Capítulo 20 | La intimidad de un secreto

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Después de la graduación, fui a casa de mis padres. Ellos no acudieron al evento. Supuse que no tenían motivos para ver cómo compañeros de su hija muerta se subían al escenario a recoger un diploma, mientras ellos buscaban un cadáver que enterrar.

En la tranquilidad de mi hogar, observé cómo continuaban con su acuerdo tácito de guardar silencio. Casi ni se miraban. Prácticamente eran dos desconocidos que estaban viviendo en la misma casa.

Me dolía verlos así. Que después de tantos años juntos y dichosos, se hubieran perdido.

Y entonces fui repentinamente consciente de que el divorcio era lo mejor que podían hacer.

Mientras continuasen casados, esta rutina no cambiaría. No serían felices, ni tampoco avanzarían. Serían desdichados, persiguiendo la sombra del matrimonio que una vez fueron. Atormentados con el fantasma de una hija que ya nunca volvería.

En el mismo instante en el que desaparecí, sus caminos se separaron.

Por eso, preferí que se divorciaran y tratasen de buscar su felicidad por separado, a que siguieran así.

Como Aiden me dijo en una ocasión, no podía culparme por lo que les pasaba a los míos. Eran sus decisiones. Y el futuro era imprevisible. Quizás, aunque hubiese seguido viva, ellos habrían terminado separándose de igual modo. En eso consistía la vida, en afrontar los problemas sin sentirnos culpables por abordarlos de la forma que creíamos más correcta.

Esbocé una pequeña sonrisa, sintiéndome en paz al tener esta revelación. Sentada en la esquina del salón, rodeé mis piernas con mis brazos, y esperé a que las horas pasasen.

Sin embargo, como no podía entretenerme con nada, cada segundo me parecía una eternidad. Mi imaginación volaba y mis pensamientos evocaban miles escenarios posibles para esta noche.

Porque solo quedaban unas horas para la fiesta de Anisa. Y no sabía qué esperar.

La última vez que estuve en su casa, las cosas no fueron muy bien. Anisa descubrió que su novio le era infiel y Kaylee se fue de la fiesta después de que Aiden hablase con ella, aunque nunca supe el contenido de la conversación. Así que no pude evitar sentirme un poco culpable. Si yo hubiese mantenido la boca cerrada, nada se habría arruinado.

Pero por otra parte...

Yo solo dije lo que estaba pasando. Fue Charlie quien eligió tener una aventura, pese a tener una relación con Anisa. Y por tanto fue Charlie quien actuó mal, no yo.

Además, la calidez se expandió por mi pecho al recordar cómo acabó la noche. Aiden me acompañó a casa y fue ahí cuando comenzó nuestra amistad.

Suspiré.

Cuando la noche cayó, tenía un nudo de nervios instalado en el estómago.

Le aseguré a Aiden que iría a la fiesta de Anisa, pero no acordamos nada concreto. No sabía si nos veríamos en la casa de la anfitriona o si tenía que ir yo a buscarlo. ¿O mejor quedábamos en un punto intermedio? No pensé que él fuera a dirigirse aquí, ya que mis padres seguían pululando por el salón y sería raro.

—Qué complicado es todo —murmuré. Y qué diferente era la realidad a lo que mostraban las películas americanas.

Después de pensarlo un rato, llegué a la conclusión de que lo más razonable era que fuera yo a buscarlo a su casa.

Me levanté del suelo y sacudí mis vaqueros impolutos. Me hubiera gustado que fuera Aiden el que viniese aquí. Habría sido más fácil y no estaría al borde de un ataque de nervios. Pese a los avances que había hecho en mi contención e inseguridad crónicas, aún tenía reservas para aparecer en su cuarto sin haber sido invitada.

Todas las estrellas que nos separanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora