Capítulo 3 | Siete palabras

1.7K 277 98
                                    

Su mirada azulada escrutó mi rostro, buscando la respuesta a una pregunta no formulada.

Me mordí el labio, aguantando estoicamente su examen. Mi mente bullía de actividad, tratando de asimilar qué había ocurrido. No comprendía por qué le había pedido a Jayden que me ayudase. ¿Acaso no entendía que era la única persona que me había visto en semanas? ¿Por qué creía que Jayden podría percatarse de mi presencia?

Estaba en medio de mis cavilaciones cuando, de repente, su mano atravesó mi tripa. El movimiento fue tan rápido que ni siquiera me dio tiempo a apartarme. Sus ojos se abrieron tanto que, por un momento, temí que fueran a salirse de sus órbitas.

—T-tú... tú... —tartamudeó.

Noté que algunos alumnos se detenían para observarnos. Estaba segura de que, si hubiese sido posible, mis mejillas se habrían teñido de rojo.

—Esto no puede estar pasando —gimoteé, avergonzada, tapando mi cara con ambas manos.

—¿Todo bien, Aiden? —se burló Elliot, un chico pelirrojo, mientras contemplaba la insólita situación.

—¿¡Por qué demonios puedo atravesarte!? —gritó, ignorando por completo a Elliot y provocando que varios alumnos estallasen en carcajadas.

—¿Qué te parece si lo discutimos en privado? —propuse—. Seguro que medio instituto está razonando cuántos tornillos has perdido.

Pero a Aiden no pareció importarle lo que pensasen sobre él. Aiden prefirió sacar y meter su mano en mi abdomen una y otra vez, como si así quisiera asegurarse de que realmente podía atravesarme. Y todo ello sin perder la misma cara de sorpresa.

—¡Esas cosas en privado, Aiden! —exclamó Elliot, en tono jocoso, lo que causó nuevas carcajadas.

—¡Ya está bien! —chillé. Para dar más énfasis a mis palabras, elevé las palmas de mis manos en señal de rendición y di un paso atrás. Así evitaba que Aiden siguiese repitiendo el movimiento.

Pero no fue la mejor de mis ideas.

No sabía que había gente detrás de mí a tan corta distancia hasta que fue demasiado tarde. Al retroceder, atravesé a alguien. Mi cuerpo intangible quedó cubierto parcialmente por un alumno. Y al alzar la vista hacia Aiden, vi su cara horrorizada.

Rápidamente, volví a dar un paso al frente, como si así pudiese borrar lo que acababa de pasar. Pero hasta yo comprendí que no serviría de nada.

Aiden reculó, huyéndome.

Intenté deshacer el nudo que había comenzado a formarse en mi garganta. Él me estaba mirando con auténtico miedo y yo no sabía qué hacer para hacerle entender que no era peligrosa. El coro que se había formado alrededor nuestro tampoco ayudaba, aunque solo Aiden podía percatarse de mi presencia.

—No voy a hacerte daño —expliqué.

—Qué... —comenzó diciendo. Sin embargo, Aiden nunca acabó la frase. Era como si se hubiera quedado en shock.

—No soy peligrosa.

Ante mis palabras, Aiden sacudió la cabeza, como si con ese gesto pudiese evitar oírme. Su mirada bajó hacia el suelo, procurando no cruzarse con la mía. Estaba haciendo todo lo posible para convencerse de que no era real.

Y fue entonces, contemplando cómo Aiden intentaba aferrarse desesperadamente a su cordura, cuando lo comprendí. Aiden no sabía que yo era un fantasma. Seguramente le había hecho esa pregunta a Jayden porque creía que yo era una estudiante más —viva—. Y, probablemente, desconocía que yo estuviese muerta porque jamás había visto a un espectro.

Todas las estrellas que nos separanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora