Capítulo 15

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Esta vez, conseguí mantener mis ojos abiertos. Pude ver todas las manchas en las que los edificios, árboles, peatones y coches se habían transformado con la velocidad, contrastando con el gris tempestuoso del cielo. Pude aprovechar el viento revitalizarme de cada metro velozmente recorrido por la moto de Valentina, que sonaba alto como si tuviera vida propia y le guste la adrenalina. Sonreí con la sensación agradable de estar prácticamente volando sin alas.

A diferencia de la ida, paramos en varias señales rojas. Y en ninguno de ellos, Valentina demostró preocupación por estar bien detrás de ella, agarrada con firmeza a sus costillas. Incluso sin poder mirar sus ojos, supe que ésta era nuevamente la Valentina de siempre. Había vuelto a encerrarse en su capullo impenetrable, y sabía que tal vez no volviera a ver lo que se escondía dentro de ella. Porque yo no pretendía caer en la tentación de nuevo. No podía hacerle eso a Esmeralda, por más difícil que fuera resistirme a la atracción que Valentina ejercía sobre mí.

No tardamos en llegar a mi casa. Así que ella estacionó la moto, bajé y le pase su casco, que ella colocó en el maletero sin mirarme. La observé subir en la moto otra vez, con su expresión indescifrable, y finalmente tomé valor de decir algo.

- Hm, gracias...

Ni siquiera abrió la boca, el rugido del motor resonó y se marchó. Suspiré, sin darme el trabajo de terminar la palabra. Ya debía saber desde el principio que sería así, Valentina no era el tipo de mujer que se preocupaba por los sentimientos de los demás. Al menos no a la Valentina que estaba acostumbrada a ver.

Entré a mi casa vacía y calmadamente subí hasta mi cuarto, sin saber qué hacer ni qué pensar. Ya no me sentía tan culpable como la primera vez, y algo me decía que el motivo para eso no era de los más angelicales. No me había olvidado de que esto estaba mal y mucho menos había dejado de amar a Esmeralda, pero quedarme con Valentina era mejor que prácticamente todo. Pocas veces deseé querer tanto algo como lo quería ahora. Quería pasar todo el tiempo sintiendo los escalofríos que sus manos provocaban en mi cuerpo, me sentía tan deseada apenas con una mirada, su mirada, siempre intenso en mí como si yo fuera a desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.

Me pregunté por un momento si Valentina estaría arrepentida por haberme llevado a su casa, o por lo que hicimos. Me pregunté si ella ya se había cansado de mí, si ya había logrado lo que quería, como ella misma me dijo una vez, pero no pude convencerme de que eso haya sido la razón detrás de su frialdad. ¿Si ella hubiera esperado e insistido por tanto tiempo para finalmente hacerme ceder, no habría podido aburrirse tan temprano de mí? Tal vez fuera algún motivo que sabría como descubrir, o tal vez fuera el mismo sentimiento que llevaba conmigo: culpa por Esmeralda. Retiro lo que dije, Valentina no sentía remordimiento ni culpa por nada, eso estaba más que claro.

Estaba tan inmersa en mis pensamientos que sólo volví a prestar atención a lo que estaba haciendo cuando un trueno resonó por la habitación, y me encontré acostada en mi cama, mirando el techo. Puse una mano dentro del bolsillo de los pantalones y de allí saque el papel que Esmeralda me había dado en la escuela. Cerré los ojos, apretando el papel en mi pecho, que pulsaba de acuerdo con mi corazón acelerado. Por menos culpable que me sentía en relación a Esmeralda, hecho que me seguía haciendo un monstruo, todavía estaba reflexionando sobre todo lo que había hecho con Valentina. Y por más que intentase pensar en Esmeralda durante el resto del día, mis pensamientos volvían a ser atraídos hacia la profesora Carvajal, como un disco rayado, aún más con el tiempo lluvioso y gris, que sólo me recordaba la comparación que Valentina había hecho antes de salir de la escuela.

***

Cada vez que me quedaba sin hacer nada, esos ojos profundamente azules volvían a molestarme, y cuando eso sucedía, recurría al papel de Esmeralda. Su caligrafía esforzada para parecer legible no me hacía sonreír más, sino que me hacía pensar en una sola cosa, que aunque no quisiera, hacía que mi cuerpo se quejara involuntariamente: el fin de semana estaba cerca, y si Esmeralda cumpliera con lo que decía el papel, lo pasaríamos juntas. Tal vez ella me llevara de viaje, tal vez nos quedaremos en su apartamento, tal vez ella me sorprendería con alguna otra alternativa. Pero no era eso lo que me angustiaba.

MY BIOLOGY 1 Y 2 (Adaptación Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora