23- Tarde Mágica

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La mañana siguiente, el sol entraba por el gran ventanal, que conectaba al balcón de la habitación. Emilio suelta un bufido, al no poder volver a conciliar el sueño, por los rayos del sol que le dan justo en la cara. Se remueve en la cama, mira a la persona a su lado e  inconscientemente, se le forma una sonrisa en los labios; al ver a su novio con el ceño levemente fruncido, los pequeños rizos cayendo por su frente;  da un suspiro, sin evitarlo le da un pequeño beso en el puchero que mantiene los labios del castaño.

— Eres precioso —dice , le acaricia la mejilla con su pulgar; al ver cómo se remueve ante su caricia, aleja su mano, conserva su mirada fija, admirandolo dormir.

— Me vas a desgastar —murmura, logrando que Emilio de un brinquito, por el susto— Llevas mirándome más de media hora —ambos sueltan una risita, lo abrazan por la cintura y él pasa sus brazos rodeando el cuello del mayor, jalandolo para que quede su cuerpo debajo del contrario.

— ¿Acaso me vas a besar? —pregunta, con una sonrisa en el rostro. Joaquín sólo sonrió tímidamente, antes de jalarlo hacia él, uniendo sus labios, en un beso necesitado, jadean mutuamente, al sentir las mordidas en sus labios; unen más sus cuerpos, al igual que aumenta las caricias, el aire comienza a faltarles, logrando que se separen con las respiraciones agitadas, dándose una mirada cómplice.

Cuando se iban a volver a besar, unos toques en la puerta, los interrumpen. Emilio suelta un bufido, maldice mientras se levanta; abre la puerta, al hacerlo mira a Diego, quien le dedica una sonrisa tímida a manera de disculpa al notar la cara de molestia que tiene el rizado. A pesar de la cara de molestia notable, decide preguntar ¿interrumpió algo?, ante aquella pregunta tan estúpida; su sarcasmo sale a relucir, negando, Diego nota el sarcasmo que decide ignorar, solo le dice que los esperan a desayunar y se va. Una vez que cierra la puerta, corre literalmente, a la habitación, lanzándose a la cama, encima del castaño, quien suelta un grito, por la sorpresa.

— ¿Acaso me quieres aplastar? ¿O qué? —pregunta entre risas, Emilio niega mientras se acomoda quedando totalmente encima de él— ¿Para qué vino Diego?

— Aparte de interrumpir, nuestra grandioso sesión de besos, nos dijo que nos espera a desayunar, junto con Renata —contesta muy cerca del rostro del menor, acorta esa distancia logrando unir sus labios, para un beso más tranquilo y suave, que termina luego de unos segundos ya que Joaquín se separa.

— Debemos cambiarnos —Emilio hace puchero ante su propuesta, le da un beso de piquito— Anda te prometo que te recompenso después. —él rizado bufa, se levanta es seguido por Joaquín comienzan a quitarse la pijama. Estaba por ponerse el pantalón cuando siente como le dan una nalgada— Ahh ¡Oye! —voltea mirando con desaprobación a su novio quien solo le sonríe tímido.

— Fue imposible no hacerlo —encoge los hombros, ante la mirada molesta del castaño, se decide acercar y tomarlo por la cintura— Perdón ¿si? —susurra haciendo un puchero— Me dabas una gran vista.

— Eres un tonto —dice mientras ríe y niega— No me moleste, solo me sorprendí demasiado, no me habías nalgueado nunca —admite, enrolla sus brazo en el cuello del rizado, acariciando la nuca.

— ¿Seguro que jamás te había nalgueado? —el castaño asiente, mientras muerde su labio inferior— Acaso quieres que te recuerde el día de tu cumpleaños —susurra, muerde el lóbulo de la oreja, ganándose un jadeo.

— Basta Emi —coloca las manos en el pecho y lo aleja lentamente, este decide no reprochar y va a terminarse de cambiar.

Luego de terminar de cambiar, bajan por fin al restaurante; van a la mesa donde ya están Renata y Diego, se disculpan por el retraso. Cada quien pide lo de su preferencia para desayunar, Joaquín decide aprovechar para tocar el tema de su madre; la menor no puede evitar preocuparse, al final logra calmarse para tomar la decisión, de hablar con su madre respecto al tema.

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