8

1.4K 141 17
                                    

¿Alguna vez han deseado desaparecer? Pues Hinata sí.

Hay muchas cosas que implican esto, como el haber protagonizado un momento muy vergonzoso frente a un montón de personas, cuando tienes un examen en el cual sabes que te va a ir pésimo, o cuando estas obligado a hacer o ir a algo que no quieres. Hay muchas razones para a veces querer desaparecer, aunque sea unos minutos, horas o días. Hinata entiende el sentimiento con regularidad, es muy común. Lo que no era común fue la forma en que lo vivió esta vez. Y definitivamente, lo odiaba con todo su ser; era como si el apocalipsis hubiera pasado frente a sus ojos. Y llámenla exagerada o lo que sea, pero ella no se había apuntado para esto al nacer.

Sexo, ¿Qué es el sexo? Pues Hinata sabía bien la teoría, conocía los cuidados, el estigma social de este, y muchas otras cosas más que como curiosa lectora terminó descubriendo. Estaba consciente de que la mayoría de sus compañeros ya lo habían hecho aunque sea una vez en la vida, y aunque ella era, técnicamente hablando, virgen, no era ninguna santa tampoco. Había hecho algunas cosas antes con otros chicos, que habían sido buenas como malas experiencias e incluso había podido llegar hasta tercera base una vez, el año pasado pasar ser precisos, con un chico con el que salió durante tres meses. Pero por lo demás, aún estaba en espera. Y es que la verdad no tenía prisa, aún cuando escuchaba a menudo la maravillas del sexo tanto en los libros, películas o por sus dos mejores amigos; Hinata estaba enfocada en otras cosas que la mantenían ocupada.

Sin embargo, eso no quería decir que Hinata no era algo vergonzosa cuando el tema ocurría frente a sus ojos. Hablarlo estaba bien, pero básicamente ver a otros a punto de procrear frente al mundo en fiestas o lo que sea, era muy diferente. Entendía lo de la calentura, pero simplemente no podía evitarlo. Se ponía a pensar que si ella estuviera en esa situación probablemente estaría muerta de la vergüenza, aunque entendía que había personas a las cuales eso les excitaba aún más. Pero definitivamente, Hinata no era una de ellas. Era exactamente por eso que a veces evitaba los rincones y habitaciones oscuras cuando acompañaba a Toneri y TenTen a fiestas, no deseaba ver cosas que no le eran para nada de su concierne. Lo veía como algo muy privado e incomodo para las personas que claramente estaban muy metidos en lo suyo. Y sin embargo, jamás se esperó que su propia ventana, el lugar sagrado donde hacía tarea y dejaba que entrara brisa fresca a su desastrosa habitación, fuese quien le traicionase de esa manera tan fea esta vez.

— Santo padre Hashirama. — fue lo único que pudo decir cuando por primera vez en toda su vida, luego de una larga jornada escolar, una pesada clase de educación física, minutos caminado bajo el sol y un pilar de tarea encima; se encontró con una desagradable vista que provenía de la casa de su vecino, nada más y nada menos que al abrir la puerta de su habitación.

Que alguien queme mis ojos, pensó, seguido de un grito interno de horror donde sus mini yo corrían por todo su cerebro en estado de pánico. Alarmas, bengalas, maldiciones y exclamaciones de pánico ocurrían en su cabeza, todo al mismo tiempo en que sus ojos se horrorizaban cada vez con la escena. Y es que no sabía cómo exactamente debía de proceder ahora. De su boca apenas podía salir algo, pero estaba segura de que tenía ganas de tirarse de un puente, o que la vida misma se presentase ante ella y decidiera desconectarla de ese plano terrenal.

¡¿Qué clase de horrenda bienvenida a casa era esa?!

Okey, Naruto cogiendo con una peli-rosa, justo en el espacio de su ventana, era una de las peores cosas que Hinata había visto sin duda, y jamás pensó llegar ver algún día. Todo esto se contribuía a su lista de traumas, y eso que ya incluía cosas tan siniestras como la vez que se encontró con su padre accidentalmente en el baño. Sentía que estaba repitiendo la misma sensación de ese momento, pero mucho peor. Multiplicada por diez y que necesitaba anotar ahora: "No olvidar cerrar las cortinas antes de irte a la escuela".

Esto era horrible.

— Oh, oh Naruto — podía escuchar claramente a la chica gemir, a pesar de la distancia y las ventanas cerradas. Podía ver que las únicas prendas que le quedaban a esta solo eran una falda (tal vez ya ni tenía ropa interior por debajo) y su sostén puesto. Naruto ya estaba casi completamente desnudo en cambio, solo le quedaban los calzoncillos encima. Y lo peor, no era de los flojos que parecían tener espacio libre, era de los ajustados. Los verdaderamente ajustados. Y por primera vez Hinata deseó no haber visto ese abdomen levemente marcado y brazos desnudos.

Su cuerpo estaba estático sin saber qué hacer, y era obvio que tenía que salir de ahí y rápido. Tenía que dejar de presenciar esa escena del horror o quien sabe cuánto le costaría a sus padres el psicólogo luego. Su cerebro decía: "Idiota, mueve tu trasero fuera de ahí. ¡Rápido!" . Pero ya era tarde, se había quedado en blanco y todo traumatizado por dentro, a punto de entrar en la locura y maldecir a los astros por no hacer que su vecino usase otra superficie normal de respaldo, como la cama, en vez del vidrio de la ventana que estaba justo en frente de la suya, para hacer sus actividades. Esperaba que ir a terapia fuese divertido, porque ella iría a una sino se movía y lavaba sus ojos ya. Hinata podía sentir el rojo comenzar a cubrir sus mejillas furiosamente.

— Hmm — escuchó, y ver cómo Naruto comenzaba a sacarse con prisa la última prenda que le quedaba, fue suficiente para que parte de sus neuronas revivieran y reaccionaran a tiempo, para dar media vuelta, haciendo el mayor silencio posible, y bajar corriendo las escaleras de su casa como alma que lleva el diablo. Terminó santificándose los ojos en el baño unos minutos después,

Pero respiraba como loca cuando llegó a la sala y se lanzó sobre uno de los sofas, casi a punto de llorar, y cogió una almohada para gritar sobre ella. Se odiaba, ¿¡Es que acaso en serio había hecho algo tan terrible en su vida pasada para merecer aquello!?, ¿¡Quién era el maldito que estaba encargado de escribir su vida?! Porque odiaba esta temporada y definitivamente era un terrible guión, solo hagan que aparezca otro personaje y le meta tres balazos en el pecho, eso sería mejor a lo de ahora.

— Hinata — la voz de su hermana, que iba entrando por la puerta principal con su mochila y en uniforme fue lo que hizo que alzara la cabeza fuera de su miseria. Hanabi obviamente notó la locura bailando en los ojos de su hermana mayor en el segundo que cruzaron miradas, pero no quiso señalarlo en caso de que solo empeorara las cosas — Yo... estaré arriba por si me necesitas — quiso excusarse comenzando a dirigirse a las escaleras y apunto de subirlas. Pero cuando Hinata la vio, algo en ella hizo click.

Había dejado la puerta de su habitación abierta, su puerta estaba frente a la ventana y ya desde ahí se podía apreciar el horror. Hanabi tenía que pasar por ahí si quería ir a su cuarto y no había forma de que no notara lo que estaba pasando. Debía frenarlo.

¡Ya el psicólogo le iba a salir caro a sus padres solo con ella, peor con otra hija más!

— ¡No! — dijo de inmediato, poniéndose seria y de pie para detenerla a toda costa si era necesario, confundiendo un poco más a Hanabi, quien no entendía el súbito cambio de actitud en su hermana mayor esa tarde — Hoy haremos tarea en la mesa del comedor. — anunció Hinata.

— ¿Eh?, ¿Por qué? — Hanabi protestó, pues no entendía ni un carajo de lo que estaba ocurriendo, pero aún así sentía que estaba en terreno peligroso si se negaba.

— Si me haces caso ordenaré McDonalds.

Ante eso, Hanabi supo que su hermana jugaba sucio y la estaba comprando. Y maldita sea, lo había conseguido.

— ¡Hagamos la tarea de una vez! — accedió sin más trabas, y cambió su dirección a la mesa del comedor cerca de la cocina.

Hinata suspiró con lo rápido que había sido su hermana de convencer, sin embargo las imágenes del trauma seguían en su cabeza, y se dirigió a la cocina con la intención de prepararse un té que sacara toda la mala energía y, si era posible, la memoria de su cuerpo. Aunque bien sabía que no era científicamente posible aquello.

Más tarde ese día, luego de haber tenido que gastar parte de su dinero en comida a domicilio, y aguantar la incomodidad de las sillas de su comedor, se encargó de santificar su ventana y de cerrar las cortinas hasta nuevo aviso. Llegó hasta poner incienso. Comenzaba a creer que en serio su vecino necesitaba de unas cortinas también, y esta vez, no estaba bromeando. Hablaba en serio.

Hey, vecino [Naruhina] En edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora