Capítulo 9: Sin esperanzas

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—. ¡Mike! —dijo Ellen trotando hacia mi

—. ¿Ellen?

—. Si, hola... hace tiempo no te apareces por aquí ¿no?

—. La desaparición de Ashley me tiene mal, disculpa

—. ¿Ashley? Bien... solo quería preguntarte si irías al baile de fin de año

—. Probablemente...

—. ¡Genial, yo también! —me interrumpió

—. Quise decir, probablemente no

—. Ya... entiendo, pero si cambias de opinión podemos ir juntos ¿verdad?

—. No lo creo

—. ¿P-por qué? —tartamudeó

—. Tengo planes, adiós

—. ¡Espera! —exclamó reteniéndome agarrando mi brazo —. ¿Quieres tomar un helado?

—. Ellen, no puedo. Tal vez nos veamos luego

—. ¡Pero...!

—. ¡Dije no!

Se quedó pasmada, sin moverse

—. Lo siento, no quería molestarte

—. Entonces déjame en paz

(...)

Había salido lo más rápido que pude para ir a donde Ashley. Ya la extrañaba mucho. No podía aguantar ni un segundo más.
Quité la silla y abrí la puerta, pero ella no estaba; en su lugar había una taza rota en el piso con un charco de té.

Empecé a temblar y a sudar mientras la buscaba, me repetía una y otra vez que debí haberme quedado vigilándola.

Narra Ashley

Cuando escuché que llegó me escondí bajo la cama. Estaba casi segura de que podría ser mi última oportunidad para escapar.
Pude ver sus pies en la habitación, empezó a gritar mi nombre y a correr por toda la casa.
Salí rápido y corrí, bajé las escaleras muy despacio mientras que escuchaba que él se encontraba en el sótano. Caminé despacio buscando la puerta principal y la encontré. Ya era hora. En la mesita de la entrada habían llaves, las tomé sin pensarlo y me dirigí al auto que se encontraba afuera. Lo abrí y subí lo más rápido que pude. No arrancaba.
Michael salió y nos miramos a los ojos por un segundo.
Se paró frente al auto y este por fin arrancó. Él se fue de lado justo antes arrollarlo.
Y entonces todo empezó, como si fuera una película de terror, la peor película de terror, porque era realidad. Le dio a las llantas y una bala entró por el vidrio de atrás, le dio varios disparos más y simplemente se paró. Ni siquiera estuve lo suficientemente lejos para bajar y correr.
Abrió la puerta mirándome fijamente.

—. ¡No quería hacer esto, Ashley, no quería!

Entonces me disparó en la pierna. Grité con todas mis fuerzas, el me sacó cargando del auto y me llevó adentro de nuevo. Esta vez me llevó al sótano y me puso en el suelo mientras yo seguía retorciéndome de dolor.

—. No puedo dejar que te vayas, ¡haré lo necesario para que te quedes conmigo!

—. ¡PÚDRETE! ¡JAMÁS ME VAS A GUSTAR!

—. Algún día pasará, y vas a rogar para no irte de mi lado

—. ¡JAMÁS!

No me respondió, en cambio fue a traer un botiquín.

—. Tómate esto para poder curarte —me extendió unas pastillas

—. No voy a meterme a la boca nada de lo que tú me des —dije entre dientes

—. Vas a morir desangrada, por favor

—. Prefiero morir que seguir contigo

—. ¡Ya basta! ¡Tómatelas!

El dolor era insoportable, así que acepté las pastillas y me las tomé sin más.

(...)

Desperté completamente adolorida, me había cosido la herida y me puso varios gasas encima.
Sentía que en cualquier momento podía morir, ya no quedaban esperanzas para mi. La hora que tanto había anhelado por años iba a llegar, solo que ahora quería escapar de ella, por primera vez en mucho tiempo estaba apreciando mi vida.

Enamorado PerturbadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora