Capítulo 6 | ¿Crees en el destino?

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Dejando escapar un suspiro, alcé la vista.

El cielo nocturno tenía algo que me atraía. Quizás fuese la forma en la que las estrellas titilaban sobre un manto de oscuridad. O que la luna tenía algo hipnótico que me impedía apartar los ojos de ella. O que la noche estaba tan tranquila que me sentía en paz, como si estuviera exactamente donde debía estar. Fuese cual fuese el motivo, me quedaría a vivir en esta sensación para siempre.

Escondí mis manos en los bolsillos de mis vaqueros y proseguí con mi camino, saboreando esta emoción. El suave murmullo procedente de la casa de Anisa me acompañó durante los primeros tramos del trayecto.

Unas pisadas apresuradas detrás de mí rompieron la tranquilidad del momento. En otras circunstancias, me habría asustado, pero no en este caso. No me preocupaba porque no podían hacerme daño. Ni siquiera podrían tocarme.

Harriet.

Me detuve, y giré sobre mis talones. Un chico con pecas en el rostro y un cielo sin nubes en sus ojos me observaba.

—Aiden.

No entendía por qué había abandonado la fiesta para venir hasta aquí. Quizás sus amigos se marcharon y no quería estar solo. Con paciencia, esperé a que dijera algo.

—¿Puedo acompañarte hasta casa?

La pregunta me pilló tan desapercibida que no respondí enseguida. Todavía recordaba por qué me había marchado de la fiesta y seguía pensando lo mismo; no quería que Aiden solo se acercara a mí cuando estuviera de buen humor o aburrido.

Pero él acababa de abandonar del cumpleaños de Anisa para acompañarme a casa.

Eso debía significar algo, ¿no?

Quizás había cambiado de opinión y ya no le importaba ser amigo de alguien que estuviese muerta. Estaba dispuesta a averiguarlo.

Lentamente, me encogí los hombros. Aiden se tomó ese gesto como una invitación, porque se situó a mi lado. Comenzamos a andar.

—He estado buscando información sobre ti —confesó de repente, sorprendiéndome con su franqueza. Si yo hubiese pronunciado esas palabras, me habría puesto tan roja como un tomate—. Eres la Harriet que desapareció hace semanas, ¿verdad?

"Hace semanas".

Mañana se cumplía un mes de mi desaparición. ¿Cuándo había pasado tanto tiempo?

—Así es —repuse.

—E imagino que nadie sabe que has muerto —continuó Aiden—. De lo contrario, no seguirían buscándote.

Asentí. Aiden entornó los ojos, sin dejar de mirarme. Casi podía imaginar la pregunta que estaba a punto de formular.

—¿Qué ocurrió?

Dejé escapar el aire que, sin darme cuenta, había estado reteniendo en mis pulmones. Desvié la vista, huyendo de su intensa mirada.

¿Qué ocurrió realmente aquel día? Esa pregunta me había estado rondando desde que morí y me perseguiría hasta que lograra alcanzar la paz, si es que alguna vez lo conseguía.

Si al menos fuese capaz de recordar... Pero no podía evocar más que un forcejeo, el sabor metálico de la sangre llenándome la boca y los olores propios del bosque que cubría las siete montañas que rodeaban Bergen.

Y esa mirada gris furiosa... un color de ojos que no había reconocido en ninguno de los rostros con los que me había encontrado.

Cada vez que pensaba en lo sucedido, mi mente tiraba de mí en varias direcciones. Hacia la maleza a las afueras de la ciudad, hacia mi misterioso agresor y hacia Jayden. Ser consciente de que mi mejor amigo estaba involucrado en mi asesinato me estrujaba el corazón, pero cada vez que lo veía, sabía que él era incapaz de hacerme daño. Y me pregunté por qué entonces esta dicotomía se producía dentro de mí.

Todas las estrellas que nos separanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora