Capítulo 24 | Se ha ido

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Exhausto, me dejo caer sobre el suelo.

Todo a mi alrededor da vueltas y siento los músculos extremadamente pesados, como si estuvieran hechos de toneladas de hormigón. Suspiro, repitiéndome por enésima vez que este será el último esfuerzo, mientras lucho para que los párpados se mantengan abiertos.

Después de esta noche, pienso dormir una semana entera.

Tras descubrir el suéter turquesa enterrado en el jardín —y el cuerpo que lo lleva puesto—, alzo la vista para buscar a Harriet y confirmar que es ella, aunque tampoco hace falta ya que ella siempre lleva esa ropa. Pero no la encuentro. Arrugo la frente. Qué extraño, estaba aquí hace un momento.

Con un zumbido en los oídos, paseo la mirada por el jardín. Entonces me doy cuenta de que Jayden ha encendido las luces, pues no está tan oscuro como hace escasos minutos. Y también hay gente. Mucha gente. Creo que todo el barrio se halla aquí.

—¿Tú eres Aiden? —me pregunta una chica que no reconozco. Observo su uniforme y comprendo que se trata de una agente de policía.

—Sí —respondo, intentando concentrarme. Estoy seguro de que ese bate de beisbol ha hecho papilla mi cerebro, igual que lo haría una trituradora; eso explicaría por qué me cuesta procesar lo que está aconteciendo en torno a mí.

—Jayden nos ha llamado. Ha asegurado que su hermano ha intentado matarte y que... —Traga saliva—. Que también es el asesino de Harriet Bonner.

Ella me mira, expectante, buscando algún tipo de respuesta por mi parte. Pestañeo. ¿Acaso no se ha dado cuenta de que Harriet está enterrada a nuestros pies? Abro la boca, dispuesto a responder, cuando me interrumpen.

—Las preguntas pueden esperar, agente —asegura un joven de los servicios de emergencia—. Aiden está herido, como puede comprobar. Necesita ayuda.

Me coloca una mano en el hombro y aplica algo de fuerza, pretendiendo guiarme para sacarme de la casa. Doy algunos pasos por inercia, pero después me paro. Sacudo la cabeza, negándome. Sin embargo, el movimiento resulta ser un grave error, ya que el dolor punzante que siento por detrás se acentúa. Pestañeo varias veces hasta que las palpitaciones se detienen.

Mis heridas pueden esperar, pues Harriet lleva meses esperando este momento. Se merece que encuentren su cuerpo de una condenada vez.

—Aiden, estás sangrando —insiste el joven sanitario.

—¿Pero es que no la ven? —estallo, señalando al suelo—. Harriet está enterrada aquí mismo.

Como si fueran los delirios de un loco, no me hacen mucho caso al principio. Desvían la mirada al suelo con desgana, como si solo quisieran comprobar que ahí no hay más que tierra. Pero cuando se dan cuenta de que realmente hay un cuerpo, el asombro y el horror relucen en sus facciones.

—Oh cielos santos —expresa la agente—. ¡Harriet Bonner está enterrada aquí!

El grito de la mujer alerta a sus compañeros policías. Los sanitarios también se acercan. Y creo que algunos vecinos que han decidido acercarse a comprobar qué ocurría, alertados por el alboroto de las sirenas de ambulancia, quieren ver eso que llama tanto la atención. En menos de un minuto, hay tanta gente en el jardín que pueden contarse por docenas.

Me froto las sienes, notando cómo el dolor de cabeza va a más. Los flashes de las cámaras tampoco ayudan.

Son unos putos enfermos. Ven un cadáver y lo primero que hacen es sacar fotos para mostrarlo en redes sociales. Estoy seguro de que cuando Harriet desapareció no se movieron tanto por internet.

—¡Atrás! —pide uno de los agentes, después de unos largos cinco minutos—. Vamos a precintar la zona. Un poco de colaboración, por favor.

Necesito hablar con Harriet ahora mismo. Vuelvo a buscarla con la mirada, pero no la encuentro.

No lo entiendo. Ella estaba aquí hace un segundo, y de repente se esfumó. No pudo haberse marchado así sin más. Ella no es así. Estuvo conmigo en los peores momentos, cuando Logan me dio la paliza estando encapuchado y durante las burlas de la fiesta de Anisa. Entonces, ¿por qué se ha ido?

Y si...

El corazón comienza a latirme más fuerte y el miedo se enrosca en mi estómago, al pensar en esa posibilidad. Trago saliva.

Recorro cada parte del jardín, sin importarme lo que piensen de mí, antes de dejarme convencer por la angustia. En los sitios a los que no puedo llegar —porque están precintados—, los estudio a consciencia con la mirada.

Pero no está. Harriet no está.

Harriet era un fantasma que no tenía por qué estar aquí. Vagaba por las calles de Bergen como si tuviera alguna deuda pendiente, aunque ella desconocía cuál. Pero ambos sabíamos que en algún momento tendría que pasar "al otro lado". Es lo que debía pasar.

Y ahora que he encontrado su cadáver, y de repente ella se ha esfumado, lo comprendo.

Harriet ya está descansando en paz.

Ella se ha ido para siempre.

* * *

Fin.

Vale, noh jajajajaja aún quedan algunos capítulos por delante, que serán narrados por Aiden.

Todas las estrellas que nos separanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora