34- Felicidad

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La mañana siguiente llegó, Emilio ya estaba despierto desde hace algunos minutos, solo que no se movía en lo absoluto, para no despertar al castaño acostado en su pecho, que un dormía como un ángel para él; sin poder evitarlo llevo su mano para acariciar la mejilla levemente sonrojada del contrario. Joaquín se removió un poco, empezando a despertar.

— Buenos días bebé, lamento haberte despertado —susurró apenado el rizado.

— Descuida Emi —suspiró— Por cierto buenos días —se acercó para besar a su prometido.

— Tengo hambre ¿bajamos a desayunar? —preguntó, el castaño negó haciendo un puchero— ¿Entonces? ¿qué quieres que pida bebé? —dejó un beso en la punta de la nariz de Joaquín.

— Se me antoja algo de fruta picada, también unos chilaquiles con huevos revueltos un pan de dulce no me caería mal, al igual que café y jugo de uva —mencionó, muy emocionado, sonriendo ampliamente; no fue hasta que terminó de mencionar la comida, que se dio cuenta de la mirada sorprendida de su prometido— ¿Qué pasa Emi?

— Nada mi amor, solo que estamos en Canadá y dudo que aquí tengan chilaquiles, pero haré lo posible ¿de acuerdo? —dijo, dejó un beso en la frente del menor quien asintió feliz.

Emilio, llamó al restaurante del hotel, donde le dijeron que no había lo que pendía su bonito, agradeció y colgó el teléfono; dirigió su mirada a la cama donde aún se encontraba Joaquín, solo que ahora estaba entretenido viendo los bordes de la camisa que tenía, sin poder evitarlo una sonrisa se deslizó por sus labios al ver gran ternura. Se concentró de nuevo en su celular, buscando algún restaurante que tuviera todo lo que pidió.

El rizado se reincorporo a la cama, una vez que logró conseguir un restaurante de comida mexicana; abrazo a Joaquín, sentándolo en su regazo acariciando las piernas, mientras es abrazado por los hombros.

— ¿Y mi comida? — susurró frunciendo el ceño.

— Tardará un poco en llegar ya que el restaurante está lejos; pero por lo mientras me puedes comer a mi bonito —comentó con picardía.

— No gracias —contestó con simpleza, causando un puchero en el rizado, desapareciendolo con un corto beso.

Continuaron abrazándose, dando pequeñas caricias entre sí, mientras se sonreían; su momento fue interrumpido cuando tocaron la puerta, Joaquín soltó un chillido de emoción, se quitó de las piernas de su prometido dejándole el camino libre para que fuera a abrir; esté se levantó, caminó a la puerta, la abrió recibió la comida y volvió a entrar.

— Muero de hambre —admitió el castaño, abrió una de las bolsas, sacando su contenido, comenzando a desayunar de inmediato. Emilio sólo lo miraba atónito, jamás lo había visto tan desesperado por comer, independiente de eso estaba encantado con lo tierno que se veía, con las mejillas sonrojadas y llenas de comida, parecía una ardilla, para él.

Continuaron desayunando mientras veían algo de televisión, el rizado estaba tomando de su café, cuando Joaquín soltó un grito, espantandolo por completo haciendo que se ahogue un poco con el líquido, al superar su casi asfixia, se dio cuenta que el causante de su susto se encontraba pegado a la ventana, admirando los pequeños copos de nieve que caían del cielo y se lograban ver.

Seré lo que necesites Donde viven las historias. Descúbrelo ahora