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Pasaron unos quince minutos desde que la doctora se llevó a Joaquín; aquellos minutos parecían una tortura y una eternidad para Emilio, quien estaba sumamente preocupado, quito la mirada de sus manos aún temblantes, mirando a la puerta por donde se fue la doctora, con la eparnaza de verla; al no ser así iba a regresar la mirada a sus manos cuando logró ver a Renata y a Diego entrar, notando la preocupación en sus rostros, en especial en el de la castaña.

— ¿Qué pasó? —preguntó preocupada Renata al llegar, frente al rizado.

— No lo sé, en la tarde le empezó a dar  escalofríos, pero después se le quitaron, entonces me dijo que desde la mañana se sentía un poco cansado y en la noche me desperté porque se estaba moviendo mucho y ahí me di cuenta que tenía temperatura y lo traje para acá —explicó, soltó un gran suspiro— No me han dicho nada y estoy que me muero de nervios.

— Tranquilo, verán que todo estará bien —dijo Diego intentando reconfortar al rizado y de paso a su novia.

— Gracias, ni siquiera les pregunté ¿cuando llegaron? —habló Emilio.

— Hace apenas unas horas —respondió la castaña— Por cierto le marque a Román para avisarle que habíamos llegado y de paso decirle lo de Joaquín, pero le pedí que no le dijera a mamá no quiero que se preocupe sino es necesario.

— De acuerdo —aceptó el rizado.

Los quince minutos se convirtieron en cuarenta y cinco, todos se ponían cada vez más nerviosos, en especial Emilio; aunque no se comparó con lo nervioso que se puso  al ver a la doctora acercarse a ellos.

—¿Cómo está? —preguntó de inmediato el rizado.

— Su prometido está mejor, la fiebre fue por una gripe normal, la cuestión aquí fue que todos los síntomas se aumentaron debido al cuadro de anemia que tiene; no lleva una buena alimentación, por lo grave de su anemia supongo que lleva tiempo, dejando de comer por mucho tiempo y después comer mucho.

— ¿Pero estará bien? —intervino Renata.

— Por supuesto, solo necesita llevar una alimentación muy balanceada, algunas vitaminas, medicamentos y estará a la perfección; sólo les diré que deben cuidarlo mucho o esto podría volverse algo muy grave.

— ¿Puedo pasar a verlo? —preguntó el rizado, la doctora asintió, empezando a guiarlo a la habitación.

Emilio entró a la habitación de Joaquín, viéndolo conectado a algunos aparatos, además de la intravenosa que tenía; se sentó a lado de la cama, entrelazo su mano con la del castaño, dejando pequeños besos en esta.

[...]

Las horas pasaron, Emilio no se había despegado del castaño, en ningún momento, Renata y Diego ya pasaron a verlo; al principio se preocuparon de que no despertará, pero la doctora les dijo que era normal ya que su cuerpo estaba descansando, después de todo lo que pasó.

Ya pasaban de las ocho de la mañana, cuando Joaquín comenzó a despertar, removiendose, intentó tallar sus ojos, pero una de sus manos, estaba detenida, giró y vio a su prometido viéndolo con una gran sonrisa; vio la intravenosa en su manos y así se dio cuenta que estaba en un hospital.

— ¿Emi? ¿Qué hago aquí? —preguntó en un susurró.

— Cariño, te dio mucha temperatura en la madrugada y como me espante mucho te traje aquí —suspiró— Joa, necesitamos hablar muy seriamente.

— Ya me preocupe, jamás me habías dicho así —habló tímidamente, el rizado lo miró con una expresión seria, poniéndolo más nervioso.

— Esto es algo serio —hizo una pausa y continuó— La doctora dijo que te pusiste así de mal, por la anemia que desarrollaste, al no comer bien, ¿por qué no comes bien? Joaquín esto no es un juego, es algo grave que puede empeorar si no te cuidas —dijo manteniendo su expresión totalmente seria.

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