Capítulo 21 | Etérea

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Mientras Aiden y yo iniciábamos el camino de descenso, yo no podía dejar de sonreír.

Por fortuna, Aiden encabezaba la marcha y no podía ver la sonrisa bobalicona que tenía estampada en la cara. Si me pillaba, seguramente diría algo como "espero que lo que estés fantaseando valga la pena" o "eres como un libro abierto". Y yo me sentiría un poco tonta.

Pero eso no ocurrió. Así que no traté de ocultar nada. Permití que el cosquilleo que notaba bajo la piel se expandiera por todo mi cuerpo, experimentando una agradable sensación. Ni siquiera me preocupé por los lobos o los animales que podrían esconderse en el bosque.

Ojalá este momento fuera eterno.

Después de un rato, emergimos de entre los árboles y volvimos a estar en la civilización. La oscuridad fue reemplazada por farolas, las plantas por casas y el suelo de tierra por calles empedradas. Inspiré hondo, percibiendo el salitre en el aire junto al olor a tierra mojada. El mejor aroma del mundo.

—Oye, Harriet —me llamó Aiden, dándose la vuelta. Sus ojos brillaban por alguna emoción que desconocía. Quizás no era la única a la que le había parecido mágico lo que había ocurrido en Fløyen.

—¿Sí?

—¿Qué te parece si mañana quedamos para ir a algún lugar?

Mi corazón dio un brinco.

—¿Qué lugar? —me interesé.

—Es una sorpresa —respondió, con una sonrisa enigmática—. Pero debemos quedar temprano, porque hay que caminar mucho.

—Y seguramente, habrá que atravesar algún bosque, ¿verdad? —me aventuré, empezando a conocer los planes que traza Aiden.

—Muy frondoso y poco transitado.

Con toda seguridad, había un camino más fácil y rápido por el que ir. Pero si Aiden ni siquiera lo había mencionado, era porque probablemente yo lo atravesaría, como pasó con el bybanen cuando fuimos a la iglesia de Fantoft. La calidez se extendió por mi pecho cuando advertí lo considerado que era Aiden conmigo.

—¿Jack se viene? —pregunté.

Me habría gustado que fuésemos solo nosotros dos, pero si teníamos que adentrarnos en el bosque, prefería que hubiera otra persona por si nos asaltaba un animal salvaje. Así Aiden tendría a alguien que lo ayudase a defenderse.

O, en el peor de los casos, un cebo para que a él le diese tiempo de salir corriendo.

Aiden arrugó la frente y puso los brazos en jarra. Aunque intentaba aparentar enfadado, las comisuras de sus labios temblaban, delatando su broma.

—¿Intentas ponerme celoso?

—¡No! —me apresuré a responder, elevando ambas manos—. Es que yo... yo solo...

—Es broma, Harriet —se rio Aiden—. Jack no viene. Se ha ido de viaje a España y no volverá hasta dentro de un par de meses. Solo estaremos nosotros dos.

—¿A España?

—Sí. Su madre es española, así que los veranos suelen pasarlos allí.

Aiden esperaba a que le diese una respuesta a su plan. Notaba sus ojos sobre mí, estudiándome. Asentí, mostrando mi conformidad.

—Pues está hecho —confirmó Aiden—. Mañana quedamos a las seis.

—¿¡A las seis?!

—Te quejas como si durmieras.

Estaba a punto de protestar cuando un sonido me interrumpió. Aiden acababa de recibir un mensaje. Fruncí el ceño. Qué extraño, debían ser las tantas de la madrugada y nadie enviaba un WhatApp a esta hora.

Todas las estrellas que nos separanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora