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Hinata sabía que los eventos del día anterior habían sido en gran parte su culpa... bueno, tal vez todo era su culpa. Pero, de lo que estaba segura, era de que debía arreglarlo a como de lugar.

Y es que no podía haber nadie más estúpido en el planeta que ella. Finalmente consigue alguien dispuesto a andar con ella, que de paso es guapo y un amor de persona, ¿Y ella qué hace? Viene y lo fastidia todo en menos de una semana. Sí, alguien debería reconsiderar quitarle ese diploma que ganó por mejores notas académicas, porque su inteligencia era una farsa.

Ella sabía que darle celos a Naruto era un mal plan. Después de todo, desde un principio nada que tenga que ver con los celos es sano en absoluto. Segundo, son una relación relativamente nueva, ¡Cómo se le pudo ocurrir poner a Naruto en esa situación cuando se supone que recién están construyendo las bases de su confianza! Y como si fuera poco, ella también viene y se ríe en su cara, tanto, y que no toma nada en serio, que Naruto explota y ahora puede estar pensando que le es infiel u algo peor por el estilo. Vaya que entendía la postura de Naruto desde ese punto de vista, lo hacía, de verdad. Pero, tercero y no menos importante, Hinata pensaba: ¿Por qué diablos se tenía que ir manejando lejos el idiota ese? Sí, ella estaba siendo inmadura en el momento y pudo entender que su silencio pudo ser malinterpretado fácilmente, pero nada solucionaba Naruto marchándose tampoco. Era un mal movimiento, un pésimo movimiento de hecho. Además, él había actuado realmente como un niño queriendo negar que estaba celoso, cuando era obvio que sí lo estaba, ¿No podía quedarse y escuchar acaso? No, claro que no, tuvo que huir y no volver hasta casi tan de noche que se hizo imposible para ella escaparse de su casa para ir a hablar con él.

No, en cambio, Hinata tuvo que esperar toda la mañana del día siguiente, casi hasta las cuatro de la tarde, cuando finalmente vio de nuevo el carro de Naruto parqueado sobre la acera. Perfecto, finalmente había llegado de clases en la universidad. Era ahora el momento para poder aclarar todo de una buena vez. Casi respiraba de alivio mientras bajaba las escaleras de su casa apresuradamente.

Y aún así, no podía creer bajo que pésimas condiciones e encontró tan solo unos segundos después. Es que esto solo podía pasarle a ella. Que el cielo justo eligiera partirse en mil pedazos y llover cuando ella salía a su porche no era más que una burla de algún ser divino hacia ella.

Genial, simplemente genial. Pero ya estaba ahí, no había forma de echarse para atrás ahora.

Corrió lo más rápido que pudo la distancia que había entre las dos casas, pero aún así consiguió mojarse bastante la ropa y encharcarse un poco los zapatos. Se tragó un gruñido, bueno, su ropa era lo de menos en estos precisos instantes. Naruto era número uno ahora. Miró la puerta del susodicho, y se llenó de valor a la vez que frotaba sus manos contra sus brazos descubiertos. Junto a la lluvia, también había una especie de ventisca. Tocó el timbre con furia entonces, y no tardó en recibir una respuesta, afortunadamente.

— Te llamé, te escribí y te dije que no te vayas cuando te montaste al carro — fue lo primero que soltó Hinata cuando el rostro algo cansino y somnoliento de Naruto se asomó por la puerta.

Sí, deberían darle aplausos por tan civilizada forma de comunicarse con alguien con quien, se supone, la había cagado. Nótese el sarcasmo. Hinata se golpeó mentalmente, pero lo hecho hecho esta. Apretó los labios para no decir otra tontería por el momento.

Naruto la miró un poco impresionado en cambio. El chico acababa de cambiarse su ropa de calle por la pijama hace solo unos instantes, que, por cierto, solo eran unos shorts flojos de cuadrados azules y una hoodie gris. Había tenido un día algo cansado, lo cual agradecía ya que le había mantenido ocupado y distraído de las cosas. Entonces, había simplemente planeado para el resto de la tarde hacer tarea, adelantar algunos trabajos a pesar de su cansancio y luego ir a comer afuera, porque no tenía ganas de cocinar. Y siendo honestos, no tenía en absoluto ganas de discutir nada ahora, y haber estado tan ocupado le había hecho olvidar momentáneamente que tenía un problema con Hinata. Fue por eso que, estando sobre su porche y después de las primeras palabras de introducción de Hinata, fue atrapado con la guardia completamente baja, y ya fue muy tarde para evasiones cuando fue consciente de la chica parada frente a él, con el pelo mojado, la ropa igual y viéndolo como un chihuahua furioso queriendo arrancarle el rostro.

Hey, vecino [Naruhina] En edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora