Capítulo siete | La fiesta.

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Eran las seis de la tarde cuando Kat se encontraba bailando al ritmo de aquellas canciones pop que tanto le gustaban

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Eran las seis de la tarde cuando Kat se encontraba bailando al ritmo de aquellas canciones pop que tanto le gustaban. Aún estaba en pijama cuando escucho el timbre de su casa sonar y bajó las escaleras aún moviéndose con cierto ritmo. Después de mirar la identidad de quienes se encontraban tocando—aunque de todos modos ya tenía una idea de quienes podían ser—abrió la puerta sonriente, abriendo paso a que su visión se deleitara con la imagen de sus lindas amigas, porque lo eran.

—Hola. —Saludaron las tres chicas al mismo tiempo.

Kat las analizó rápidamente con la mirada antes de hacerlas pasar. Mía iba con ropa casual: Unos jeans plomos y un suéter negro con bastantes brillos plomos que dejaba al descubierto sus hombros y clavícula, llevaba lo esencial de maquillaje, máscara de pestañas, delineador bajo sus ojos y un color mate en sus labios. Belle, por otro lado, llevaba más colores puestos: Un jean blanco a juego con una blusa celeste y de maquillaje lo mismo que Mía a excepción de su labial que era un bonito color rosado.

Inmediatamente, después de su rápido vistazo, Kat las hizo pasar y ambas entraron sintiendo bastante familiaridad en aquella casa, la cual ya habían visitado con anterioridad. 

Desde que las tres chicas habían forjado una amistad, habían ido a casa de Kat un centenar de veces, convirtiéndose en su lugar de reunión favorito por el simple hecho de que podían divertirse, gritar y cantar a todo pulmón tanto como quisiesen sin que haya algún padre de por medio regañándolas, porque los padres de Kat, nunca estaban. Al menos durante el día.

Habían aquellas veces en que Mía pensaba que quizá Kat se sentía sola en aquella casa tan grande y vacía. Ella lo sabía, sabía lo que era no ver a sus padres muy seguido, pero al menos vivía con una agradable figura maternal, su tía, y con Belle, así que básicamente nunca estaba sola, pero ¿Y Kat? ¿Cómo hacía para vivir prácticamente sola y aún así estar feliz la mayoría del tiempo? Al menos eso era lo que su amiga mostraba.

—No puedo creer que nos hayas hecho venir tan temprano, sólo para encontrarte en pijama. —Regañó Belle a su amiga subiendo las escaleras que conducían a su habitación.

—Hacía mis tareas y perdí la noción del tiempo. —Kat hizo un puchero—. ¿Me perdonan?

—No le hagas caso a Belle. Ella sólo está gruñona desde que el día comenzó, lo de siempre. —Belle manoteó juguetonamente a su prima y esta le sacó la lengua cuando falló.

Kat informó que irá a ducharse y vestirse en su baño y ambas chicas asientieron mientras la esperaban en su suave cama. 

Los pensamientos de ambas jóvenes eran muy contradictorios. Por un lado, Belle se seguía quejando que ella realmente no quería ir a esa fiesta, en donde, probablemente, estaría aquel idiota que tanto la hacía rabiar.

Por otro lado Mía se preguntaba si su pretendiente secreto iría a esa fiesta. Ella estaba realmente absteniéndose de las ganas de preguntarle directamente si estarían en el mismo lugar, pues esto significaría que le estaría revelando su ubicación y de algún modo ella no se sentía segura con eso. Y así estuvieron al rededor de veinte minutos Belle renegando por la susodicha fiesta y Mía pensando en su anónimo mientras chateaba con él al mismo tiempo.

Buscando lo inolvidable. ✔ [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora