechas con respecto de adónde iba el dinero de sus padres adoptivos, las mentiras de Neil y Angela sobre por qué viajaban alrededor de Europa y por qué menguaba el dinero, sospechas sobre de qué lado de la guerra verdaderamente estaban.

Y ahora los tres tenían que vivir con las recientes revelaciones y sucesos que se habían desencadenado: ¡Bam! Neil perdió sus piernas y Angela era la asesina de quién lo había hecho.

La pequeña familia era todavía muy nueva y ninguno de sus miembros sabía cómo lidiar con estos problemas. Cayeron en una falsa felicidad llena de charlas pequeñas, que a medida que avanzaban, hacían que Remus quisiese volver a esas primeras vacaciones que tuvo con los Anders, cuando todo el futuro se veían tremendamente brillante y lleno de posibilidades infinitas.

En los cinco días que llevaban las vacaciones de Navidad, Remus estaba volviéndose loco. Ya no podía seguir soportando el sentarse durante otra cena familiar para darle elogios a Angela, acompañados de peticiones educadas para pasar la sal a la vez que todos ignoraban mencionar cómo la silla en la que solía sentarse Neil había sido guardada para dar paso a su silla de ruedas mágica.

Remus se encontraba viendo a Angela recoger la mesa en la cuarta noche sin poner problema alguno, recordando brevemente las divertidas discusiones que solía tener con Neil sobre a quién le correspondía. Usualmente terminaban corriendo por la cocina, lanzándose toallas mojadas. Mientras Angela ingresaba a la cocina, tomó una decisión. Era arriesgada, pero ya no soportaba un día más con este extraño ambiente.

— Apuesto —Dijo a Neil, evitando tartamudear— A que yo puedo inventarme más chistes sobre no tener piernas de los que tú podrás sobre hombres lobo antes de que termine el verano.

Un silencio sepulcral descendió sobre ellos a la vez que Neil lo miraba con ojos abiertos por la sorpresa. Por unos segundos, Remus pensó el que había cometido un terrible error y ya estaba preparado para retractarse. Pero entonces Neil dejó salir una carcajada.

No había sido gracioso, Remus pensó. Al menos, no tan gracioso, más fue un alivio el deshacerse de tanta tensión.

— Vas a perder, Lupin —Neil anunció, minutos después mientras dirigía a su silla voladora para que le pegara suavemente en la espalda a Remus— Y sé de un hechizo que nos ayudará a mantener el puntaje.

Se desplazó con una velocidad impresionante y un entusiasmo nunca antes visto para buscar un pedazo de pergamino en la sala, el cual pegó a la pared. Luego usó su varita para crear dos columnas con los nombres de "Remus" y "Neil" y puso otro encantamiento encima.

— ¿Funcionará? —Remus preguntó, intrigado.

— ¿Cómo impides que un hombre lobo aullé en la parte de atrás de un auto?

Remus parpadeó: — ¿Qué? ¿Cómo?

— Ponlo en la silla del pasajero —Neil empezó a reír a medida que un brillante número 1 aparecía debajo de su nombre.

Convocando sombras de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora