Mientras los médicos inspeccionaban a Aiden, yo me pregunté a dónde iban esos sueños que nunca cumplimos.
Pasábamos tantas horas del día con la mente en otra parte, fantaseando, construyendo ilusiones con una sonrisa tonta en los labios y un destello especial en los ojos, que me negué a creer que todos esos deseos simplemente se desvanecían. ¿Cómo podía ser que algo que nos cosquilleaba en la punta de los dedos y nos mantenía despiertos hasta altas horas de la noche, desaparecía? Así, sin más. Era inconcebible.
Ese tirón en el estómago, aquel vuelvo en el corazón... Eso era algo que nunca se olvidaba.
Pensaba que cuando éramos niños, nos aferrábamos a los sueños como si fuesen nuestro salvavida para el momento en el que nos convirtiéramos en adultos. Se trataban de una especia de brújula que nos indicaba si el camino que estábamos siguiendo era el correcto. Si nos hacía feliz. Pero a medida que soplábamos velas y los años pasaban, nos olvidábamos de aquello que juramos perseguir. Y así, acabábamos con decepciones acumuladas, ideales frustrados y más días apáticos de los que nos gustaría admitir.
Pero, mientras más lo razonaba, más nítido lo veía. Los sueños no desaparecían, solo los guardábamos en una cajita, hasta que un día éramos lo bastantes valientes como para abrirla y descubríamos su interior. Nos redescubríamos. Y entonces no había vuelta atrás, porque cuando conocías lo que hacía que tu corazón se acelerase, sabías que no te ibas a conformar con menos. Volvías a tener en tu mano aquella brújula que te indicaba el camino que debías seguir para encontrar la felicidad.
Me pregunté con qué estaría soñando Aiden. ¿Estaba sumergido ahora en su utopía? ¿Recordaría lo que le hacía sonreír cuando era un niño? ¿O tendría una pesadilla fea de la que quisiera despertar?
Salí de mi ensimismamiento cuando advertí que una de las doctoras abandonaba la habitación en la que se hallaba Aiden. Dejé mis divagaciones para otro momento y me acerqué a ella.
Tras llegar al hospital, después de que le dieran la paliza, lo metieron en una sala para valorar los daños. Yo estuve con él. Pero cuando vi que le quitaban la camisa, opté por aguardar al otro lado de la pared.
La mujer se dirigió a la administración de la planta. La seguí. Ella descolgó un teléfono y marcó un número. Por el contenido de la conversación, supe que había llamado a las madres de Aiden. Después de ponerlas en situación, a las tres de la mañana, escuché las palabras que provocaron que suspirase de alivio:
—Aiden está fuera de peligro. Vivirá, sin ninguna lesión importante, aunque tiene algunos cardenales que deben vigilarse. Por fortuna, en la cabeza solo recibió tres puntos. No hay nada de hemorragias internas, ni costillas rotas o hematomas importantes.
Si no fuese porque era un fantasma, ahora mismo lloraría de desahogo. Sin más dilaciones, giré sobre mis talones y me encaminé hacia la habitación en la que estaba descansando Aiden. En esta ocasión, no me importaba atravesar muros para comprobar su estado.
Encontrarme a Aiden postrado en la camilla del hospital me cortó la respiración. Vagamente, era consciente de que aún había personal sanitario pululando en torno a él, pero toda mi atención estaba puesta en Aiden, en la palidez poco habitual de su piel y en los moratones violetas que horas antes no estaban ahí. Hasta sus pecas parecían estar fuera de lugar. Tenía una vía inyectada en el brazo, que lo conectaba a un suero, y tres puntos por encima del pómulo. Súbitamente, sentí la necesidad de arrancarle todo eso y llevármelo conmigo a casa.
Arrugué la nariz. De manera repentina, el olor a alcohol y desinfectante me crisparon. Era demasiado fuerte. ¿A nadie más parecía irritarle? Y todo era tan blanco... las paredes blancas, las sábanas de la camilla eran blancas, las batas de los médicos también eran blancas. Era como si estuviéramos en un manicomio. Por no hablar de la limpieza, que rozaba lo obseso. ¿Pero qué problema tenían con los gérmenes?
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Todas las estrellas que nos separan
Teen FictionHarriet es un fantasma y solo Aiden es capaz de verla. Mientras intentan averiguar quién es el asesino de Harriet, su amistad se convierte en algo más. ¿Puede el amor superar las barreras de dos mundos diferentes? * * * Harriet tiene varias certezas...