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A menudo se llamaba así misma idiota. Usualmente eso ocurría cuando entraba en presión por los exámenes y las fórmulas no se le grababan en la cabeza. Y esta vez, se halló otra vez así misma, insultándose con todas las fuerzas que su corazón tenía, internamente. Buen inicio de día sin duda.

Como era común para ella, de nuevo sentía una increíble presión y estrés recorrerle la cabeza. Solo que esta vez no era por ningún examen, deber o nada que tuviera que ver con la escuela. Era algo muy estúpido comparado a eso, y aún así ahí podías verla, sentada frente a su escritorio rascándose la cabeza acerca sobre qué hacer. La respuesta iba entre hacerlo o no, actuar ya o dejarlo ir. Pero contemplaba ambas opciones y, cabe decir, que ambas le daban la misma cantidad de miedo.

A la mierda, pensó. Ya había gastado el dinero, no haría un desperdicio de él. Incluso había tenido que prestar a sus padres para hacer esta estupidez.

Aún así un momento de indecisión en el último segundo volvió a golpearla. No estaba segura de si estaba haciendo lo correcto, pero sentía que ante sus ojos se encontraba el objeto que iba a cambiar el curso de su vida entera. ¿Cómo era posible que un maldito set de pulseras y collares a juego le dieran tanto en los nervios? Ella ya había perdido la dignidad antes en otras obras escolares, pero jamás se había sentido tan boba como ahora lo hacía por esto. Apenas se había vestido para el colegio, y desayunado, había subido a su habitación para finalmente tomar una decisión acerca del regalo de cumpleaños de Naruto que ella había ido a comprarle el día anterior. Realmente le había dado mucho que pensar el día en que su maestro le había dado su regalo para entregar a su nieto, y a final de cuentas no pudo resistirse y fue a comprarle ella uno también.

Solo que ahora no estaba tan segura sobre eso.

— Por Dios, es su maldito cumpleaños — se dijo así misma —. No sería maleducado darle algo. De hecho sería lo contrario, ¿No?

Tal vez hablar consigo misma en voz alta era mala señal del estrés.

Es extraño, jamás le habías dado un regalo antes. Ni siquiera sabías cuando era su cumpleaños durante todos estos años.

Quería golpear y a la vez agradecer a la voz en su cabeza por desanimarla. Arruinaba su estado de ánimo, pero tal vez tenía algo de razón. ¿No sería algo raro?...

¡No, ella definitivamente le daría ese regalo! Primero que nada, era cortesía y podía tomarlo como un agradecimiento por haberla salvado de los acosadores el otro día. Segundo, no había ido el día de ayer al centro comercial exclusivamente para comprar un regalo para su vecino, buscar tienda por tienda hasta encontrar algo que pudiese gustarle, y luego haberse tomado la molestia de comprar pulseras y collares a juego, y por separado, junto a una caja aterciopelada negra, para colocar cada pieza de accesorio en orden dentro de esta; solo para que su cobardía lo arruinara todo. Había gastado mucho dinero, ella misma había envuelto el regalo, de no ser por su limitado presupuesto hasta le hubiera comprado anillos porque la caja tenía un lugar especial para esos. No podía ser más idiota si no se lo daba hoy, que era su cumpleaños. Y tercero, pero no menos importante, ella podía hacer lo que quisiera cuando se le viniera en gana, no debía porque importarle a nadie. Ella iba entregarle el regalo de su abuelo a Naruto después de todo, también podía aprovechar y dar el suyo propio entonces.

Decidido. No más segundas opiniones, eso era.

Sin ponerle más trabas, metió su regalo dentro de su mochila y terminó de peinar su cabello en una cola alta ese día. El regalo del Señor Jiraiya para Naruto descansaba sobre su cama, junto a un montón de ropa limpia que se suponía debía de doblar anoche y guardar en los cajones. Decidió dejarlo para más tarde, como siempre, y sin darle importancia tomó el obsequio envuelto en papel naranja entre sus manos. Prefería llevarlo así porque siendo sinceros, ya nada más cabía en su mochila. Bajó las escaleras con rapidez. Haberse tomado todo ese tiempo para esa lucha mental de hace un rato ya la tenía algo retrasada para el colegio. Como era típico, cuando bajó a la sala, esta estaba inundada en gritos y desastre. Su madre ya vestida para ir a su oficina, caminaba de aquí para allá, ayudando a Hanabi a encontrar unos libros para la escuela, su padre miraba la televisión a todo volumen con un café en la mano, sabiendo que no tendría caso ir al trabajo hasta que todas sus hijas y esposa salieran también. Hinata ignoró el griterío y se acercó a su papá para despedirse.

Hey, vecino [Naruhina] En edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora