Capítulo 23

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(Valentina Pov)

Las paredes frías de mi inmenso apartamento parecían amplificar el sonido de mis zapatos chocando contra el piso de mármol. La débil iluminación, proporcionada por la tímida luz de la luna, manchaba de ceniza las formas duras de mis muebles, tal vez uniéndose al ruido de mis pasos en un sencillo intento de hacerme sentir aún más solitaria. Fuera de los sonidos que producía, el silencio dominaba por completo el ambiente; no había otra respiración, otro corazón golpeando cerca. Sólo yo, sólo mi propio silencio.

Y es exactamente en estas horas que me pregunto: ¿para qué más que esto? ¿Cuál es la ventaja de tener a alguien más? ¿Cuál es la ventaja de estar acompañada, cuando no hay nada mejor que quedarse sola? No hay nada como la libertad que se tiene al estar completamente sola, totalmente libre de las miradas de los demás, siempre como buitres sobrevolando la carnicería que son las desgracias de las vidas ajenas. Para mí, la soledad era nada más que una dádiva, de la cual sabía hacer uso como pocos.

Paré frente a la enorme ventana de mi apartamento, que consistía en una pared entera de vidrio, y de aquí observé la ciudad. No había mucho más que luces, edificios, coches y gente caminando en las calles iluminadas, la típica imagen de un viernes por la noche. Para mí, observar el movimiento de la calle era más interesante que conectar la televisión y ver la basura de siempre; la espontaneidad era absurdamente contrastante. Sintiendo la baja temperatura del vaso de whisky entre mis dedos extenderse por mi piel, solté un suspiro bajo y bebí todo su contenido sin prisa. Una sonrisa mórbida hizo una pequeña curva surgir en el canto de mis labios, y dejé mi mirada en un punto cualquiera de la calle. No tenía importancia en este momento; no había nada relevante para ver.

Me gustaba quedarme sola. Pero en ésta noche en especial, preferiría tener algo para por mis manos, o quizá también mis labios todavía humedecidos por el alcohol. Algo que no era duro como el cristal de la taza, o frío como la bebida que descendía quemando por mi garganta. Algo que pudiera satisfacer mis sentidos y despertar el exigente interés de mi virilidad.

Algo como una mujer.

Una sola mujer.

Dejé a la espalda la monotonía de Miami que mi ventana me permitía ver y caminé hasta la mesita de centro. Coloqué el vaso llenado sólo por hielo sobre la superficie transparente y continué mi camino hasta la habitación. Por el trayecto, empecé a desabrochar los primeros botones de la camisa negra que vestía. No había más sentido en continuar con esta ropa ahora que había optado por quedarme en casa... Una vez más.

Todavía sonriendo de esta manera mediocre, entré en mi cuarto con una curva ágil. Ésta era la tercera vez en la semana que simplemente prefería quedarme en casa a ir a un bar, por pura falta de motivación. No había más sentido en esto, ya que la única droga que parecía anestesiar la agonía pulsante de mis vías sanguíneas probablemente reposaba en su cuarto a ésta hora, encerrada y segura. A salvo de mí.

- Juliana... - murmure bajo, terminando de desabrochar mi camiseta y tirándola lejos. - Maldición de chica.

Llegué al cuarto y vi mi cama, mordiéndome el interior de mi boca en tono de disgusto. Como si la visión muerta de la habitación ya no tuviera un efecto negativo en mi humor, mi mente tenía el placer de divagar entre las costuras de la colcha azul marino, dibujando con ellas la forma de un cuerpo femenino. El cuerpo femenino que me atormentaba desde que mis ojos aclamaron en decorar su contorno, y que asombraba mis sábanas a partir de entonces.

- Maldición de chica. - repetí, abriendo el botón y dejando que el pantalón blanco ajustado cayera a mis pies. La he tirado en cualquier lugar, así como mis zapatos y medias, tirando mi cuerpo sobre el colchón enseguida. Abrí mis brazos, casi tocando los extremos de la cama con la punta de mis dedos, y respiré hondo, sintiendo el aire gélido calmarme al enfriar mis pulmones. Cierro los ojos, sintiendo que mi cuerpo se estremece levemente por la temperatura inadecuada para mi única vestimenta: las bragas y el sujetador. Me quedé inmóvil por unos segundos, apenas dejando mis sentidos calmarse en medio del silencio denso y la brisa helada que venía de la ventana, e inevitablemente mi mente intensificó su razonamiento, contrariando intencionalmente mis órdenes para que siguiera el camino opuesto.

MY BIOLOGY 1 Y 2 (Adaptación Juliantina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora