Capítulo diecinueve | Amor.

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Las cosas habían cambiado, eso estaba claro

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Las cosas habían cambiado, eso estaba claro. No estaba segura de como hicimos para concentrarnos en estudiar para nuestros segundos exámenes,  pero, de algún modo, lo hicimos.

Diez días después de la tormenta nuestras charlas se habían tornado algo tensas y frívolas, nuestras miradas caían constantemente en Mía, quien había dejado de sonreír y hablaba menos. Cuando sus padres acudieron a mi con la esperanza de saber que andaba mal con ella no supe que decirles ¿Cómo le explicaba que su hija había caído en las trampas de la inseguridad cibernética? No, no podía hacerlo. Mía no me lo perdonaría.

El timbre que indicaba la salida y una voz inmediata me sacaron de mis pensamientos.

—¿Estás lista?

Cerré mis ojos con impaciencia al oír su voz, cuando los abrí tenía a un Noah mirándome burlón a mi lado mientras sonreía. Tomé mis cuadernos y los guardé en la mochila, me puse de pie y enfrenté lo que había estado ignorando durante más de una semana.

—Sí, podemos irnos, Greg. —El pelirrojo asintió y me indicó que lo siguiera a la salida—. Nos vemos luego Noah, dile a Alex que no se preocupe mucho, estaré bien. —El nombrado asintió mientras caminaba también a nuestro lado, hacia la salida.

—No te olvides de ser puntual hoy, Belle. No vayas a tener...—miró descaradamente a Greg—  distracciones que te retrasen. —culminó.

—Tranquilo, a las 4 en punto estaré con ustedes ¿Qué te pasa? Sabes que soy puntual. —Noah asintió con una sonrisa y al ver a nuestro grupo de amigos ya reunido bajo aquel acostumbrado roble se dirigió a ellos.

Todos me miraban sin disimulo y yo quería morir, incluso Kat me daba ánimos con sus pulgares arriba. Miré a Mía y noté que una ligera sonrisa aparecía en su rostro, bueno, eso era un avance.

Texteé rápidamente a mi mamá para que no se olvidase que sí me había dado permiso de almorzar afuera y luego estar con los chicos. Por nada del mundo quería entrar a casa y encontrarla echa una furia con un gato en sus brazos sólo porque se le olvidó que me dejó salir.

—Entonces...¿A dónde quieres ir?

—A un lugar donde tengan buena comida, me muero de hambre. No podemos hablar sin almorzar antes. —sugerí y el asintió—. ¿Conoces a algún lugar?

—Claro, pero está un poco lejos a pie. No te importa caminar ¿Cierto? —Negué con la cabeza y empezamos a caminar en silencio.

Al llegar al restaurante—después de casi media hora—la rutina fue la misma de nuestra caminata. Ordenamos la que queríamos comer y comimos en silencio.

Era una lástima no haber estado con alguien de confianza, me costó mucho controlarme comiendo para dar una buena impresión ¿Por qué? Yo tampoco lo sé, eso el algo que aún sigo cuestionándome arrepentida de no haber disfrutado como se debe mi almuerzo.

Buscando lo inolvidable. ✔ [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora