29- Navidad

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Llegó el veinticuatro de diciembre, o conocida como nochebuena, la celebración se llevará a cabo en la casa de Joaquín y Emilio; ahí los invitados se quedarían, para abrir los regalos de navidad, a la mañana siguiente, y así estar totalmente en familia.

— ¡Amor! —gritó el castaño, intentando averiguar donde se había metido su novio, ya que llevaba buscándolo un buen rato, y nada más no habías señal del mayor. Hasta que escucho como se escuchó un grito proveniente del pequeño cuarto que había debajo de la escalera, de inmediato caminó hacía allá— ¿Qué es lo que haces aquí? —preguntó.

En ese momento la presencia del castaño fue notada, de inmediato el rizado se alarmó, apagando la luz, dejando el cuarto a oscuras, como pudo se levantó y sacó de aquel cuarto al menor, antes de que prendiera de nuevo la luz. Joaquín no dijo nada, solo miró mal al mayor, esperando una respuesta.

— Me asustaste es todo —mintió, tan ridículamente, que nadie le creería, incluyendo a su pareja que en ningún momento dejó de mirarlo mal. Suspiró— Bien estaba tratando de envolver los regalos, sin que tuvieras, para evitar que descubrieras, que te compré, es todo —admitió, haciendo un pequeño puchero.

— Ay Emilio, te estuve buscando por toda la casa, debiste avisarme, si no querías que te interrumpiera no lo hubiera hecho. —contestó, abrazando por los hombros al rizado y esté haciéndolo por su cintura— Tengo curiosidad ¿por qué gritaste? Agradezco que lo hicieras, si no te seguiría gritando.

— Admito que pude haber hecho mejor las cosas, pero estaba nervioso y no pensé muy bien, solo quería envolver todo. Si grité fue porque de nuevo rompí la envoltura, y me frustre mucho.

— Entiendo, a mi me sobraron un par de cajas tal vez podrías meter ahí los regalos y yo las envuelvo, así ya no sufres ¿te parece. —planteó, el rizado negó.

— No me voy a arriesgar a que descubras cual es tu regalo.

— Mira, tu estarás junto a mi en todo momento, así verás que no espíe los regalos; incluso así acabó con tu sufrimiento y en cuento llegue el pedido que hice, nos ponemos a cocinar para la cena. —Emilio asintió feliz— Ahora antes de ir por las cajas, dame un beso.

— Con mucho gusto bebé —sin esperar más, juntan sus labios, moviéndose a un ritmo lento y suave; disfrutando de la calidad, además de las ligeras mordidas.

Se separan, con una gran sonrisa. De inmediato Joaquín va a su oficina, donde toma las cajas que tiene, y algunos papeles para envolver que le sobraron, y regresa a la sala, dónde está Emilio sentado en el sofa. Le entrega las cajas y este desaparece, yendo a guardar los regalos; regresando algunos minutos después.

— Listo —dijo, colocando las cajas ya con los obsequios dentro— Por cierto muchas gracias, por ayudarme.

— No es nada —mencionó, concentrado en envolver la caja, se detuvo por un momento, para robarle un corto beso al rizado, y después continuar con su tarea.

Justo cuando Joaquín termina la penúltima caja, el timbre se escucha en toda la casa.

— Amor, puedes ir a abrir y recibir el pedido, el dinero está en la mesa, en lo que yo termino —pidió el castaño, Emilio aceptó y se fue a recibir el pedido, dándole la oportunidad al curioso de su novio de comenzar a levantar la tapa de la caja, justo cuando está por ver el contenido...

— ¡No hagas eso! —gritó, asustando por completo a Joaquín— Usted es un tramposo, señorito —reprochó, logrando que el contrario haga un puchero. — Ni aunque me haga puchero, le quita lo tramposo.

— Lo lamento, pero la curiosidad me ganó —murmuró, al ver el rostro serio de su novio, decide hacer algo de trampa, se levanta de su lugar, sentándose en el regazo del rizado. — Anda mi amor, prometo en la noche recompensarte. —comienza a besar el cuello de Emilio, haciendo soltarlo varios jadeos.

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