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Ya estaba exhausta.

Y hablaba malditamente en serio.

Hinata estaba exigiendo unas vacaciones inmediatas, pagadas y al menos 100 kilómetros lejos de su vecino; ¿Quién hubiera dicho que evadir a Naruto Uzumaki durante dos semanas enteras era trabajo difícil? Pues ella no. De haberlo sabido antes ni siquiera hubiera intentado acercarse en primer lugar.

Al diablo sus ganas de conocerlo porque era atractivo. Ahora lo que ella quería era que un muro mágico apareciese cada vez que el chico se hallara cerca suyo, como una especie de protección con alarma, porque ella ya estaba cansada. Pero lamentablemente eso era imposible. Hinata comenzaba a creer que la única solución para su dilema era quedarse encerrada en su habitación para siempre, lo cual tampoco era factible por obvias razones. Cuestiones tontas como ser parte de la sociedad, educación y demás. ¡Qué tontería! Aún así, aunque debería estarse resignando ya, no podía entender qué clase de juego malévolo y cruel era el que el destino estaba haciendo con ella, que no había forma de no toparse con Naruto donde quiera que vaya. Y es que llevaba la cuenta, así que eran hechos muy literales.

Tan solo esta semana se lo había encontrado en el mismo pasillo del supermercado, luego haciendo fila para entrar al cine, caminando distraídamente por el parque y hasta nuevamente en la entrada de su propia escuela. No entendía como todo eso había sido posible, pero estaba muy segura de que a este paso estaría entrando en la locura, tanto así que, el primer fin de semana libre que tuvo, no aguantó y no dudó en ir a casa de TenTen para contarle todo el asunto que últimamente era el timón de su vida y desahogarse un poco. Aunque su mejor amiga se la pasó riéndose la mayoría del tiempo, al menos sí le había prestado atención en cada uno de sus diálogos.

— Vaya, Hina. — dijo ella cuando ya había terminado de despotricar en contra de su vecino —Pero tal vez dejar de resistirte sea lo mejor.

— ¿Tú crees? — Hinata había sonado totalmente seria mientras enfocaba su vista en el techo.

Estaban en la habitación de TenTen de nuevo. El aire acondicionado encendido, las persianas bajas y ambas recostadas sobre la cama, mientras hablaban revisaban casualmente sus celulares sin dejarse perder ningún detalle. Hinata acababa de bajar su teléfono y se enfocó en la vista de arriba. Lo peculiar de esa alcoba sin duda era el techo, porque habían constelaciones dibujadas en todo el espacio, y Hinata amaba observarlas cada vez que venía. El padre de TenTen los había dibujado para ella años atrás, y hasta el día de hoy se encargaba de mantener la pintura intacta para la decoración del cuarto de su hija.

El dibujo le daba un sentimiento de ternura que la tranquilizaba un poco.

— Sí. — TenTen contestó segura, refiriéndose a la anterior pregunta de Hinata — Además es algo tonto si lo piensas bien. Él no tiene idea de que lo viste teniendo sexo en la ventana. Si ha notado la forma en que tratas de evitarlo de seguro no va a entender porqué lo haces tan de repente, y creerá que eres algo idiota. Eso sin duda. Mejor déjalo ir.

Hinata dejó salir un profundo suspiro. Tal vez ya era la quinta vez que soltaba uno desde que había parado a la casa de su mejor amiga.

— Tienes razón — concedió—. Aún así estoy traumada de por vida. Ver a tu vecino literalmente coger como salvaje no es para nada algo que quisiera haber visto.

— Pudo ser peor. — trató de alentar TenTen.

— ¿Así?, ¿Cómo?

Hinata volteó a verla justo en el momento en que esta hizo una mueca de disgusto, que le divirtió bastante, antes de responderle.

— Al menos tu vecino es guapo, en forma y es joven. — argumentó — Yo una vez, accidentalmente, vi a la vieja de a lado salir a la calle en un babydoll. Y no de los tiernos.

Hey, vecino [Naruhina] En edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora