Capítulo 10 | Una mochila llena de culpa

1.3K 217 20
                                    

Mis padres estaban diferentes.

No me refería al aspecto físico, ya que estaban prácticamente iguales. Quizás, sus ojeras estaban un poco más marcadas de lo habitual y parecía que un velo de tristeza cubría sus ojos de manera permanente, pero no me refería a eso. Su cambio era algo distinto.

Los observé con detenimiento para constatar mi hipótesis, mientras se preparaban por la mañana para ir a trabajar. Sus movimientos eran mecánicos, como si los hicieran porque era lo que se suponía que debían hacer. No hablaban entre ellos. Y ambos tenían la mirada perdida, como si su mente estuviera a ciento de kilómetros de aquí.

Chasqueé la lengua. A esto me refería.

No estaban actuando igual a cuando estaba viva. Antes, papá cantaba mientras preparaba el desayuno, lleno de energía. Era la única persona en el planeta capaz de levantarse un lunes a las cinco de la mañana y estar de buen humor. Mamá lo contemplaba como si quisiera atizarlo con la sartén con la que él freía los huevos, irritada por su estado de ánimo. Yo rodaba los ojos con exageración, como si estuviese avergonzada por el comportamiento de mi padre, hecho que lo alentaba aún más.

No había movimientos mecánicos, ni emociones apagadas.

Tampoco había silencio. Casi nunca. Después del primer café, hablábamos de lo que íbamos a hacer ese día, de lo que esperábamos encontrarnos, de las personas con las que nos tocaba lidiar o de los sueños que habíamos tenido la noche pasada. De cualquier cosa.

Pero ahora... estaban ausentes. Era como si les hubiesen extirpado una parte de su alma y no les quedase más remedio que resignarse a vivir así, sin un pedazo de ellos.

Ya habían pasado cinco semanas desde que me fui. Podía entender que los días siguientes a mi desaparición no quisieran continuar con su rutina. Yo tampoco lo habría hecho si la situación hubiera sido al revés. Quizás, que retomasen sus vidas como si nada hubiera pasado era demasiado para ellos, pero ¿por qué no hablaban? ¿Por qué establecían muros entre ellos? ¿No entendían que se necesitaban el uno al otro, que debían apoyarse mutuamente y que ambos estaban pasando por lo mismo? ¿Por qué se comportaban como si fueran dos desconocidos? Una vez leí que después de la muerte de un hijo, un matrimonio muchas veces se separaba. Ellos no sabían que yo había fallecido, pero jamás creí que sería testigo del distanciamiento de mis padres.

Era muy consciente de que, si ellos acababan divorciándose, yo sería la culpable. Sería un peso más a la culpa que cargaba sobre mis hombros. Si yo hubiera seguido con ellos, la situación en casa habría sido muy diferente. Y eso me reconcomía por dentro.

Cuando ya estuvieron listos para ir a trabajar, ellos abandonaron la casa. Del mismo modo que había venido haciendo todos estos días, encogí las piernas y escondí la cabeza en ellas.

No pasó mucho tiempo hasta que escuché un ruido. Arrugué la frente y levanté la mirada. Lo escruté todo a mi alrededor, pero no observé nada fuera de lo normal. Ningún sonido volvió a oírse. Quizás me lo había imaginado.

—No puedes tener miedo a quedarte sola en casa, Harriet —me dije en voz baja, para infundirme ánimos—. Nadie puede hacerte daño porque no te ven.

Pero antes de que consiguiese calmarme, volví a escuchar algo. Era como el ruido que hacía un saco pesado al desplomarse. Me puse en pie, inquieta. Mis ojos recorrieron la estancia rápidamente, temerosa por lo que podía encontrarme, pero no hallé nada.

"Quizás provenga de mi cuarto o el de mis padres" pensé.

Dirigí mi vista hacia la habitación de mis padres. Desde aquí alcancé a ver la cama recién hecha, los cuadros colgados en la paredes y parte del armario que compartían. No parecía haber nada sospechoso.

Todas las estrellas que nos separanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora