Capítulo 42

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El monstruo se había llevado todo.

Y sin embargo, allí estaba. Me encontraba nuevamente en aquel claro, con una nueva oportunidad.

Noté la mirada de Edward sobre mí, y luego la de Aro. Penetrante como sólo aquellos ojos rojo sangre podían serlo. Y estaba aterrorizado.

Se hizo silencio en aquel claro, la tensión aumentando, cuerpos inquietos y miradas furtivas a los posibles enemigos. Nadie sabía lo que podría suceder. Nadie excepto Alice, Edward, Aro y yo. Y cuando mi hermano amplió los pensamientos de Aro para que yo también pudiera oírlos, sólo confirmé lo que había adivinado a través de sus ojos, que parecía no poder apartar de los míos.

Y por más intimidante que podía llegar a ser, le sostuve la mirada, con la seguridad de que en aquel instante, yo era quien imponía más respeto. Y aquella conexión sólo se rompió cuando Alice habló, y el líder de los Vulturi apartó la vista de mí, dejándome con una sensación de orgullo y miedo a la vez. Orgullo por lo poderosa que me hacía sentir que supiera quién de los dos dominaría la batalla, pero aterrorizada de lo que aquello significaba, de la posibilidad inminente de que terminara convirtiéndome en un verdadero monstruo, uno que podría acabar con todo a su paso.

- Ahora lo sabes. Ese es tu futuro, a menos que decidas alterar su curso- le espetó mi hermana al Vulturi, aunque una parte de mi sentía que sus palabras no solo se dirigían hacia él.

- No podemos hacer eso, la niña sigue siendo una gran amenaza- replicó Caius.

- ¿Y si aseguran que se mantendrá oculta de los humanos? ¿Podemos irnos en paz?- preguntó Edward.

- Por supuesto, pero eso no se puede saber aún- respondió el rubio.

- En realidad, sí- objetó mi hermano, mientras Alice avanzaba hacia nosotros.

Yo miré extrañada a mi hermano, quien al sentir mi mirada sobre él simplemente me dedicó una sonrisa, sin dejarme leer los pensamientos de nadie.

Y de repente lo escuchamos. Tres pares de pasos, dirigiéndose a paso tranquilo pero firme hacia nosotros. Venían desde detrás nuestro, por lo que cuando pasaron por nuestro grupo para llegar a los Vulturi, noté lo peculiar de aquel trío.

Una de las dos mujeres tenía ojos color carmesí, delatando su naturaleza, pero la otra, al igual que el joven que caminaba entre ambas, tenía ojos casi tan negros como la melena que los tres llevaban hasta la cintura.

Definitivamente estaban emparentados. Se notaba tanto en sus rasgos como en la forma en la que caminaban. Eran tan parecidos como tres personas podían serlo, sólo que la muchacha de ojos negros era notablemente más pálida que los otros dos, y el chico era bastante más alto que ambas mujeres.

Sin embargo, no era aquello lo que los hacía tan peculiares, ni tampoco el hecho de estar vestidos con tan poca ropa en medio de la nieve. Lo que más llamaba la atención eran los corazones de los dos jóvenes de ojos oscuros, que latían en sincronía, como extraordinarios acordes de una melodía sin final.

Al llegar junto a Alice, que se encontraba entre nosotros y los Vulturi, se detuvieron, y mi hermana habló.

- Estuve buscando mis propios testigos en las tribus Ticuna de Brasil.

- Hay suficientes testigos- escupió Caius.

- Déjala hablar, hermano- replicó Aro, con evidente furia contenida.

- Yo soy mitad humana, mitad vampiro, al igual que mi hermano. Somos como la niña- habló la recién llegada.

- Un vampiro sedujo a nuestra madre, quien murió al darnos a luz. Mi hermana es mayor que yo por tan solo unos minutos. Nuestra tía, Huilen, fue la que nos crió- continuó el chico.

No Eres un Monstruo - Seth Clearwater✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora