Capítulo 30 Bandera manchada

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—A almorzar niños.

Mi corazón comenzó a palpitar muy fuerte, sentía que iba a vomitar en cualquier momento.

—Tía, escucha lo que sucedió... —Harper tomó mi mano, inmediatamente la solté.

—Lo siento, vayan al comedor, iré en un momento.

Comencé a sudar, tenía demasiado calor. Aceleré mi paso, quería salir al exterior.

—Anne... —oí al príncipe— ¡Anne!

Decidí continuar mi camino hacia el jardín del palacio. Mi corazón palpitaba fuerte, quería vomitar, estaba sudando como si fuese verano. Al llegar al jardín comencé a tener dificultades para respirar correctamente.

—Anne, está helando, por favor entra.

—No... No puedo respirar...

—Ven.

—¡Suéltame!

—Escucha... —tomó mi rostro entre sus manos— Debes respirar, tranquila.

—Siento que me ahogo, Philip.

Me senté en el suelo, mi pecho dolía. 

—Bien, por favor mírame.

Hice caso, él comenzó a respirar de manera correcta.

—Imítame. 

Inhalé y exhalé. Mis ojos se cristalizaban. Rasguñé mi pecho, teniendo la esperanza de que mi dolor se calme.

—No hagas eso. —tomó mi mano y la bajó, acto seguido comenzó a desabrochar mi camisa, me dio la sensación de que mi dolor disminuía muy de a poco.

—Imítame, princesa. —repitió.

Luego de cinco minutos (que personalmente me parecieron una eternidad) mi dolor desapareció de a poco al igual que mis ganas de vomitar y mi respiración volvió a ser normal. Philip se quitó su chaqueta y la acomodó sobre mis hombros.

—Tengo miedo. —lo miré.

—Lo sé. —acarició mi rostro.

—No lo puedo creer.

—Olvídalo. —abrochó los botones de mi camisa— ¿Te sientes mejor?

Asentí con la cabeza.

—¿Qué fue eso?

—Creo que tuviste un ataque de ansiedad. Mi mamá solía tenerlos. —suspiró— Debes ver a tu psicóloga.

—Lo sé...

—No te enfades con tu hermano. Él solo quiere lo mejor para ti.

Asentí con la cabeza nuevamente.

—¿Quieres recostarte?

—No. Vamos a almorzar, no quiero preocupar a los niños.


(...)

Era de noche. Luke y Charlotte se habían ido luego del almuerzo. El día fue horrible para mí. Ahora mismo nos encontrábamos en la oficina de Roger, estaba cansada.

—No saldrás por algunos días. —decía mi hermano.

—Podría vivir en el palacio de las visitas, no creo que se den cuenta.

—No. Quiero que estés cerca. —Roger daba vueltas de un lado a otro.

—No me siento cómoda aquí. —una lágrima resbaló por mi mejilla— Tampoco quiero ponerlos en riesgo, vendrán por mi aquí. Vida y los niños... déjame ir.

—Anne... —Dorothy se acercó a la silla que se encontraba a mi lado, se sentó y acarició mi cabello— Esta es tu casa. 

—Tengo miedo.

—Lo sé. —me abrazó— Pero aquí estamos todos.

—Si me permites, yo puedo acompañarla algunos días en el palacio de las visitas.

Roger dio un gran golpe en el escritorio, causando que todos demos un pequeño salto.

—¡Ella se quedará aquí! —noté que mi hermano se alteraba, no siempre lo veo así y, sinceramente, daba miedo— Demonios, ¡Ayudaremos a su maldito país!

—Ellos no toleran a mujeres fuertes, Anne lo es.

—Me niego a cerrar trato con ellos. —tomó el teléfono.

—¡No! —me levanté de la silla— No harás nada. Ayudaremos a sus ciudadanos porque no son iguales a sus gobernantes.

—Eugennie...

—Por favor, ellos no tienen la culpa. —suspiré— Terminemos con esto y vayamos a dormir. Buenas noches.

—Duerme en mi habitación.

—¿Qué?

—Duerme con Dorothy en mi habitación. Yo dormiré en la tuya.

—Roger...

—Es una orden, Eugennie.

Suspiré y me retiré de la oficina. Caminé hacia mi habitación. En la puerta había dos hombres de seguridad. Me adentré en el cuarto y me puse mi pijama. Al terminar salí de allí y fui al cuarto de mi hermano.

Al entrar me encontré con Dorothy cepillando su cabello, Vida descansaba en su cuna.

—Será una pijamada.

Sonreí débil. Cerré la puerta tras de mí.

—Ven.

Caminé hacia ella y me senté frente al tocador. Comenzó a cepillar mi cabello.

—Arthur tiene razón. Le temen a las mujeres fuertes.

Hice una mueca.

—Tu hermano no permitirá que nada te pase. —acarició mi cabello— Y tu príncipe tampoco.

—Eso es lo que más temo.

—¿Por qué? 

—Ambos quieren cuidarme como no cuidaron a Charity.

—¿Y eso qué tiene de malo?

—No lo sé. —bajé la mirada— Tengo miedo. —mis lagrimas cayeron sin permiso y sin intención de detenerse.

—Anne... —me abrazó.

—La realidad es... —nos separamos— No tengo miedo de morir, tengo miedo de que ellos no puedan soportarlo. También asesinaron a Charity y...

—Shh... —volvió a abrazarme— No sucederá nada. Estamos aquí contigo.

#𝟹 ℰ𝓊𝑔𝑒𝓃𝓃𝒾𝑒 𝒻𝑜𝓇 𝓁𝑜𝓋𝑒 | @Princessarmy09Donde viven las historias. Descúbrelo ahora