El principio del fin

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Narra Nick:

Me quede en silencio, lo más alejado posible de la desquiciada mujer que fue mi novia durante algunos meses y aunque no quería hablar con ella, todavía había una pregunta importante rondando mis pensamientos.

La mire un momento, parecía estar distraída en su celular. Decidí acercarme un poco y cuando lo hice, ella levanto la vista hacia mí.

―No intentes nada, mi cielo, no te gustaría hacerme enojar. ―de nuevo me dedico esa sonrisa deforme que nunca antes había visto.

―No pienso hacerlo, solo quiero hablar. ―dije tratando de parecer cordial.

―Creo que ya hablamos demasiado. ―

―Necesito saber una cosa más. ―

―Muy bien, querido Nicholas, ¿Qué quieres saber? ―

Me senté lo suficientemente cerca para escuchar sin ningún tipo de interferencia, y pensé con detenimiento lo que iba a decirle.

―Dijiste que buscaste a Evie durante siglos. ―

―Así es. ―tomo otro sorbo del vaso con sangre que estaba frente a ella.

―Pero no eres un vampiro. ―la mire fijamente, esperando alguna reacción.

― ¿Quieres saber lo que soy realmente? ―se levantó lentamente sin dejar de mirarme.

Por mi parte, me mantuve sereno, si intentaba intimidarme de alguna forma, no lo conseguiría, por lo menos no tan fácilmente.

―Sí, creí que solo los vampiros podían vivir tanto tiempo. ―

―Tu mundo es tan cerrado... la eternidad no es un don exclusivo de los vampiros, también algunas clases de demonios pueden hacerlo. ―

―Entonces, ¿Eres un demonio? ¿Cómo Maya? ―dije curioso.

―No, no soy un demonio, Nicholas. ―se acercó a mi muy lentamente, como si quisiera que no me diera cuenta. ―Yo soy una bruja. ―

«Dime algo que no sepa» pensé para mí mismo.

― ¿Las brujas también son inmortales? ―

―No. ―apoyo sus manos sobre los brazos del sillón, acorralándome.

―Entonces, ¿Cómo es que has vivido tanto tiempo? ―no demuestres miedo, Nick, esta mujer no puede intimidarte.

―Ya sabes, un hechizo simple. ―paso su dedo por mi cuello. ―Con velas, fuego, círculos de sal y... ―acerco su boca a mi oído. ―...Niños sin hogar. ―susurro.

«¿Qué demonios fue lo que dijo?» Abrí tanto los ojos que seguramente parecía que se me saldrían de las cuencas. Aleje mi rostro del de ella y la mire con una mezcla de asco y temor.

―Inteligente, ¿No? ―se relamió los labios. ―Trabajo en una beneficencia y por cada diez niños que ayudo, asesino a dos... ―sus ojos fríos se posaron sobre los míos. ―Y no hay repercusiones, nadie lo nota y nadie los extraña, es el plan perfecto. ―

― ¡Eres una maldita enferma, Priyanka! ―logre decir al fin.

―Pero te hice gozar durante muchas noches, mi amor. ―me tomo por la mandíbula, sujetándome con firmeza y paso su lengua por mi mejilla. ―No me digas que ya lo olvidaste. ―

Trate de alejarme de ella, pero me fue imposible, sin embargo, la puerta del apartamento se abrió de repente.

― ¡Aléjate de él en este jodido momento! ―la voz de Genevieve fue la cura para cualquier trauma psicológico que Priyanka hubiera ocasionado en mí, sin embargo, sonaba enojada.

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