Capítulo diecisiete | Fortuna.

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¿Qué es lo que uno debe hacer cuando el amor platónico por el que sentiste tanto vuelve a tu vida, otra vez?

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¿Qué es lo que uno debe hacer cuando el amor platónico por el que sentiste tanto vuelve a tu vida, otra vez?

¿Qué debía hacer si ella me pedía salir conmigo para hablar de lo que fue lo nuestro cuando anteriormente me había dejado en claro que yo sólo fui una aventura de sus dieciséis años?

¿Aceptar? Porque si no es así, entonces estaba cometiendo un error.

Aún podía saborear aquella pequeña satisfacción que había sentido cuando noté lo culpable que se sentía, después de todo siempre nos aliviaremos cuando quien nos daña sufre ¿No?

Los días de la semana habían transcurrido de manera veloz y el único acontecimiento resultante había sido el tema de Mía y acordar hablar con Samantha.

¿Megan? La ignoraba, sólo no quería saber nada de ella, al menos por ahora. De todos modos, ni siquiera llegamos a la categoría de amigos ¿Qué habría que reprocharle, de todos modos? 

Desde que Mía nos contó todo sobre el anónimo que le escribía y que lo conocería, nadie había dejado el tema en paz. Teorías y búsquedas que terminaban en nada surgían y cada vez estábamos más ansiosos porque el sábado llegase...y llegó. Pero yo no sólo esperaba el sábado por Mía, también lo esperaba por mí. Porque en ese día no sólo descubriríamos la identidad de aquel anónimo, yo descubriría la decisión tomaría con Samantha. Y esperaba no equivocarme.

A las dos de la tarde, después de almorzar y acompañar a mi mamá en su terapia, me dirigí hacia el lugar de encuentro con Samantha y cuando acabase con ella—sonaba mal, pero es lo que era—y posteriormente iría con mis amigos al lugar del encuentro donde el anónimo le había dicho a Mía que se verían. Obviamente habíamos planeado estar ahí más temprano de lo normal para planear como haríamos para ocultarnos y vigilar que esté bien al mismo tiempo.

Vaya agenda ocupada ¿No? Mi vida casi se podía catalogar como interesante.

Volví a mirar a los comensales de aquella acogedora cafetería, que Samantha había elegido para hablar, tratando de encontrar algo con lo que entretenerme.

Entonces la vi.

Una conocida sensación de vacío se instaló en mi estómago y presioné mis piernas con mis manos debajo de la mesa. Estaba demasiado delgada, probablemente cualquier chica moriría por estar así de delgada, pero notaba de lejos que aquella delgadez no era saludable. Era la misma flacidez que mi madre tenía. Su cabello rubio estaba sujeto por la pequeña coleta que se podía formar debido a su corto tamaño y sus ojos...

Sus ojos seguían de ese color miel tan únicos por los cuales durante un tiempo era yo el que me derretía.

—Gracias por venir. —Sus ojos conectaron con los míos y un pequeño escalofrío me recorrió, demostraba sinceridad en su agradecimiento—. Sinceramente pensé que no vendrías, yo no lo hubiera hecho si fuera tú.

Buscando lo inolvidable. ✔ [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora