Capítulo 13 | Un amor entre dos mundos

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—¿Jayden es el asesino? —preguntó Aiden. Había tenido el tacto de no añadir "te lo dije".

—Sí. No —respondí, hundiendo el rostro entre mis manos—. No lo sé.

Inevitablemente, mi mente viajó al día anterior. Después de descubrir el dibujo de Jayden, salí huyendo de su casa. No podía permanecer ni un minuto más allí, pues sentía una opresión en el pecho que amenazaba con asfixiarme.

Una vez que estuve a salvo en las calles empedradas de Bergen, el primer pensamiento que me asaltó fue contárselo a alguien. Y como solo una persona podía verme, tuve la necesidad de hablar con Aiden.

Sabía que ir en busca de Aiden implicaba invadir su privacidad. Pero no me importó. No en aquel momento. Después de todo este tiempo, había encontrado un hilo del que podíamos tirar. Un resquicio de esperanza. Sin embargo, antes de dirigirme hacia su casa, recordé las últimas palabras que me había dirigido. "Avísame si descubres algo. Si es importante, no me molesta que te cueles en mi casa. Aunque esté en la ducha". Evocar el gesto coqueto con el que las había pronunciado fue suficiente para terminar de abochornarme.

En otra ocasión, yo habría estado roja como un tomate y mis mejillas emanarían tal cantidad de calor que se podría freír un huevo en ellas.

No quería arriesgarme a entrar en la vivienda de Aiden e interrumpirle en medio de una actividad íntima. Solo con pensarlo se me aceleraba el ritmo cardiaco.

Así que decidí esperar al día siguiente, cuando coincidiéramos en el instituto. Me encaminé hacia la casa de mis padres y, en el transcurso de las horas, reflexioné sobre lo que significaba lo que había descubierto. Necesitaba pensar por qué Jayden había hecho ese dibujo y qué suponía.

Pero no llegué a ninguna conclusión lógica, a pesar de haber pasado toda la noche cavilando sobre el mismo tema.

Al llegar al instituto, ni siquiera pude esperar a que fuera la hora del descanso para contarle a Aiden lo que había pasado. En su lugar, cuando lo vi entrar en la edificación a primera hora de la mañana, le hice señas para que me siguiera hasta la sala de música. Y ahora, aquí estábamos.

—Vuelve a explicarme qué ocurrió —pidió él.

—Jayden hizo un dibujo que plasmaba la mirada de mi asesino. Y después lo rompió —relaté—. Eran los mismos ojos furiosos.

—¿Y no te pudiste haber equivocado? —sugirió—. Es que lo que describes parece algo muy... ambiguo.

—¡No! —exclamé—. No me equivocaría en algo así. Estoy completamente segura de lo que vi. Y también de lo que viví.

Aiden elevó ambas manos, como si se rindiera. Tenía los ojos posados sobre un punto fijo, coronados con un ceño fruncido. Estaba reflexionando sobre lo que dije. Finalmente, asintió con la cabeza, como si hubiera elegido creerme.

—Está bien —afirmó—. Jayden dibujó la mirada de tu asesino. ¿Eso significa que fue él o que conoce a quién lo hizo?

—Él no pudo haberlo hecho —me apresuré a responder, repentinamente segura—. Recuerda que sus ojos son marrones. Así que debe conocer al responsable.

—¿Es cómplice? ¿Ayudó a deshacerse de tu cuerpo o algo así?

Apreté los labios con furia, pero guardé silencio. A veces deseaba que Aiden no fuera tan bruto a la hora de expresar en voz alta lo que pensaba. O que fuera algo más prudente cuando tocábamos un asunto delicado. Pero no, él prefería soltar lo primero que se le venía a la mente como si fuese un exprimidor sin filtro.

Todas las estrellas que nos separanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora